El toro de la risa
Al toro serio le sigui¨® el toro de la risa. V¨ªsperas de mucho d¨ªas de nada, sentencia el refr¨¢n, Y se volvi¨® a cumplir. El d¨ªa se?alado era precisamente este, el de la reaparici¨®n de Morante de la Puebla: un arte que no se pu¨¦ aguant¨¢; el que, en un momento dado, iba a relegar al olvido a Jos¨¦ Tom¨¢s y acabar con el cuadro.Pues ni lo uno ni lo otro.
Con esos toros que dispuso (o le trujeron) y ese toreo que se gast¨®, o cambia, o est¨¢ llamado a ser uno m¨¢s del mont¨®n.
De los toros, no dio la talla ni uno. Enviaron 17, rechazaron nueve, hubo de salir el sobrero y ninguno serv¨ªa si no era pa jartarse de re¨ª.
Afirman taurinos que no se encuentran toros mejores en el campo; que estas son lentejas. Pues vaya panorama. Si no hay otra cosa, aparte de ese g¨¦nero desmedrado con sangre morucha, resulta que la actual generaci¨®n de ganaderos es la peor que se haya conocido en los 300 a?os que lleva de vida la fiesta.
Pereda / Finito, Morante, Abell¨¢n Un toro, 5?, de Jos¨¦ Luis Pereda (cinco se rechazaron en el reconocimiento), terciado y armado, manso y borrego tumb¨®n
1? de La Dehesilla, chico e inv¨¢lido. Cuatro de Gavira (otros cuatro se rechazaron en el reconocimiento), uno devuelto por inv¨¢lido: justos de presencia y moruchos. 2?, sobrero de Santiago Domecq, anovillado e inv¨¢lido. Finito de C¨®rdoba: estocada traser¨ªsima baja (silencio); pinchazo y estocada ca¨ªda (divisi¨®n y tambi¨¦n bronca, pues sale a saludar). Morante de la Puebla: estocada ca¨ªda (silencio); tres pinchazos, el toro se tumba y hay que apuntillarlo (algunas palmas). Miguel Abell¨¢n: dos pinchazos, otro hondo trasero, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada (silencio). Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 20? corrida de abono. Lleno.
Enviar 17 toros a la plaza y que no valga ninguno: se dice pronto. De los anunciados de Jos¨¦ Luis Pereda s¨®lo se salv¨® uno y por los pelos (enti¨¦ndase: por los cuernos). Aducen expertos que son dos pues el de La Dehesilla, corrido en primer lugar, pertenece tambi¨¦n a Jos¨¦ Luis Pereda y entonces es lo mismo. Pero no es lo mismo.
El argumento de las propiedades m¨²ltiples viene a ser el truco del almendruco. No es lo mismo Pereda y Dehesilla, Mar¨ªa Olea y Conde de la Corte, Sanz y Onieva, yo y mi hermano (entre otras cosas, porque no tengo ning¨²n hermano).
Es preciso reconocer, sin embargo, que una vez en el ruedo daba igual. Si todos tra¨ªan la pata chula y la borrega mansedumbre por bandera, la propiedad, el hierro, el encaste y la madre que los pari¨® nos traen absolutamente sin cuidado.
El toro grotesco est¨¢n empe?ados en que salga para que pueda producirse en paz el arte inconmensurable. Pero qu¨¦ arte. Pues se hacen presentes los artistas y cuanto se les ocurre es citar fuera cacho y evitarse el compromiso de la ligaz¨®n apretando a correr. Ni un solo pase dieron los tres espadas como dios manda; ni uno cargando la suerte. Ni el resucitado Finito, ni el rompedor Morante, ni la eterna promesa Miguel Abell¨¢n.
De todos tres, uno lamenta principalmente las formas que ha adquirido Miguel Abell¨¢n, pues irrumpi¨® en la fiesta con mayores br¨ªos, recuper¨® con El Juli (o aun antes que El Juli) el ampl¨ªsimo repertorio de capa y ten¨ªa bien aprendidos los c¨¢nones de la tauromaquia cl¨¢sica.Y de un tiempo a esta parte -para muestra valdr¨ªa su actuaci¨®n en la corrida de marras- se le ve pegapases impenitente, tenaz y convencido de que el toreo se hace fuera cacho, descargando la suerte, el pico, todo lo dem¨¢s.
Lo bueno de Abell¨¢n es que a¨²n le queda tiempo para rectificar. Caso distinto es Finito de C¨®rdoba, resucitado en la Maestranza, seg¨²n algunos, y a¨²n anda por ah¨ª dando vueltas, sin ascender a la gloria, que ser¨ªa lo suyo. Ni siquiera se le ven las ganas. Y sigue haciendo el toreo anterior a la resurrecci¨®n, el ejecutado desde la lejan¨ªa, encorvado y medio de espaldas, plantando sobre el pit¨®n contrario una muletaza que parece fabricada en los astilleros de C¨¢diz.
No se crea que Morante de la Puebla mejor¨® la t¨¦cnica. Antes al contrario, la repet¨ªa, con la ¨²nica diferencia de ciertas pinceladas en las versiones de la trincherilla o del cambio de mano, con la muleta; o con el capote, par de medias ver¨®nicas, la sevillan¨ªa de una chicuelina. Si con el toro artista de circo -uno de ellos borrego de los que se tumban a dormir- no redonde¨® faenas, la afici¨®n se pregunta si ser¨ªa capaz de hacerlas con el toro serio y verdadero.
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