Rendirse ante el Nasdaq
Desde el pasado 14 de abril las bolsas de valores han experimentado una especie de minicrash, que ha dado lugar a una severa correcci¨®n del precio de las acciones y a una crisis de confianza en los inversores. Hay quien defiende que la historia no sirve para predecir el comportamiento de los mercados burs¨¢tiles, pero al menos valdr¨¢ para comparar lo sucedido en determinadas coyunturas que tienen muchos elementos comunes; por ejemplo, las burbujas financieras.Los economistas m¨¢s optimistas, que sacan petr¨®leo de cualquier terreno, opinan que la tendencia a la baja de la Bolsa de Nueva York tendr¨¢ un efecto positivo en el aseguramiento del aterrizaje suave que necesita la econom¨ªa estadounidense para no recalentarse sin pasar, sin soluci¨®n de continuidad, a la fase contraria del ciclo: la recesi¨®n. La ca¨ªda de los ¨ªndices burs¨¢tiles servir¨ªa, seg¨²n esas teor¨ªas, para limitar el efecto riqueza que tienen muchas familias, consistente en sentirse m¨¢s ricas de lo que en realidad son, al valer mucho dinero sobre el papel sus inversiones burs¨¢tiles. Ello limitar¨¢ el crecimiento del producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos. A eso se llama hacer de la necesidad virtud.
Los que no ven m¨¢s que elementos pesimistas en la ca¨ªda de las bolsas son los titulares de uno de los instrumentos m¨¢s sofisticados del mercado financiero: los hedge funds o fondos de alto riesgo. Dos de sus protagonistas m¨¢s populares, George Soros y Julian Robertson, han puesto los pies en polvorosa ante la extrema turbulencia y volatilidad de los mercados. Curiosa paradoja, puesto que este tipo de fondos ha buscado precisamente sus enormes beneficios en los intersticios m¨¢s arriesgados -esto es, m¨¢s turbulentos y vol¨¢tiles- del sistema. Soros, que se hizo famoso en 1992 al sacar a la libra esterlina del Sistema Monetario Europeo a trav¨¦s de la especulaci¨®n (el momento m¨¢s mitificado de su influencia), ha anunciado que a partir de ahora se centrar¨¢ en inversiones de menor riesgo y se har¨¢ m¨¢s conservador y menos rentable. "Los d¨ªas de las grandes apuestas macroecon¨®micas se han terminado. Es el fin de una ¨¦poca", ha afirmado esta mezcla de fil¨¢ntropo, te¨®rico y especulador de origen h¨²ngaro, que se ha tenido que rendir ante la alta sensibilidad de los valores tecnol¨®gicos, representados en el ¨ªndice Nasdaq, en los que hab¨ªa sobreinvertido hace meses. Los dos m¨¢ximos ejecutivos de sus fondos, Stanley Druckenmiller (Quantum Fund) y Nick Roditi (Quota Fund), han tenido que abandonar sus puestos de trabajo.
Poco antes que Soros, el creador de otro de los fondos de alto riesgo m¨¢s poderoso, Julian Robertson (Tiger Fund), anunciaba su liquidaci¨®n, bas¨¢ndose en los mismos motivos que Soros: la informaci¨®n financiera en tiempo real, las nuevas tecnolog¨ªas, han restado competitividad a los grandes hedge funds al democratizar el acceso a los datos y las tendencias, y proporcion¨¢rselos a mayor n¨²mero de operadores; la estabilidad de los tipos de inter¨¦s y la reducci¨®n del n¨²mero de divisas (debido a la introducci¨®n del euro) han hecho el resto. Para sobrevivir, los fondos de alto riesgo habr¨¢n de tener las mismas virtudes que el resto de los agentes: flexibilizar su actuaci¨®n.
Desde septiembre de 1998, en plena crisis financiera mundial, cuando la Reserva Federal tuvo que acudir en ayuda de uno de ellos para evitar su quiebra (violando el principio tan publicitado en este sector de que cada palo ha de aguantar su vela), los hedge funds no hab¨ªan vivido una crisis igual. A partir de entonces se demand¨®, sin ¨¦xito, una mayor actividad reguladora sobre los mismos ante su secretismo, falta de transparencia y domiciliaci¨®n en los para¨ªsos fiscales, circunstancias por las que escapaban a los escasos requisitos de informaci¨®n a los que estaban sometidos en sus pa¨ªses.
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