Al servicio de la industria farmac¨¦utica Los intereses comerciales prevalecen sobre los cient¨ªficos en los ensayos cl¨ªnicos de los hospitales universitarios
Sin la financiaci¨®n de la industria farmac¨¦utica no se habr¨ªan producido importantes avances en la prevenci¨®n y el tratamiento de enfermedades. Sin embargo, un extenso informe de una de las revistas cient¨ªficas m¨¢s prestigiosas, The New England Journal of Medicine, advierte de los peligros del actual modelo de investigaci¨®n cl¨ªnica, que da a la industria el control de la experimentaci¨®n farmacol¨®gica en detrimento de los criterios cient¨ªficos de los hospitales universitarios. El informe alerta adem¨¢s sobre la irrupci¨®n, en los ¨²ltimos 10 a?os, de una nueva red de empresas intermediarias, que dise?an los estudios por encargo de los laboratorios y controlan su desarrollo hasta la publicaci¨®n de los resultados. La situaci¨®n en Espa?a es igual o peor a la descrita por el informe, que se refiere a la investigaci¨®n en EE UU, seg¨²n los expertos consultados porque Sanidad apenas invierte en investigaci¨®n cl¨ªnica.
Los hospitales universitarios se han alejado de su filosof¨ªa acad¨¦mica y cient¨ªfica y se han convertido en los ¨²ltimos a?os en meros suministradores de datos de la experimentaci¨®n cl¨ªnica para la industria farmac¨¦utica, que paga generosamente los servicios prestados. La gran mayor¨ªa de los ensayos encargados buscan aquellos detalles que ayuden a la comercializaci¨®n de los medicamentos. Mientras tanto, los investigadores observan c¨®mo las compa?¨ªas establecen cl¨¢usulas draconianas en los contratos que dificultan la publicaci¨®n de los resultados que no interesan a los laboratorios, que sufragan un trabajo cada vez menos cient¨ªfico y m¨¢s acorde con sus estrategias comerciales. Quien paga, manda.?sta es la realidad de la investigaci¨®n cl¨ªnica en Estados Unidos, seg¨²n la describe un reciente informe publicado por la revista The England Journal of Medicine. La mayor¨ªa de los expertos espa?oles consultados opinan que esta situaci¨®n es plenamente aplicable a otros pa¨ªses y tambi¨¦n a Espa?a, en donde el Ministerio de Sanidad destina menos del 1% de los 5.000 millones del Fondo de Investigaci¨®n Sanitaria (unos 50 millones) a sufragar ensayos cl¨ªnicos.
Por su parte, las multinacionales farmac¨¦uticas inyectan en este sector cerca de 20.000 millones anuales en Espa?a. Concretamente, y seg¨²n la Asociaci¨®n de Medicina de la Industria Farmac¨¦utica Espa?ola (AMIFE), en 1999 los laboratorios destinaron a ensayos cl¨ªnicos el 85% de los 22.500 que gastaron en investigaci¨®n m¨¦dica. Adem¨¢s invirtieron unos 3.000 millones en investigaci¨®n molecular y otros 2.500 m¨¢s en desarrollo gal¨¦nico.
?Qu¨¦ influencia tiene el sector en el trabajo de la comunidad investigadora? ?Pueden los m¨¦dicos en ejercicio fiarse de la informaci¨®n que reciben sobre los medicamentos que recetan? ?Da el traspaso de la investigaci¨®n del sector acad¨¦mico al farmac¨¦utico demasiado control a este ¨²ltimo en la experimentaci¨®n cl¨ªnica con f¨¢rmacos? Para contestar a estas preguntas, el autor del informe que publica la revista, Thomas Bodenheimer, se ha basado en 39 entrevistas a participantes del proceso de experimentaci¨®n farmacol¨®gica: 6 directivos farmac¨¦uticos, 12 investigadores cl¨ªnicos, 9 miembros de los departamentos de investigaci¨®n universitarios, 2 m¨¦dicos de organizaciones de investigaci¨®n por contrato, 8 personas que han estudiado el proceso de experimentos cl¨ªnicos con f¨¢rmacos y 2 escritores m¨¦dicos profesionales. La primera constataci¨®n es que se ha producido un giro en el proceso de la investigaci¨®n cl¨ªnica en beneficio de los intereses comerciales de la industria. Hace 10 a?os, las empresas farmac¨¦uticas necesitaban m¨¦dicos acad¨¦micos para dise?ar los experimentos, hospitales universitarios con pacientes para aplicarlos y publicaciones acad¨¦micas de prestigio para publicar sus resultados. Ahora, la industria emplea m¨¦dicos investigadores propios o bien recurre a una nueva red empresarial, las organizaciones de investigaci¨®n por contrato (CRO, en ingl¨¦s) y las organizaciones de gesti¨®n de centros (SMO, en ingl¨¦s), que en apenas diez a?os han creado un nuevo modelo de investigaci¨®n.
