Arreglar el coche
Un d¨ªa, el coche no anda. O hace un ruido raro. O resulta que "parece como si no tuviera fuerza". O que, al frenar, chirr¨ªa un poco. As¨ª que uno, con cuidado, se va al taller. Y, con la misma preocupaci¨®n con que se le habla al m¨¦dico, va y dice al hombre del mono azul:-Es que hace un ruido... no s¨¦...
-?Tac, tac, tac?
-No, no... es como taclac, tas, taclac...
Y el hombre, serio y circunspecto, se limpia in¨²tilmente las manos de grasa con un trapo de color indefinido que, luego, guarda en su bolsillo trasero.
-A ver... P¨®ngalo en marcha.
Y uno, sudoroso, pone el coche en marcha. El mec¨¢nico ha levantado el cap¨®. Mira unos segundos. Y levanta la mano:
-Vale.
Uno baja del coche. Casi rezando.
-Pues tiene usted que dejarlo...
-Pero ?qu¨¦ tiene?
-No s¨¦... Hay que verlo.
Ha entrado en el mundo misterioso del taller. En las reparaciones ocultas. En las leyendas que se contar¨¢n luego en la barra del bar, al cu?ado en la sobremesa del domingo. Se hablar¨¢ de mil casos como los cambios de embragues viejos cobrados a precio de reci¨¦n salido de f¨¢brica, de aquel tornillo que se olvidaron de apretar en un taller -de cuyo nombre nadie se acuerda-, de chicl¨¦s pegados que se arreglaron como juntas de culata, de misteriosas pinzas en conductos de aceite, de buj¨ªas desgastadas y mil veces raspadas para que aguanten "mientras cobro".
-Eso es leyenda negra. Es verdad que hay talleres que abusan. Pero son los menos. La mayor¨ªa de los mec¨¢nicos son gente honrada que hace su trabajo con profesionalidad.
Vicente Barroso es -a qu¨¦ negarlo- mec¨¢nico, due?o de un taller. Empez¨® en esto hace ya m¨¢s de 30 a?os. Y reconoce que hay picaresca y que hay gente que abusa. Que en los 5.500 talleres que hay en la Comunidad de Madrid, por no irse m¨¢s lejos, no hay tanto fraude como la gente se empe?a en creer. Que otra cosa es que la gente, al no saber de mec¨¢nica, de motores o de luces, se asuste ante una factura, ante una reparaci¨®n. Y que luego los casos se magnifiquen, se corran de boca en boca y de una excepci¨®n, se haga generalidad. Pero no hay tanto fraude.
El caso es que las cifras parecen dar la raz¨®n a Vicente. En Madrid capital circulan todos los d¨ªas en torno a 1.300.000 autom¨®viles y cerca de 120.000 motocicletas. Bueno. Pues en 1999 hubo un total de 5.089 reclamaciones relacionadas con arreglos en talleres mec¨¢nicos.
Mar¨ªa Teresa Jim¨¦nez, jefe del departamento de Protecci¨®n al Consumidor del Ayuntamiento de Madrid, cree, como Vicente Barroso, que hay mucho de exageraci¨®n y que, normalmente, los talleres hacen un buen trabajo.
Sea como fuere, el a?o pasado el Ayuntamiento trat¨® 85.045 asuntos, entre reclamaciones, informaciones y denuncias. Servicios se llev¨® la palma con 46.089 quejas. En este ep¨ªgrafe, en el que se encuentra incluido el autom¨®vil, las reclamaciones -ya est¨¢ dicho- fueron menos de 6.000. De ellas, casi 2.000 correspondieron a mal funcionamiento de autom¨®viles nuevos y 976 defectos en coches de segunda mano. El resto se trata de quejas por reparaciones defectuosas -2.000 de autom¨®vil y 149 de motos.
A Fernando Fern¨¢ndez se le estrope¨® el coche. Algo que le pasa a cualquiera. Y Fernando llev¨® el coche a un taller. Como hace cualquiera. Aparentemente, el autom¨®vil no presentaba problemas cuando, despu¨¦s de pagar religiosamente, se fue con ¨¦l a su casa. Los problemas vinieron despu¨¦s. Se lo hab¨ªan reparado tan bien que no se paraba.
