Eleg¨ªa para un enemigo.
La noticia de la muerte del presidente sirio, Hafez el Asad, pese a ser esperada y previsible, ha provocado en nosotros, israel¨ªes, incredulidad e incluso un moment¨¢neo desconcierto. Durante a?os hemos cre¨ªdo en su formidable capacidad de supervivencia, nos hemos acostumbrado a su expresi¨®n inescrutable y a que su actuaci¨®n haya provocado el estancamiento de las relaciones pol¨ªticas entre varios Estados de la regi¨®n. Con su muerte es como si se hubiera desvanecido incluso para nosotros un elemento de gran autoridad: la imagen del enemigo irreductible, el m¨¢s implacable y tenaz.Es extra?o escribir una eleg¨ªa para un enemigo, un hombre contra el que hemos combatido, al que hemos vencido en 1973, del cual siempre hemos desconfiado y a cuyas jugadas siempre hemos temido. Nunca lo hemos amado como al difunto rey Hussein, y no hab¨ªa nada en ¨¦l que despertara nuestra simpat¨ªa, como en el caso de Sadat. Sin embargo, este hombre ha suscitado siempre en nosotros un cierto respeto y estupor, como los que se experimentan ante un enigma desconcertante, irresoluble y amenazador.
Pero, tal vez, Asad no escond¨ªa ning¨²n misterio. Tal vez, como cuenta quien ha tenido la ocasi¨®n de conocerlo, era un hombre sin carisma, casi mediocre, sin ning¨²n sentido del humor, introvertido y extremadamente sospechoso. Un hombre que, de todos modos, estaba dotado de un gran instinto de supervivencia.
Es dif¨ªcil no apreciar su mayor logro: la transformaci¨®n de Siria en una potencia local. No es poco. En los a?os previos a que Hafez el Asad accediera al poder, Siria era una naci¨®n rota e insegura de s¨ª misma, a tal punto que a finales de los a?os cincuenta sus dirigentes llegaron a la conclusi¨®n de que no estaba en condiciones de existir como entidad pol¨ªtica independiente y, por tanto, se unific¨® con Egipto (!).
Pero ?era Asad verdaderamente digno del respeto que pretend¨ªa de su pueblo? La Siria actual es una naci¨®n econ¨®micamente atrasada, militarmente debilitada, cerrada y sospechosa como su difunto presidente. No tiene entidades de cr¨¦dito (sino una banca para los comerciantes), no posee un mercado financiero ni tel¨¦fonos m¨®viles, y hasta hace poqu¨ªsimo tiempo sus habitantes no estaban autorizados a navegar por Internet. Su vida cultural no es particularmente relevante y, pese a que en el pasado Siria y L¨ªbano han producido figuras carism¨¢ticas como Gibran Jalil Gibran y Nizar Kamani, hoy no tiene intelectuales, escritores, artistas o cineastas cuya voz tenga resonancia mundial.
La naci¨®n entera est¨¢ dominada por despiadados sistemas de seguridad y cada ciudadano est¨¢ sujeto a estrecho control. Para disimular la completa ausencia de Asad en la vida social del pa¨ªs, su falta de apariciones p¨²blicas y de contacto directo con sus conciudadanos, las autoridades han creado un gigantesco culto a la personalidad, que ha transformado a Siria en la imagen refleja del propio presidente. Los l¨ªderes del mundo occidental no van a Damasco y los ciudadanos sirios est¨¢n obligados a pedir visado para la mayor parte de los pa¨ªses. ?Puede un l¨ªder estar orgulloso de haber mantenido a su pa¨ªs en el aislamiento y el atraso? ?De haber impedido a su pueblo gozar de los frutos del progreso y del proceso de paz que se desarrollaba a su alrededor? Asad estaba orgulloso incluso del hecho de no haberse encontrado nunca con un jud¨ªo israel¨ª, contrariamente a los otros l¨ªderes ¨¢rabes que hab¨ªan capitulado: Hussein, Sadat, Mubarak.
Tres veces ha frustrado la oportunidad de sellar la paz con Israel. En tres oportunidades, un acuerdo de paz estuvo a punto de lograrse, al alcance de la mano. Pero Asad quer¨ªa todo, todos los territorios conquistados por Israel en la guerra de los Seis D¨ªas, y tambi¨¦n el acceso a las aguas del lago Tiberiades. Barak estaba dispuesto a realizar muchas concesiones, m¨¢s que cualquiera de sus predecesores, pero sab¨ªa que sus connacionales no habr¨ªan aceptado la presencia de los sirios en ese lago, que a sus ojos es intocable.
