Pleitos tengas
-A ver si sabe usted este acertijo: "Lo que todos quieren ganar y nadie quiere tener". A ver, ?qu¨¦ es?-Pues, no s¨¦...
-Los pleitos, hombre, los pleitos.
La sabidur¨ªa popular, esa que marc¨® reglas para las lindes, la que estableci¨® derechos para abrir alba?ales y resumi¨® en las cuatro palabras de un refr¨¢n a?os de experiencia, ha reflejado tambi¨¦n como nadie el sentir de la gente de a pie en torno a la justicia: m¨¢s que respeto, miedo.
-Llevamos m¨¢s de 11 a?os en pleitos. Y no sabemos cu¨¢ndo ni c¨®mo acabar¨¢ esto.
Eva L. G. ten¨ªa 14 a?os cuando su padre muri¨® en un desgraciado accidente. Dicen que todas las muertes son est¨²pidas. Todas. Francisco L. fue atropellado por su propio coche cuando el empleado del garaje donde lo hab¨ªa dejado dio marcha atr¨¢s sin ver al hombre que sacaba algo del maletero.
La justicia es ciega. Y, a veces, no tiene coraz¨®n. Francisco dej¨® una mujer joven y cuatro ni?as. Y un negocio que, poco a poco, fue cayendo sin remedio.
El despacho de Ricardo Moreno llev¨® -y lleva- el caso. El Juzgado de Primera Instancia rechaz¨® la demanda. Resulta que el seguro del coche ampara a todos, menos al propietario, aunque el propietario resulte herido o muerto cuando su autom¨®vil lo lleve otro, o simplemente se deslice, se le rompa el freno o qu¨¦ s¨¦ yo... Cosas extra?as de las leyes. Un juez de los casi doscientos que hay en la regi¨®n as¨ª lo dijo en su sentencia. Y as¨ª lo ratific¨® la Audiencia ocho a?os despu¨¦s de la muerte.
-A veces piensas que no hay justicia. Para nosotros han sido 11 a?os de amargura. Once a?os de estar recordando d¨ªa a d¨ªa al padre.
Y dice Eva que ella y sus hermanas han crecido hablando de juicios, de pleitos.Siempre con la sombra de los juzgados por encima. Esperando.
-?Por qu¨¦ se tarda tanto?
De las m¨¢s de 800 quejas que se presentaron el pasado a?o ante el Consejo General del Poder Judicial, casi un tercio estaban motivadas por el retraso en los procesos, por la dilaci¨®n. Las cifran son terriblemente expresivas. Baste una muestra, aunque es verdad que m¨¢s que una muestra es la m¨¢xima expresi¨®n. La Sala de lo Contencioso del Tribunal Superior de Madrid empez¨® 1999 con 60.000 asuntos pendientes.
-Es un problema de presupuesto. Porque en jueces y en funcionarios hay de todo. Y, en conjunto, son grandes profesionales.
Ricardo Moreno destaca la falta de medios. El exceso de trabajo que los distintos juzgados no pueden atender. La falta de personal. Y algo de eso habr¨¢, porque Emilio Garc¨ªa Horcajo cuenta, por ejemplo, con cierta sorna c¨®mo un asunto que ¨¦l defend¨ªa, precisamente en la Sala de lo Contencioso-administrativo, se retrasaba de manera incomprensible. Pasaron los meses y, ya harto, se acerc¨® a preguntar "por lo suyo". El amable funcionario le inform¨® que lo que pasaba es que su expediente acababa en ocho.
-Es que acaba en ocho. Ya ve usted.
-S¨ª, se?or. Eso ya lo s¨¦. Pero, ?qu¨¦ tiene que ver?
-Es que los expedientes acabados en ocho los llevaba un funcionario que se ha jubilado. Y claro...
Parece que ¨²ltimamente han designado ese n¨²mero a otra persona y el letrado Garc¨ªa Horcajo conf¨ªa en que el asunto saldr¨¢ adelante.