-?C¨®mo que no se paraba?
-Que no se paraba. Llegu¨¦ a casa y no hab¨ªa manera de parar el motor. Cerraba la llave y el coche segu¨ªa funcionando. Era cosa de verse.
Fernando no present¨® reclamaci¨®n. En muchas ocasiones la gente trata de arreglar las cosas por su cuenta.Pero otros acuden a las oficinas de defensa del consumidor. Se intenta primero una mediaci¨®n y, si no da resultado, se va al arbitraje de consumo. En 1999 se celebraron 97 vistas por problemas de reparaciones en talleres mec¨¢nicos.
No son tantas, si se tiene en cuenta que por quejas de tintorer¨ªas, en 1999 se celebraron 426 y por reclamaciones en reparaci¨®n de electrodom¨¦sticos, 168.
Como dice Mar¨ªa Teresa Jim¨¦nez, el usuario suele ignorar sus derechos. No sabe, por ejemplo, que es obligatorio un presupuesto pormenorizado de la reparaci¨®n, que la factura tiene que ir minuciosamente detallada o que el mec¨¢nico tiene la obligaci¨®n de entregar al cliente las piezas sustituidas.
Los usuarios, en cuesti¨®n de autom¨®viles, ignoran casi todo. Vicente Barroso cuenta c¨®mo lleg¨® un se?or con su coche y le dijo:
-Mire usted, me temo que por el calent¨®n se nos ha fundido el transistor.
O el de aquella se?ora que al ir a recoger el coche, al que se le hab¨ªa hecho una puesta a punto para la ¨¦poca veraniega, pregunt¨® muy interesada que le explicaran exactamente para qu¨¦ serv¨ªa cada pedal, porque, desde el verano anterior, ya se le hab¨ªa olvidado la funci¨®n de cada uno.
Pero tambi¨¦n cuenta Vicente c¨®mo le llego un hombre con un dos caballos y le ense?¨® una factura en la que se recog¨ªa que le hab¨ªan puesto cuatro buj¨ªas. Algo realmente extraordinario, si se considera que ese tipo de veh¨ªculos s¨®lo tiene dos cilindros.
A Juan B. L¨®pez le ocurri¨® algo parecido. Algo que dice -y muy bien- de unos talleres y -muy mal- de otros. En uno le dijeron que ten¨ªan una mala noticia. Que ten¨ªan que cambiarle la culata. Una aver¨ªa para la que le presupuestaron m¨¢s de 200.000 pesetas. En otro taller le hicieron una peque?a reparaci¨®n que le permiti¨® continuar con el mismo coche, sin tanto gasto y con las mismas prestaciones.
Y es que, a veces, el buen hacer sustituye a la falta de piezas. Un simple muelle de un bol¨ªgrafo ha servido para solucionar un problema puntual y urgente.
Es que, como asegura Br¨ªgido Mar¨ªn, con 40 a?os en la profesi¨®n, las cosas han cambiado mucho. ?l recuerda cuando los coches eran asunto de mec¨¢nica, de oficio.
-Ahora, mire usted, todo son chips y ordenadores. Todo son cajas que se usan y se tiran. Antes... Antes hab¨ªa mec¨¢nicos, gente que conoc¨ªa su oficio. Ahora... ?qu¨¦ quiere que le diga? ?Se acuerda usted de los seiscientos? Eso s¨ª que era un coche. Sab¨ªas lo que ten¨ªas que arreglar y d¨®nde estaba cada cosa.
A Br¨ªgido le llevaron un d¨ªa ante la Oficina de Consumidores. Fue una de esas 247 reclamaciones efectuadas a trav¨¦s de la propia oficina. El resto -1.797- se hicieron utilizando el servicio telef¨®nico. Fue por 7.000 pesetas. Por una aver¨ªa de la v¨¢lvula del electroventilador y el termostato.
