Todos contra Zidane
La estrella francesa no brill¨® por el f¨¦rreo marcaje al que fue sometido por los jugadores italianos
Zidane recibi¨® la pelota y Totti baj¨® diez metros para engancharlo. Fue al suelo. Zidane avanz¨® por la frontal del ¨¢rea italiana y Nesta lo cort¨® en seco con un tackle rasante. Zidane intent¨® hacer un control y Cannavaro lo barri¨®. Se cogi¨® el tobillo dando se?ales de dolor, en la hierba. La vida de Zidane no result¨® nada f¨¢cil ayer por la tarde. Con y sin la pelota, Zidane roz¨® la impotencia. ?C¨®mo desmoralizar en dos horas al mejor futbolista del mundo cuando atraviesa su pico de rendimiento? ?C¨®mo desenchufar al jugador m¨¢s creativo del planeta? ?C¨®mo hacer para que un perfecto estratega pierda la br¨²jula? La respuesta, en poder de gente m¨¢s prosaica: el calvo Di Biagio, el atl¨¦tico Nesta, el aseado Albertini, o el pist¨®n Cannavaro. Una caterva de funcionarios, si se los coteja con Zidane."?Allez, allez, vafanculo!", gritaban los hinchas italianos, rugiendo como en una caldera, en la esquina este del estadio De Kuip. Estaban felices de ver lo incre¨ªble. Hab¨ªan comenzado la Eurocopa sin demasiada fe en un equipo, y de pronto, ante sus ojos, se abr¨ªa un panorama deslumbrante: el que ofrec¨ªan Francia y Zidane en medio de su agon¨ªa.
Los tifosi hicieron temblar el estadio cuando vieron a Zidane desconectado de su equipo. S¨®lo dispon¨ªa de Henry por delante, para aprovecharse de sus pases filtrantes. Dugarry y Djorkaeff siempre estuvieron de espaldas.
Con el bal¨®n en poder de Francia, Zidane tampoco jug¨® a su aire. Fue sometido a una terapia de aislamiento por parte de los italianos. Entre dos y tres oponentes se interpusieron en la l¨ªnea de pase, para que no pudiera recibirlo. Por detr¨¢s, Totti. A cada lado, Di Biagio y Albertini. Por delante, Nesta, atac¨¢ndole los tobillos cada vez que controlaba el bal¨®n de espaldas. Y en algunos casos hasta Fiore baj¨® a incordiarle. Zidane padeci¨® el desconcierto. Los ¨¢nimos que descend¨ªan de la grada ocupada por los hinchas franceses valieron de poco. "?Zizou-Zizou-Zizou...!".
Zidane fatig¨® en tierra extra?a, rodeado de enemigos, literalmente. El rechazo entre Zidane y Cannavaro, por ejemplo, es at¨¢vico. Un desprecio espont¨¢neo parece surgir de ambos, a simple vista. Desde el comienzo, en cada interrupci¨®n del partido, se cruzaron dos miradas afiladas. Luego, Cannavaro no escatim¨® patadas cada vez que el astro franc¨¦s avanz¨® por su zona con el bal¨®n al pie. L¨®gico. Sus formas de entender una misma profesi¨®n son tan antag¨®nicas que no es extra?o que se caigan mal. "El f¨²tbol es lucha y sufrimiento antes que diversi¨®n. Primero hay que ganar, y para ganar hay que sufrir", proclamaba el central del Parma en la v¨ªspera. "Es preciso jugar con un conductor del juego para que la gente disfrute m¨¢s viendo este deporte", dec¨ªa Zidane, d¨ªas antes.
El franc¨¦s es un tipo introvertido que huye de los focos. Piensa en la est¨¦tica del juego y se le nota cada vez que toca el bal¨®n: es una forma de caricia. El italiano, compacto y altisonante, suele rechazarlo expeditivamente. Por eso, cada vez que Cannavaro y Zidane se miraron, saltaron chispas.
Zidane no tuvo su noche, o no le dejaron tenerla. Pero su gran juego a lo largo de todo el torneo fue recompensado. Ya tiene otro t¨ªtulo en la solapa, y posiblemente, el bal¨®n de oro, a la vuelta de la esquina.
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