Francia confirma su hegemon¨ªa
Los campeones del mundo derrotan con un gol de oro a una honorable Italia que ganaba en el ¨²ltimo minuto
En su negativa a aceptar una derrota que parec¨ªa segura, Francia demostr¨® madera de campe¨®n. Confirm¨® ante Italia que se encuentra a la cabeza del f¨²tbol europeo, a pesar de no aprovechar suficientemente su abundante cosecha de jugadores. Cuando no hubo m¨¢s remedio, los franceses enviaron a toda su artiller¨ªa para contestar al gol de Delvecchio en el segundo tiempo de un partido que comenz¨® entre precauciones y acab¨® a todo trapo, con un vigor digno de una final que enfrent¨® a dos pa¨ªses de tradici¨®n y prestigio. Y ante la Francia que revalid¨® en Rotterdam su t¨ªtulo mundial, Italia opuso una honorable resistencia, hasta el punto de elevar algunas preguntas que merecen una respuesta en el futuro: ?por qu¨¦ se limita tanto a un equipo que en el segundo tiempo puso en graves aprietos a Francia? ?por qu¨¦ Totti y Del Piero no pueden jugar juntos, si la realidad dice lo contrario? ?por qu¨¦ Italia no se libera de los prejuicios represivos?Por una vez Italia no cay¨® en el tremendismo defensivo para detener a su adversario. Naturalmente no se tom¨® ninguna licencia en el juego de ataque y siempre estuvo m¨¢s pendiente de cuidar su ¨¢rea que de buscar la de Francia. Durante casi todo el partido, Delvecchio tuvo que buscarse las lentejas sin ayuda apreciable de Totti y Fiore, que nunca se incorporaron a las posiciones de remate en el primer tiempo. Todo estaba demasiado calculado como para permitirse aventuras impensables, pero esta vez Italia no se resign¨® al claudicante papel que asumi¨® frente a Holanda. Cuid¨® todos los detalles t¨¢cticos y dio prioridad a la defensa sobre el ataque, al menos hasta que entr¨® Del Piero y convenci¨® a todo el mundo de la saludable sociedad que pod¨ªa formar con Totti. El efecto del cambio de Fiore por Del Piero actu¨® como un rel¨¢mpago sobre el equipo, que marc¨® inmediatamente. Y no por casualidad. En contra de los que han considerado una herej¨ªa la reuni¨®n de Totti y Del Piero en el equipo, los hechos demostraron lo contrario en la final. No s¨®lo Italia abandon¨® la vulgaridad anterior, sino que introdujo un factor que modific¨® el partido de punta a punta. El encuentro, que se hab¨ªa jugado de manera muy contenida durante todo el primer tiempo, adquiri¨® belleza y dramatismo a partes iguales. Ayud¨® el gol, pero algo cambi¨® definitivamente con la presencia de Del Piero en el partido y la euforia que provoc¨® en las filas italianas, y muy especialmente en Totti, que se sinti¨® liberado.
Antes de que el partido se rompiera en el mejor sentido de la palabra, Francia no asumi¨® con plenitud su papel de campe¨®n del mundo. Ni tan siquiera se vio en el compromiso de romper catenaccio alguno. Italia se defendi¨® con orden, bastante m¨¢s lejos de su portero que en otras tardes y sin decretar prisi¨®n para Zidane. El astro franc¨¦s estuvo vigilad¨ªsimo, por supuesto, pero no recibi¨® un tratamiento de choque, ni se encontr¨® al Magri?¨¢n de turno. Ah¨ª se comprob¨® la dependencia real que tiene Francia de un jugador que, en su mejor versi¨®n, multiplica el rendimiento del resto de los jugadores. Sin Zidane en plenitud, el f¨²tbol resultaba demasiado forzado, sin naturalidad, con varios defectos que ya se hab¨ªan anunciado con anterioridad. El desuso que hizo Francia de los costados favoreci¨® el buen orden defensivo italiano, donde Nesta y Cannavaro se batieron como leones y donde Maldini s¨®lo tuvo una preocupaci¨®n menor: detener a Thuram, un central con un f¨ªsico privilegiado y con ideas muy poco claras cuando tiene que progresar por el ala derecha. Francia, como tantas otras veces, se oblig¨® a caer en el embudo. Siempre por el medio, sin inter¨¦s por abrir el campo por los lados, su juego cay¨® en la esterilidad.
Si las posibilidades de Italia se reduc¨ªan a alguna acci¨®n de Delvecchio frente a los estupendos Blanc -el mejor del partido- y Desailly, las de Francia depend¨ªan de Henry. Donde Delvecchio saca provecho del manejo de su cuerpo en los choques, Henry lo consigue a trav¨¦s de su velocidad. Con la diferencia de que, libra por libra, Henry es mejor. Durante todo el partido fue una amenaza muy seria para los defensas italianos, que s¨®lo flaquearon por el lado de Iuliano. A la vista del tacticismo, el partido daba para poco. Toldo, que se hab¨ªa distinguido en todos los encuentros anteriores, apenas intervino. Sin apenas ruido, Italia mandaba a control remoto.
El segundo tiempo fue de otra pasta. Entr¨® Del Piero, se elev¨® Totti, se liber¨® la selecci¨®n italiana y lleg¨® el gol. La jugada comenz¨® con un delicado taconazo de Totti a Pessotto, que progres¨® por la derecha y coloc¨® un centro envenenad¨ªsimo. Delvecchio se adelant¨® a los centrales y marc¨®. El tanto provoc¨® el clamor de la hinchada italiana y la euforia del equipo. Durante diez minutos se pens¨® en la inminencia del segundo tanto -Del Piero tendr¨¢ que pechar con los dos remates que fall¨® ante Barthez-, pero Francia cambi¨® aqu¨ª y all¨¢ -salieron Dugarry y Lizarazu, entraron Wiltord y Pires- y Zidane decidi¨® encabezar las operaciones. Los franceses inclinaron el campo, con un protagonismo indiscutible de Henry, imparable por el lado izquierdo. La habilidad de Wiltord a?adi¨® m¨¢s dificultades a la defensa italiana, que ahora s¨ª soportaba de mala gana el arre¨®n. Fue el momento de Nesta, Cannavaro y Maldini. De la firmeza de los tres y de la desesperaci¨®n que se observaba en los franceses, s¨®lo pod¨ªa presumirse la victoria italiana. Pero en el ¨²ltimo minuto Wiltord logr¨® controlar un bal¨®n en el ¨¢rea, con un metro de espacio por fin, suficiente para cruzar un remate espectacular.
El empate vino a consagrar el arrebatado tono del encuentro en la segunda parte. Un encuentro sosainas se hab¨ªa convertido en un duelo trepidante. Con una superpoblaci¨®n de delanteros -Henry, Trezeguet, Wiltord- y un centrocampista de ataque -Pires- oficiando como lateral izquierdo, el empate propuls¨® a los franceses. Como suele ocurrir en estos casos, el que viene desde atr¨¢s saca ventaja. En la pr¨®rroga, Francia empuj¨® un poco m¨¢s -con Zidane decisivo en la b¨²squeda de rendijas- y acab¨® con la resistencia de Italia. Pires amag¨® a Cannavaro, se escap¨® con rotundidad y envi¨® el centro definitivo. Trezeguet lo enganch¨® de aire y lo clav¨® en la porter¨ªa. Dos a?os despu¨¦s de conquistar el Mundial, ese gol significaba la confirmaci¨®n de Francia como jerarca del f¨²tbol.
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