Fin de temporada MARCOS ORD??EZ
1. Estos tres. Un juego peligroso: Faros de color, del dramaturgo (y director y psicoanalista argentino, casi parece una redundancia) Javier Daulte, en la sala Beckett. La obra ya no est¨¢ en cartel -10 d¨ªas, por imperativos de programaci¨®n, supongo-, pero me apetece hablar del trabajo de Daulte y de sus tres formidables int¨¦rpretes, y escribir aqu¨ª sus nombres -Gabriela Izcovich, Mar¨ªa Onetto, H¨¦ctor D¨ªaz- confiando en que ustedes los retengan en la memoria para cuando vuelvan, que volver¨¢n, seguro, la pr¨®xima temporada. Daulte e Izcovich dirigen el montaje, y simplemente dir¨¦ que no se me ocurre una forma mejor de poner en pie este texto. He escrito antes "juego peligroso" porque Faros de color ten¨ªa todos los n¨²meros para dejarnos imp¨¢vidos, para caer en el artificio teatral puro y duro. Cuando en un texto dram¨¢tico no hay una sola certidumbre, cuando todo puede ser "otra cosa", cuando las aguas on¨ªricas lo empapan todo, el inter¨¦s del espectador tiende a vagabundear por el techo de la sala. ?C¨®mo hacer que el juego resulte sugestivo, intrigante, vivo? En el texto, por los contrastes relampagueantes: doblamos una esquina tr¨¢gica y nos damos de narices con el humor, un humor negr¨ªsimo y cruel. En el escenario, por la carne y la t¨¦cnica y la entrega de los actores. Faros de color podr¨ªa ser una novela de Manuel Puig reescrita -o reso?ada- por C¨¦sar Aira. Si no conocen a C¨¦sar Aira, aprovecho para recomend¨¢rselo. Mondadori ha publicado dos libros suyos: C¨®mo me hice monja y La mendiga. C¨¦sar Aira es argentino y est¨¢ considerablemente loco. Yo no "entiendo" sus historias, pero su modo de contarlas me atrapa, me seduce mucho. Son, como Faros de color, artificios que no se ocultan, pero en los que late una irracionalidad muy intensa, muy verdadera. En C¨®mo me hice monja nadie se hace monja, al menos en sentido literal. La voz narradora es la de un ni?o que habla de s¨ª mismo como si fuera una ni?a, y adem¨¢s est¨¢ muerto, o muerta, ahogada/o en una gran cuba de helado de fresa. Un material como para salir pitando. Pero no, te quedas, porque la voz te atrapa. Daulte ha conseguido lo mismo. Yo creo que lo que sucede en Faros de color sucede en la mente de una pobre enferma, una posible loca llamada Rafaela. El escenario de la Beckett parece la met¨¢fora perfecta de su cerebro: una habitaci¨®n vac¨ªa, desmesurada, con grandes zonas de sombra, con puertas que se abren y se cierran con violencia. Con personajes que son distintos a cada entrada, con im¨¢genes que siguen la rara l¨®gica asociativa de los sue?os. Ha habido un crimen, apenas iluminado por las luces traseras -faros de color- de un autom¨®vil. Faros rojos que "se convierten" en las cuencas vac¨ªas, ensangrentadas, de un perro guardi¨¢n, con los ojos atravesados por las p¨²as de un s¨¢dico collar de castigo. Un perro ciego que no deja de aullar alrededor de la habitaci¨®n vac¨ªa. ?Tiene sentido? No. ?Tiene fuerza? Mucha. Demasiada; me cost¨® varios d¨ªas quitarme esa puta imagen de la cabeza. Rafaela (Gabriela Izcovich) tuvo, nos dicen -o le dicen-, dos gemelos, uno de los cuales