Las universidades han patentado m¨¢s de 1.000 inventos en los ¨²ltimos 10 a?os Los centros superiores espa?oles han comercializado el 10% de sus hallazgos
La Universidad espa?ola es due?a de sus propias ideas. En la ¨²ltima d¨¦cada, la instituci¨®n ha decidido no dejar a otros los beneficios del esfuerzo propio y ha resuelto patentar los resultados de sus investigaciones. En ese periodo, las universidades han patentado m¨¢s de 1.000 inventos, aunque s¨®lo un 10% de ellos ha sido comercializado. La mayor¨ªa, por tanto, no pasa de ser una inscripci¨®n protegida. Las invenciones que llegan al mercado reportan, adem¨¢s de prestigio, interesantes incentivos para los implicados. Los ingresos generados se reparten a partes iguales entre los investigadores y la universidad.
Las investigaciones universitarias son ahora capaces de traspasar los muros de los campus. M¨¦todos de conservaci¨®n de los alimentos, procedimientos de reciclaje, aud¨ªfonos o vacunas para mejorar el rendimiento de piscifactor¨ªas han nacido en la ¨²ltima d¨¦cada en los laboratorios universitarios y no han muerto ah¨ª. Sin embargo, hasta hace apenas 10 a?os, las relaciones de la Universidad espa?ola con el exterior eran pr¨¢cticamente imposibles. La Ley de Reforma Universitaria (LRU), de 1989, permiti¨® a "departamentos e institutos universitarios, y su profesorado, contratar con entidades p¨²blicas y privadas la realizaci¨®n de trabajos de car¨¢cter cient¨ªfico, t¨¦cnico o art¨ªstico". Para gestionar esas relaciones comerciales externas, se idearon las Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigaci¨®n (OTRI). Hoy, 52 universidades de las 64 existentes (49 p¨²blicas y 15 privadas) cuentan con ellas. El contacto con el mundo que permit¨ªa la LRU supuso un reto, que, por otra parte, muchos estaban deseando. Se pudo pasar de la investigaci¨®n b¨¢sica a la aplicada. Entonces surgieron avances con utilidad inmediata m¨¢s all¨¢ del recinto universitario. Y para protegerse del tiburoneo cient¨ªfico e industrial, se comenz¨® a patentar, lo que permite mantener la propiedad sobre el trabajo propio durante 20 a?os.
Patentes licenciadas
Sin embargo, quienes gestionan las OTRI est¨¢n de acuerdo en que lo realmente importante no es patentar por patentar. Para ellos, el dato verdaderamente interesante no es el de las m¨¢s de 1.000 patentes registradas, sino el de las algo m¨¢s de 100 licenciadas. ?stas son las que se transforman en artilugios que llegar¨¢n a la calle. Son las que tienen verdadera utilidad social o econ¨®mica.
M? Eugenia Gonz¨¢lez de la Rocha, de la OTRI de la Complutense de Madrid, asegura que "muchos profesores no tienen a¨²n visi¨®n comercial"; es decir, que inventan productos que no se pueden colocar. Los investigadores con mayor visi¨®n comercial se encuentran, por ejemplo, en la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia (10 patentes licenciadas de 41 registradas), Zaragoza (5 de 30), en la de Santiago de Compostela (10 de 52) y en la Complutense de Madrid (6 de 57).
Cuando se intuye la viabilidad econ¨®mica de una invenci¨®n, las OTRI se encargan de negociar. Como la cautela es crucial, muestran su prodigio con un compromiso de secreto, un documento normalizado que obliga a mantener el secreto de todo lo que revele el propietario de la tecnolog¨ªa al posible comprador mientras eval¨²a su bondad. Si hay un inter¨¦s definitivo, las posibilidades son variadas.
La propia universidad puede registrar el producto a su nombre y ceder la fabricaci¨®n y comercializaci¨®n al interesado, bajo un contrato de confidencialidad que obliga a la empresa a no airear los entresijos del producto. En estos casos, el beneficiario de la cesi¨®n abona un monto fijo de dinero m¨¢s un porcentaje de los beneficios (royalties), normalmente entre un 1% y un 3%.
La protecci¨®n dentro del ¨¢mbito nacional es casi gratis para las universidades por ser organismos de investigaci¨®n p¨²blicos. Pero, pasados 18 meses, si el invento tiene inter¨¦s mundial, es necesario ampliar la cobertura o podr¨¢ ser fusilado fuera de Espa?a. Los costes de protecci¨®n transnacional son ahora muy superiores, por lo que, generalmente, el canon fijo se sustituye por la obligaci¨®n de la empresa de hacerse cargo del coste internacional de la patente. Defender la propiedad en la UE puede costar entre dos o tres millones por a?o; pero, casi inevitablemente, hay que protegerse tambi¨¦n de estadounidenses, japoneses y otras naciones potentes, lo que supone otra cantidad similar por pa¨ªs y a?o. S¨®lo las empresas privadas pueden correr con estos costes.
Las universidades han aprendido que, cuando se trata de negociar, el corto plazo es el m¨¢s productivo. Por eso, suelen pactar cesiones inferiores a cinco a?os. Pasado ese tiempo, vuelven a buscar el mejor postor o a renegociar las condiciones.
A veces se cede la propiedad total. Es el caso de ingenios como ciertos microchips, en los que el esfuerzo de dar con sus interioridades es mayor que el de desarrollar un ingenio propio. A las universidades no les interesa gastar en proteger lo que en dos a?os ser¨¢ obsoleto y directamente venden el producto. En otras ocasiones, la venta es m¨¢s et¨¦rea. Es el caso de la cesi¨®n de tecnolog¨ªa en la que se transfiere el know how (el procedimiento). Se vende c¨®mo construir o desarrollar algo, protegiendo el proceso y no el resultado.
En cualquier caso, Jos¨¦ Mar¨ªa Manrique, de la OTRI de la Universidad de Zaragoza, insiste en que "hay que seguir dando prioridad a la investigaci¨®n b¨¢sica" y recuerda que Estados Unidos se entreg¨® en un momento casi totalmente a la investigaci¨®n aplicada para, en los ¨²ltimos a?os, volver a la b¨¢sica con mucha fuerza.
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