Pero retrasos hay. Y eso que en 1999 los 70 juzgados de lo civil atendieron unos 850 asuntos por juez, 100 menos que el a?o anterior. Y dicen las estad¨ªsticas que ahora los jueces de lo civil resuelven el asunto en cuatro meses, mientras que en 1996, los magistrados tardaban en atender el caso tres o cuatro a?os.
En asuntos penales, por ejemplo, en 1999 la Audiencia Provincial recibi¨® 14.079. Y arrastraba casi 5.000 del a?o anterior. El a?o 2000 arranc¨® con 4.800 asuntos a¨²n sin resolver del ejercicio anterior.
Esta misma semana se conoc¨ªa la historia de un hombre, Francisco J.S., al que se le comunicaba que deb¨ªa ingresar en prisi¨®n por unos hechos -agresi¨®n sexual- sucedidos 20 a?os antes. No es el ¨²nico caso. Son sentencias que caen sobre una persona cuando ya todo parece olvidado. El pasado, que nunca deja de pisarle a uno los talones. O los casos de aquellos cuya inocencia se demuestra meses, a?os despu¨¦s de su ingreso en prisi¨®n. Y que conste que los jueces ponen en libertad a muchos de los detenidos por la polic¨ªa. En 1999, de los m¨¢s de 15.533 detenidos, 11.576 salieron a la calle. Unos, por inocentes. Otros, en libertad provisional.
Porque a veces lo que llaman el peso de la ley cae sobre uno como un cogotazo. Tom¨¢s Plaza compr¨® un piso hace m¨¢s de 20 a?os. Hizo un contrato privado con el vendedor. Comenz¨® a pagar las letras. Y un d¨ªa...
-Me march¨¦ al extranjero. Y segu¨ª mandando el importe de las letras a trav¨¦s de un abogado. Luego me enter¨¦ de que algunas letras no las hab¨ªa ingresado o eso dec¨ªa el vendedor. El caso es que en aquel momento yo no pude hacer frente a esa cantidad. Hubo un juicio y me condenaron a pagar 172.000 pesetas.
Las cosas en los juzgados van despacio para todos. Y cuando Tom¨¢s intent¨® arreglar lo del piso no encontr¨® manera de hallar al antiguo due?o.
-Ni el juzgado ha podido localizarle. Pero el caso es que un buen d¨ªa este hombre utiliz¨® el piso como aval de alguna deuda. No hab¨ªamos hecho las escrituras, claro. Y un juzgado termin¨® subastando el piso.
Cuenta Tom¨¢s de su angustia cuando un "subastero amigo" le ofreci¨® adjudic¨¢rselo y revend¨¦rselo por una m¨®dica cantidad, entre 16 y 18 millones de pesetas.
-Es de locos. Lo de los subasteros es para verlo. No hay manera de acabar con ellos. Los ves que se mueven con absoluta tranquilidad por los juzgados. Conocen a todo el mundo, a jueces y secretarios. Es como si fueran los due?os. Nadie ha podido nunca con ellos.
Y se queja Tom¨¢s de que se vea sometido a este infierno. A tener que andar de abogados, a vivir con el miedo a perder todo.
-Todos los documentos est¨¢n a mi nombre. Tengo el contrato privado. Vivo en el piso desde hace 20 a?os y resulta que tengo que volver a pagarlo. Pagar dos veces por mi piso.
Los jueces no son infalibles, afortunadamente. Y lo que uno hace, otro puede deshacerlo. Una juez anul¨® la subasta. Y Tom¨¢s, desde entonces, descansa m¨¢s tranquilo. Aunque todav¨ªa espere.
-S¨¦ que hay jueces magn¨ªficos. Pero hay otros que aplican la ley con toda dureza. Yo no s¨¦... pero, aqu¨ª me tiene. Como al principio: sin escrituras, sin saber, al final, qu¨¦ va a ser de mi piso.