No es que niegue que haya fraude, aunque no tanto como se dice. Cree que el cliente debe confiar en su mec¨¢nico. Que es importante acudir siempre al mismo taller. Y Vicente tambi¨¦n es partidario de lo que ¨¦l llama mec¨¢nico de cabecera.
Y que los talleres tengan un personal profesionalizado. Que vuelvan los aprendices. El responsable de un taller que prefiere omitir su nombre para no herir susceptibilidades cuenta que, una vez, necesit¨® un goni¨®metro -c¨ªrculo que mide grados-. Ning¨²n taller lo ten¨ªa.
"Esto va a ser cosa del b¨¦ndix"
A veces, un coche se convierte en un dolor. Una angustia de meses. A veces, un coche nuevo sufre un accidente. Y, a partir de entonces, el coche es otro. El coche, ese que tan bien conoc¨ªamos, del que sab¨ªamos todo, sus ruidos, sus defectos, sus alegr¨ªas, se convierte -?ay!- en un extra?o.JB es m¨²sico. Su coche es un instrumento m¨¢s de trabajo. En ¨¦l lleva los instrumentos, transporta a sus colegas, acude a los conciertos. JB llevaba tiempo d¨¢ndole vueltas y, al final, decidi¨® comprarse un coche. El coche que necesitaba: r¨¢pido, amplio, moderno. JB se hab¨ªa comprado el autom¨®vil de su vida. Era feliz. Un d¨ªa, la lluvia, el cansancio, la mala carretera, o yo qu¨¦ s¨¦, hizo que su maravilloso coche se saliera de la carretera. Un accidente con suerte. El coche qued¨® destrozado. A ¨¦l no le pas¨® nada.
JB pens¨® que le dar¨ªan siniestro total, que, aunque lejos de su estilo musical, algo ten¨ªa que ver con su oficio. Pero no. La compa?¨ªa decidi¨® que el coche ten¨ªa arreglo. El presupuesto fue de casi 2,3 millones de pesetas, 400.000 menos de lo que hab¨ªa pagado por ¨¦l. Tuvo el accidente en el oto?o de 1999. La reparaci¨®n dur¨® cuatro largos meses.
-Sin coche. Esperando. Cada vez que iba por el taller ve¨ªa el autom¨®vil abandonado a la puerta. Me dec¨ªan que faltaban piezas. Y nunca empezaban.
Un d¨ªa, por fin, le devolvieron el autom¨®vil.
-Estaba espantoso, lleno de barro, sucio por los meses que hab¨ªa permanecido abandonado. Lo mejor es que en la factura me cobraban 30.000 pesetas por la limpieza. Hab¨ªa luces de testigos que no se apagaban. El casete hac¨ªa un ruido espantoso, las puertas chirriaban como en una pel¨ªcula de miedo. El cap¨® costaba abrirlo. Parec¨ªa que ten¨ªa 100.000 kil¨®metros. Y, cuando tuve el accidente, hac¨ªa s¨®lo dos meses de su compra.
JB tuvo que devolver el coche. Reclamar. Insistir.-Me arreglaron algunas cosas. Pero es como si ¨¦ste no fuera mi coche. Yo preguntaba y me dec¨ªan que es que hab¨ªan tenido que hacerlo de nuevo. Y me hablaban de cosas que yo no entend¨ªa. Por ejemplo, hab¨ªa una rueda rajada y se negaron a cambi¨¢rmela diciendo que no era del accidente.
Le dieron una factura de nueve p¨¢ginas. Algunos conceptos entran en lo misterioso: "Rev¨¦s.sup.montan/a/i", o denominaciones como lamelunas o ireak.
-Esto es como lo del b¨¦ndix. ?Se acuerda? Cuando llegabas a un taller y te dec¨ªan: 'Esto va a ser del b¨¦ndix'. Y t¨² te dec¨ªas: no s¨¦ lo que es el b¨¦ndix, pero suena a car¨ªsimo.
Por cierto, seg¨²n explican en un taller, el b¨¦ndix es una marca comercial del pi?¨®n de ataque del motor de arranque.
Est¨¢ clar¨ªsimo.
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