Jaques de neurona y 'chip'
Anand venci¨® a Sh¨ªrov en el 'computerizado' torneo de Le¨®n
La riqueza y el futuro del ajedrez parec¨ªan amenazados por el progreso de las computadoras. Poco antes de perder su segundo y pol¨¦mico duelo contra Deep Blue, en 1997, Gari Kasp¨¢rov lanz¨® una modalidad revolucionaria para aliarse con el potencial enemigo: jugar con ayuda de ordenadores durante las partidas. En Le¨®n aceptaron el reto, con ¨¦xito: ayer, en la final de la tercera edici¨®n, el indio Viswanathan Anand venci¨® al espa?ol Alex¨¦i Sh¨ªrov.Eran las 18.00 en el precioso edificio de la Junta de Castilla y Le¨®n. Tras perder la primera partida con las piezas negras, Sh¨ªrov estaba obligado a ganar la segunda (al ritmo de una hora por jugador) para que el duelo se resolviese en la espectacular vor¨¢gine de las partidas a cinco minutos. Mientras Anand todav¨ªa reposaba en su camerino, el espa?ol sali¨® al escenario y se sent¨® al lado de su asesor inhumano -un ordenador Solver, a 1000 megahercios, de lo m¨¢s r¨¢pido que hay en el mercado-, pero prescindi¨® del silicio, de momento. S¨®lo quer¨ªa concentrarse, con la cabeza escondida entre sus manos, mirando al tablero, para resolver dos grandes problemas en pocos minutos: olvidar la derrota, casi siempre muy dolorosa en el deporte mental; y encontrar un punto medio entre la necesidad de arriesgar y el peligro de hacerlo cuando enfrente est¨¢ el segundo mejor del mundo.
El segundo asunto es particularmente dif¨ªcil para Sh¨ªrov, 4? del mundo, el Leonardo da Vinci del ajedrez: su estilo, lleno de arte y riesgo, provoca constantes quebraderos de cabeza a los adversarios humanos. Sin embargo, la cosa cambia mucho en esta modalidad de ajedrez avanzado porque la m¨¢quina, in¨²til en cuanto a ideas estrat¨¦gicas, es letalmente eficaz a la hora de castigar errores de c¨¢lculo.
?Cu¨¢l es entonces el intr¨ªngulis de este invento? Por un lado, la calidad de las partidas es muy alta: el jugador humano delega en su colega de silicio el c¨¢lculo de variantes concretas para concentrarse en la creatividad. Por otro, se empieza a saber c¨®mo funciona la mente de un ajedrecista. Gracias a las pantallas gigantes, conectadas al tablero y a los ordenadores, los espectadores pueden observar el proceso de reflexi¨®n de sus ¨ªdolos: estos escriben con el teclado los movimientos que est¨¢n pensando para que uno de los potentes programas que utilizan -Fritz, Junior y Hiarcs-, les oriente sobre cu¨¢l van a hacer sobre el tablero.
Sh¨ªrov luch¨® a tope para doblegar la resistencia de Anand, pero no logr¨® m¨¢s que un empate que daba la victoria al indio, muy experto en el manejo de ordenadores, por segundo a?o consecutivo.
Los organizadores de Le¨®n son los ¨²nicos del mundo que no deben preocuparse por la amenaza que se cierne sobre los torneos de la modalidad cl¨¢sica: que un jugador esconda en su o¨ªdo un auricular muy peque?o, conectado con una potente m¨¢quina en una habitaci¨®n lejana. Ya existen microauriculares inmunes a los detectores de metales. Tal vez se pueda instalar alg¨²n artilugio en las salas de juego que interfiera esa comunicaci¨®n. Pero esa interferencia s¨®lo deber¨ªa funcionar en una direcci¨®n, de fuera a dentro. En la otra, los movimientos de los jugadores son retransmitidos instant¨¢neamente por Internet. Alguien ha dicho que quien invent¨® Internet lo hizo pensando en el ajedrez, ¨²nico deporte que puede practicarse a trav¨¦s de la red. Al final, la combinaci¨®n de la neurona con el chip ha dado jaque mate al miedo a que el mejor jugador del mundo sea una m¨¢quina. Quince siglos despu¨¦s de sus primeros vestigios, el ajedrez goza de buena salud.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.