A Ra¨²l Prieto tambi¨¦n le embargaron en un juzgado su plaza de garaje. Esta vez fue un error que le ha costado tiempo perdido, trabajo y dinero resolver. Y son casos que aparentemente no son gran cosa, salvo para el que las sufre, pero que son las que marcan la angustia del d¨ªa a d¨ªa para el hombre de la calle.
Todos los abogados, cada uno de los 40.000 en ejercicio que hay en la Comunidad, pueden hablar de asuntos sangrantes, de dilaciones inexplicables, de situaciones que casi rozan el absurdo.
Como el del alba?il que demand¨® una invalidez y la Seguridad Social le declar¨® apto para realizar tareas de hogar. Hab¨ªa habido un error en los formularios. Un error humano. Pero que, durante un tiempo, tuvo al alba?il en la duda de si hab¨ªa de encauzar su futuro como empleado de hogar.
Justicia ciega. Y torpe, en ocasiones.
"Al final, tengo que ir contra una pobre gente -dicho sea sin ¨¢nimo peyorativo- para defender a mi cliente". Ricardo Moreno lleva el caso de Francisco Lara, del hombre muerto por su propio coche. Habla de las hijas con admiraci¨®n. De esas hijas que, como dice una de ellas, han crecido con la sombra del pleito.La compa?¨ªa de seguros gan¨® todas las demandas que el despacho de Moreno puso para reclamar una indemnizaci¨®n por la muerte de Francisco Lara.
-La sentencia fue tremenda. Fue tan injusto, tan est¨²pido...
Todav¨ªa se le escapa la indignaci¨®n, ese punto de impotencia con la que recibi¨® el dictamen.
-El seguro del autom¨®vil exige que sea ¨¦ste el que est¨¦ asegurado, independientemente de qui¨¦n lo conduzca. Parece tan razonable... Y, sin embargo, no hubo manera. Al ¨²nico que no amparaba era al due?o, al que pagaba el seguro. ?Qu¨¦ absurdo!
Le ley se cambi¨® despu¨¦s. Pero ya no afectaba al caso de Francisco Lara. As¨ª que su viuda, las hijas, ni?as entonces, se quedaron sin nada. La compa?¨ªa de seguros gan¨® cuantos pleitos se le presentaron.
-No tuvimos m¨¢s remedio que ir, entonces, contra el garage donde hab¨ªa ocurrido el accidente y contra el empleado. Ya ve, contra los m¨¢s infelices.
No tanto, porque tanto el propietario del negocio, como el empleado intentaron poner a buen recaudo lo poco o mucho que ten¨ªan. El due?o hizo capitulaciones matrimoniales y todo se lo dio a su mujer. El empleado vendi¨® lo ¨²nico que ten¨ªa, un piso, a su propio hijo.
Ricardo Moreno tuvo que investigar, presentar denuncias por alzamiento de bienes, intentar anular aquellas operaciones que dejaban a sus clientes otra vez sin nada.
El delito de alzamiento de bienes del due?o del garage prescribi¨® porque la esposa se neg¨® a recibir todas y cada una de las notificaciones del juzgado. Y as¨ª durante cinco largos a?os. Menos suerte tuvo el empleado. Un juzgado anul¨® la venta y devolvi¨® la vivienda a su propietario.
-Y as¨ª estamos. Intentando anular las operaciones y que al pobre empleado se le subaste el piso y mi cliente cobre una ¨ªnfima parte de lo que estimamos como indemnizaci¨®n. A veces, la justicia, por una terrible paradoja castiga m¨¢s al m¨¢s desvalido. Y as¨ª, once a?os.
Los vecinos de un pueblecito madrile?o, injustamente privados de unos derechos ancestrales por el se?or feudal, escribieron al Rey Felipe V. Le dec¨ªan algo que, todav¨ªa, podr¨ªa aplicarse a la justicia: "Si el pedir justicia no fuera tan oneroso para los pobres, a ella recurrir¨ªan m¨¢s asiduamente".
Felipe V atendi¨® sus demandas.
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