muri¨®. Hay dos hombres en su vida, en la habitaci¨®n vac¨ªa: Carlos y Jerem¨ªas, interpretados por el mismo actor, H¨¦ctor D¨ªaz. ?Existe realmente Jerem¨ªas, el posible ejecutor del crimen, o es una proyecci¨®n de la mente de Rafaela? Buena pregunta. Lo interesante es que cuando entra H¨¦ctor D¨ªaz como Carlos ves a Carlos, peque?o, mezquino, cuadriculado, y cuando entra como Jerem¨ªas es otro, sucio, salvaje, perdido, y son el mismo gran actor. O Margaret. ?Qui¨¦n diablos es Margaret? ?La veterinaria que ha llegado para acabar con el perro ciego o la hermana de Rafaela, despu¨¦s de que la pobre Rafaela se quedara dormida viendo ?Qu¨¦ fue de Baby Jane? A la gente como Rafaela no deber¨ªan dejarles ver seg¨²n qu¨¦ pel¨ªculas. Se quedan fritas por la medicaci¨®n y les da por so?ar que una veterinaria es Joan Crawford. Es un gran placer teatral ver a Gabriela Izcovich pasar, en un pisp¨¢s, del helado sarcasmo de una se?ora bien, una criatura de Puig, a la locura de un personaje de Aira, con el cerebro convertido en materia l¨ªquida, en agua de sue?o. Casi como ver a Fanny Brice haciendo Extra?o interludio a velocidad de crucero, hasta dejarlo en una hora de espect¨¢culo, de delirio. Pedazo de actriz, se?ores, de las que te recita la gu¨ªa telef¨®nica de Buenos Aires y te quedas a o¨ªrla. Y Mar¨ªa Onetto, otra que tal: parece la respuesta porte?a a Dianne Wiest, y tampoco puedes apartar los ojos de ella, haga lo que haga. Tiene un mon¨®logo en el que cuenta que la mayor parte de su cuerpo est¨¢ hecho de piezas de pl¨¢stico, despu¨¦s de un accidente, y funciona, y c¨®mo, porque lo est¨¢ contando con todo su cuerpo; el texto es un simple trampol¨ªn -nada simple, ojo- para las piruetas que su cuerpo da en el vac¨ªo, hasta caer de pie. Yo, que soy muy clasicote, hubiera preferido ver a estos tres haciendo, por ejemplo, Old times, de Pinter, pero entiendo que ya debieron hartarse de hacerla en la secundaria. Quiz¨¢, para mi gusto, Faros de color abre demasiadas puertas y cierra muy pocas, y te deja con muy pocos asideros. Pero ellos tres tampoco los tienen. Juegan a pelo, y juegan muy fuerte. Javier Daulte tambi¨¦n juega muy fuerte. Godard: "A quien se atreve a saltar al vac¨ªo no se le pueden pedir cuentas".2. Frontera. Qu¨¦ dif¨ªcil es escribir de danza, "explicar" por qu¨¦ funciona un espect¨¢culo y otro no. Yo veo muy poca danza porque me aburro mucho, pero voy siempre a ver los espect¨¢culos de Ramon Oller y la Compa?¨ªa Metros: rara vez me defraudan. Digamos que ante un buen espect¨¢culo de danza respiro mejor porque me acompaso con lo que sucede en el escenario. Y la respiraci¨®n de un espect¨¢culo de Ramon Oller suele ser muy natural, muy fluida. No te das cuenta y ya est¨¢s bailando, ya est¨¢s respirando con ellos. ?Se acuerdan del principio de Vania en la calle 42, cuando parec¨ªa que la obra a¨²n no hab¨ªa empezado y t¨² ya estabas dentro, ya te hab¨ªan llevado al huerto? En Frontera, el nuevo trabajo de Oller / Metros en el Nacional, pasa un poco lo mismo. Entra una m¨²sica caribe?a, muy suave, como una brisa, y una muchacha comienza a bailar, como si la brisa la empujase, y un