Sin embargo, el Estado israel¨ª habr¨ªa podido mostrarse m¨¢s generoso si Asad hubiera revelado mayor sabidur¨ªa y sensibilidad en las negociaciones. El presidente sirio no comprendi¨® el enorme impacto emocional que un eventual acuerdo habr¨ªa tenido en los israel¨ªes. A su entender, la paz no era m¨¢s que un acto puramente formal gracias al cual Siria habr¨ªa obtenido bastante financiaci¨®n, sobre todo en moneda estadounidense. Y as¨ª, mientras los israel¨ªes discurr¨ªan sobre "un nuevo Oriente Medio", sobre un cambio hist¨®rico y el fin de las hostilidades, los dirigentes sirios, siguiendo las directivas de Asad, se pronunciaban en t¨¦rminos de deal, de negocio.
?Qu¨¦ ocurrir¨¢ ahora con el proceso de paz? El Estado israel¨ª observa al hijo de Asad, Bachar, con mirada titubeante. El heredero de la astuta esfinge tiene la mirada tierna y la expresi¨®n de embarazo de quien no se siente a sus anchas con el uniforme y en las ceremonias militares. Los israel¨ªes, que durante treinta a?os han tratado de resolver el enigma de Asad, se preguntan ahora si el hijo se sentir¨¢ liberado del fardo hist¨®rico e ideol¨®gico que ha transformado a su padre en un enemigo tan dif¨ªcil y soberbio. ?Continuar¨¢ Bachar, que ha vivido y ha sido educado en Occidente, la senda conservadora y tradicionalista del padre o sabr¨¢ promover el progreso de su pa¨ªs e incluso las relaciones con "el enemigo hist¨®rico", Israel? Los israel¨ªes se preguntan si un l¨ªder tan inexperto, tan poco autoritario y que tal vez no goce de un amplio respaldo popular ser¨¢ capaz de conducir a su pueblo a trav¨¦s de un camino tan radical y temible: el camino de la paz.
No hay duda de que ahora el proceso de paz sufrir¨¢ una interrupci¨®n temporal hasta que la situaci¨®n en Siria se aclare y hasta que Israel se convenza de que en el vecino Estado ¨¢rabe existe una continuidad de gobierno y la voluntad de respetar cada posible acuerdo.
En caso de que Bachar logre estabilizar velozmente su propio poder, existe la esperanza de que su conocimiento de Occidente, de los medios de comunicaci¨®n, y la conciencia de la imagen que tiene Siria en el mundo, lo lleven a ser un poco m¨¢s abierto, flexible y cordial que su padre en las negociaciones. Sin embargo, tengo la impresi¨®n de que se hacen ilusiones los que le consideran dispuesto a contentarse con un solo cent¨ªmetro menos de lo que pretend¨ªa su padre.
Algo bueno puede tal vez germinar en esta nueva situaci¨®n: las negociaciones con los palestinos podr¨ªan acelerarse en las pr¨®ximas semanas. El vac¨ªo pol¨ªtico que se ha creado entre Israel y Siria animar¨ªa a ambas partes a superar incertidumbres y temores y a adoptar decisiones dolorosas pero valientes.
Es posible que un segundo proceso d¨¦ comienzo incluso en L¨ªbano. Este pa¨ªs, de hecho bajo control sirio, osar¨¢ tal vez expresar su propia opini¨®n sobre la presencia coercitiva de Siria en su territorio. Las primeras titubeantes voces se han manifestado ya en este sentido en las ¨²ltimas semanas, tras la retirada del Ej¨¦rcito israel¨ª. Ahora que el amenazador l¨ªder de Damasco ha pasado a mejor vida es posible imaginar que estas voces se vean reforzadas, abriendo as¨ª la v¨ªa de la paz tambi¨¦n entre Israel y el L¨ªbano; una paz hasta ahora imposible de lograr, sobre todo a causa de los intereses sirios y probablemente en perjuicio de los libaneses.
Pero ¨¦stas son s¨®lo suposiciones. Por el momento, la situaci¨®n es inestable e imprevisible, y en el aire existe una extra?a sensaci¨®n, como si aqu¨ª, en Oriente Medio, hubiese retumbado un motor muy potente, incansable en programar, organizar, idear, hacer todo lo que estaba en su poder para guiar a los propios connacionales entre los peligros, las promesas, las tentaciones que lo circundaban, entre los peligros del tejido social sirio, entre todos los enemigos, verdaderos o presuntos. Ahora, de golpe, este motor se ha parado, y hasta que no se haga sentir con fuerza el estruendo de uno nuevo, s¨®lo habra silencio.
David Grossman es escritor israel¨ª.
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