El yo
Hace unos a?os, tal vez seis, mucho antes de que la prensa empezara a preocuparse por la educaci¨®n p¨²blica y las reformas a que ha sido sometida, una servidora se dedic¨® a viajar por Espa?a (o como se llame esto) a fin de promocionar en los colegios un librito juvenil que m¨¢s tarde se har¨ªa muy popular. Hubo experiencias para todos los gustos, experiencias conmovedoras, de maestros que eran h¨¦roes y salvaban con su vocaci¨®n todas las carencias de ambientes muy deprimidos. Pero, desgraciadamente, aquellos viajes me dejaron la desalentadora sensaci¨®n de que hab¨ªa otra gran corriente que se dejaba llevar por unas ideas que poco a poco han ido caminando hacia la cat¨¢strofe.Esta ciudadana de Madrid viaj¨® a Lanzarote, a un colegio p¨²blico, para dar una charla. La directora del centro me pareci¨® tan abierta que me explay¨¦ sobre la ignorancia que ven¨ªa observando en los alumnos de primaria. Como si le hubiera saltado un resorte, la directora me sali¨® con una feroz defensa de la LOGSE y de pronto me convert¨ª en la goda colonizante que de pronto intenta imponer una educaci¨®n caduca: "Antes nos ve¨ªamos en la obligaci¨®n de empezar estudiando los r¨ªos de Espa?a, cosa completamente absurda porque aqu¨ª no tenemos r¨ªos y no podemos enfrentar al alumno con lo extra?o, hay que empezar a enfrentarlo con lo cercano".
Esta ciudadana de Madrid viaj¨® a Almer¨ªa a dar la charla correspondiente en un centro p¨²blico. En el sal¨®n de actos entraron unas doscientas criaturas a las que nadie mandaba callar, porque los profesores, seg¨²n me enter¨¦ m¨¢s tarde, hab¨ªan aprovechado el tiempo de la charla para ir a "pelarse". Volvieron, efectivamente, pelados y cuando yo ya me dispon¨ªa a estampar doscientas firmas en doscientos libros. Los alumnos, incontrolados, se vinieron hacia m¨ª en avalancha y empujaban la mesa en la que yo me apoyaba, con el consiguiente peligro de que me cayera para atr¨¢s. "Por favor, ay¨²denme a poner orden". Como los maestros parec¨ªan no darse por enterados, me fui hacia ellos y casi les grit¨¦: "Por favor, ?podr¨ªan decirles a sus alumnos que se portaran con m¨¢s educaci¨®n?". La respuesta me dej¨® at¨®nita: "?Quiere decir usted que nuestros ni?os de Almer¨ªa no est¨¢n bien educados, o que los de Madrid est¨¢n mejor educados que ¨¦stos?".
Esta ciudadana de Madrid viaj¨® a La Coru?a. Despu¨¦s de hablar sobre mis libros se abri¨® el turno de preguntas. Los ni?os preguntaban sobre tal o cual personaje y sobre si mis historias podr¨ªan suceder tambi¨¦n en Galicia: "Pues claro, les dec¨ªa yo, en cualquier parte del mundo. Las personas somos bastante m¨¢s parecidas de lo que muchos nos quieren hacer creer. No hay nada m¨¢s parecido a un ni?o de diez a?os que otro ni?o de diez a?os de La Coru?a". De pronto se levant¨® la mano de un maestro. Su tono era completamente retador, me pregunt¨®: "?Nos puede decir a cu¨¢ntos escritores gallegos conoce usted?".
Esta ciudadana de Madrid viaj¨® a un pueblo de Ja¨¦n. Los alumnos que ten¨ªa delante deb¨ªan rondar los quince a?os. Me recibieron con silbidos y algunos gritos que pretend¨ªan ser elogiosos sobre mi aspecto f¨ªsico, pero que a m¨ª me dejaron completamente turbada. Cuando por fin callaron, me sorprendi¨® tambi¨¦n que hubiera algunos chavales que tuvieran problemas para comprender cuando un personaje piensa en algo del pasado y se coloca en ¨¦l como si nos estuviera hablando en presente. La profesora, entre risas, me dijo al final de la jornada: "Son muy brutos, pero muy nobles". Me extra?¨® el orgullo con el que la docente lo dec¨ªa.
Esta ciudadana de Madrid viaj¨® a un pueblo de La Mancha. Llegamos un cuarto de hora tarde a la cita y sofocados por las temperaturas de un mayo caluros¨ªsimo. Me pasaron directamente a una sala con trescientos alumnos. No ten¨ªa micr¨®fono y aquellos brutos, pero nobles, seres no estaban por la labor de estar en silencio. Ped¨ª a los profesores que intervinieran. Lo hicieron, aunque no de muy buena gana. La despedida de los maestros fue deprimente, me dijeron: "No ha sido culpa de los chicos, ellos llevaban esperando veinte minutos, y hoy en d¨ªa los chicos son muy nerviosos y no se les puede hacer esperar y luego pensar que van a portarse bien".
Ya digo, hubo experiencias emocionantes. Pero esta ciudadana de Madrid que viaj¨® por pueblos de Espa?a (o como se llame esto) se qued¨® con la impresi¨®n de que no se trata, como se ha dicho, exclusivamente de problemas con las humanidades. Todo esto parece responder a una pedagog¨ªa del yo, de lo inmediato, que induce a lo simple: a estudiar el entorno, a que los conocimientos no sean ajenos a la dichosa cultura local, a la comida f¨¢cil, a lo que nos entra por los ojos. A¨²n hoy hay gente honrada que piensa que ese tipo de pedagog¨ªa es progresista. Eso es lo preocupante.
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