Dureza, dureza y dureza
Nada de recortar recorridos o eliminar monta?as, el Tour es el Tour
Lejos del Tour las nefastas tentaciones de modernidad porque s¨ª. La gran carrera francesa, uno de los monumentos del deporte mundial, es porque ha sido. Esto es: vive, bebe, de su pasado y de su leyenda. Y cuando otras pruebas ciclistas, como la Vuelta, se devanan los sesos buscando nuevas f¨®rmulas de emoci¨®n, gusto y placer, el Tour, no. El Tour propone a?o tras a?o, y este 2000, el ¨²ltimo del siglo XX no es una excepci¨®n, dureza, dureza y dureza. El Tour es el Tour. Francia tiene monta?as y los corredores se han hecho grandes escal¨¢ndolas. Francia tiene rectas y viento y los ganadores del Tour han sido capaces de sobrevivirlas. El Tour es una f¨¢brica de campeones."Pero estos campeones...", dice Miguel Indur¨¢in, el ¨²ltimo que alcanz¨® el pante¨®n del ciclismo con sus cinco victorias consecutivas en el Tour (1991-1995). "Pero estos campeones...", repite el navarro, aqu¨ª de visita en el Tour. "Estos campeones son tirando a raros. Han estado todo el a?o escondidos. Los aficionados no saben de ellos m¨¢s que los cotilleos, que si el peso de Ullrich, el libro y los millones de Armstrong, los problemas de Pantani. Llegan al Tour sin referencias y sin victorias antes. No s¨¦, no s¨¦. Y eso que dec¨ªan que yo en mis tiempos s¨®lo pensaba en el Tour. Su problema, adem¨¢s, es que s¨®lo uno podr¨¢ ganar el Tour. Y los dem¨¢s habr¨¢n tirado as¨ª su temporada". Esto es as¨ª, Indur¨¢in: el Tour sigue siendo una carrera antigua pero el ciclismo moderno exige lo contrario al despilfarro o a la generosidad en el esfuerzo: exige dedicaci¨®n, concentraci¨®n en un objetivo ¨²nico. Y el Tour es el ¨²nico objetivo que puede justificar toda una temporada. El Tour, se dice, da a los ciclistas el derecho a llamarse ciclistas, el carnet de corredor. Y a muchos, s¨®lo participar les justifica.
Es tanto el Tour que una victoria de etapa no s¨®lo justifica todo el a?o de un ciclista, sino hasta toda la valoraci¨®n de la calidad de un equipo. Y premios menores, como el reinado de la monta?a, el maillot verde de la regularidad, entran con todos los honores en el palmar¨¦s de los corredores. As¨ª que el Tour, generoso, debe dar oportunidades a todos. A los rodadores y sprinters, en las primeras y en las ¨²ltimas etapas. A los escaladores en cinco m¨¢s, a los todoterreno en el resto. Los directores, los grandes estrategas, no llegan al Tour as¨ª como as¨ª. Son estudiosos de su ciencia. Antes de abordar cada etapa saben qu¨¦ piezas se pueden mover, qu¨¦ buscan, en qu¨¦ sentido les pueden beneficiar. Saben que los primeros d¨ªas, una vez establecida la jerarqu¨ªa en las contrarreloj, son normalmente de sprinters, pero que los sprinters, y sus equipos, no son todos iguales. No estar¨¢ Cipollini (14 triunfos de etapa), por lo que no estar¨¢ el viejo senador Calcaterra: sin su matem¨¢tico al frente del pelot¨®n de caza, las escapadas pueden tener m¨¢s posibilidades de alcanzar su objetivo. Y tambi¨¦n saben que la gran aspiraci¨®n de Zabel, el otro l¨ªder del Telekom, m¨¢s que la de a?adir victorias de etapa a su palmar¨¦s es la de ganar su quinto 2maillot verde consecutivo, rompiendo as¨ª el empate hist¨®rico por el primer puesto con el irland¨¦s Sean Kelly.
Las etapas de monta?a (cinco y todas altas: una en los Pirineos, tremendo el estreno con las r¨ªpidas rampas del Marie Blanque; otra aislada en el Mont Ventoux; tres en los Alpes, con siete puertos por encima de los 2.000 metros) tienen tambi¨¦n su propia vida. S¨ª, se supone que all¨ª es donde se decidir¨¢ el ganador del Tour, pero al lado de ese inter¨¦s convive el deseo de gente como Jim¨¦nez o Heras de marcar con una victoria su sue?o de Tour; o el inter¨¦s de alguien como Virenque, cinco veces rey de la monta?a. El primado de Bahamontes y Van Impe, seis veces coronado, corre el riesgo de tener que admitir otro part¨ªcipe.
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