muchacho se suma a ese baile, como un eco o un reflejo, y ya ha empezado Frontera, ya estamos dentro. ?Por qu¨¦ se respira bien en los espect¨¢culos de Ramon Oller? Porque no hay movimientos previsibles. Ni m¨²sicas previsibles. Lo peor, para m¨ª, de la danza contempor¨¢nea es la excesiva codificaci¨®n de sus movimientos. A menudo ves gimnasia, tablas de gimnasia que ya has visto mil veces. Gimnasia Bausch, gimnasia Kermaeker, gimnasia Lim¨®n... Hablando de Pina Bausch, me acuerdo de que la temporada pasada, por estas mismas fechas, Pina Bausch present¨® en el Nacional Masurca Fogo, que hac¨ªa pensar en la versi¨®n bailada del Club Mediterran¨¦e: danza tur¨ªstica. Frontera, para mi gusto, le da veinte vueltas. Pocos espect¨¢culos he visto que esquiven tan bien el t¨®pico a la hora de mezclar el flamenco, aqu¨ª encarnado, nunca mejor dicho, en Bel¨¦n Maya, y la danza contempor¨¢nea. Y no s¨®lo Bel¨¦n Maya. En Frontera est¨¢, otro regalo, Mayte Mart¨ªn, y tambi¨¦n su entrada, su intervenci¨®n, est¨¢ espl¨¦ndidamente coreografiada: Canta como si bailase, entra y sale de la funci¨®n con el ritmo exacto. En esas cosas es donde se percibe la mano, el talento, el sentido de la medida de un gran core¨®grafo. Se baila mucho, much¨ªsimo, en Frontera. Oller tiene ah¨ª a ocho bailarines de primer¨ªsima fila: Cristina de Anciola, Jes¨²s de Vega, Johanna Laber, Th¨¦r¨¨se Lorenzo, Philippe Mesia, Thierry Mart¨ªnez, Sandrine Rouet, Francisco Villalta. Vi el espect¨¢culo la semana pasada, con el teatro -sala Tallers- lleno. Ha estado ¨²nicamente 10 d¨ªas en cartel, del 8 al 18. ?Por qu¨¦? Porque, me dicen, los espect¨¢culos de danza s¨®lo est¨¢n 10 d¨ªas en el Nacional. No lo entiendo. No entiendo que un espect¨¢culo que no funciona, la Gata de Arias, siga en cartel porque as¨ª se estipul¨®, y que Frontera, que podr¨ªa seguir llenando, salte de la programaci¨®n. ?No habr¨ªa forma de flexibilizar la programaci¨®n del Nacional, pregunto? ?O de recuperar Frontera para la pr¨®xima temporada? Aunque me temo que a ¨¦stos ya no les pilla un galgo: o mucho me equivoco, o Frontera se estar¨¢ hinchando a hacer bolos por Europa en la pr¨®xima temporada.
3. Una revelaci¨®n. Una revelaci¨®n. La semana pasada, cosa de ir abriendo boca ante el Little Night Music que se estrena en el Grec esta noche, tuve mi aperitivo Sondheim. Un taller, en el Institut, dirigido por Joan Abell¨¢n con sensibilidad, con gran elegancia y con verdadero amor por el musical: Cors trencats, una singular versi¨®n de Marry me a little (que aqu¨ª estrenaron Nina y Pep Anton Mu?oz en la Villarroel) para tres voces, con incrustaciones de Follies, de Pasionella, de Dick Tracy y Saturday night. Y con una sorpresa, la revelaci¨®n de una actriz cantante muy joven y con much¨ªsimas posibilidades: Eva de Luis, capaz de servir por igual el cinismo de Can that boy foxtrot! y la desolaci¨®n de Losing my mind. Nos vemos esta noche en el Grec. Y ma?ana, y el otro. Y en el Romea, con uno de los musicales m¨¢s esperados: El temps de Planck. Se acaba la temporada, pero empieza un Grec suculento. Ya les contar¨¦.
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