Un ejemplo del cambio: en 1991, el 80% del dinero destinado por la industria farmac¨¦utica americana a experimentos cl¨ªnicos iba a parar directamente a las facultades de medicina y hospitales universitarios. En 1998, la cifra cay¨® en picado el 40%. Las CRO, que cuentan con m¨¦dicos, farmac¨¦uticos, bioestad¨ªsticos y gestores, ofrecen una red de centros en los que ponen en pr¨¢ctica los protocolos, env¨ªan los informes a las empresas patrocinadoras, que al final son las que analizan los datos. Varios cientos de CRO compiten por el negocio de los experimentos farmacol¨®gicos. Las m¨¢s grandes son Quintiles Transnational y Covance, multinacionales que tambi¨¦n son punteras en Espa?a.
El nuevo modelo de investigaci¨®n tambi¨¦n ha originado las SMO, subcontratadas por las CRO para que organicen redes de m¨¦dicos locales, garantice la r¨¢pida captaci¨®n de pacientes y env¨ªe los datos de los casos pr¨¢cticos. Estas organizaciones, criticadas por producir datos de baja calidad, venden sus servicios a los laboratorios, que eluden as¨ª recurrir a los centros universitarios. Gregg Fromell, de Covance, alega: "Los centros m¨¦dicos acad¨¦micos tienen mala reputaci¨®n en la industria porque muchos hacen promesas excesivas y luego no las cumplen". Sidney Wolfe, de la asociaci¨®n estadounidense Public Citizen, replica que esta nueva red de experimentos farmacol¨®gicos es sierva de la industria, m¨¢s preocupada, seg¨²n ¨¦l, por la aprobaci¨®n y comercializaci¨®n de los medicamentos que por el avance cient¨ªfico.
La extensi¨®n de estas redes tambi¨¦n tiene que ver indirectamente con las nuevas demandas, cada vez m¨¢s exigentes, de las instituciones de control de medicamentos, que en EE UU es la agencia de alimentos y f¨¢rmacos (FDA) y en Europa, la recientemente creada Agencia Europea del Medicamento. En el caso, por ejemplo, de los antibi¨®ticos contra infecciones agudas, se exige realizar los ensayos en grandes poblaciones, m¨²ltiples centros y largos periodos de tiempo.
El desarrollo de un nuevo f¨¢rmaco viene a costar entre 50.000 y 100.000 millones de pesetas. Del bill¨®n de pesetas que cada a?o invierte el sector en experimentos cl¨ªnicos en todo el mundo, 560.000 millones van a parar a investigadores de EE UU. Y el 70% del dinero que se destina en ese pa¨ªs a ensayos cl¨ªnicos farmacol¨®gicos procede del sector farmac¨¦utico. En Espa?a, de los 20.000 millones que se invierten, casi el 100% procede de la industria.
El informe indica que el control de los departamentos de comercializaci¨®n de los laboratorios sobre la investigaci¨®n permite que las compa?¨ªas elaboren estudios destinados a favorecer sus productos. Existen procedimientos para sesgar los resultados. Las hemerotecas est¨¢n llenas de ejemplos que el informe recoge. Bero y Rennie recuerdan que si se prueba un f¨¢rmaco en una poblaci¨®n m¨¢s sana que a la que realmente se va administrar el medicamento, el experimento puede llegar a la conclusi¨®n que el f¨¢rmaco alivia mejor los s¨ªntomas y produce menos efectos secundarios. Rochon y otros descubrieron que s¨®lo el 2,1% de los sujetos de los experimentos sobre f¨¢rmacos antiinflamatorios no esteriodeos ten¨ªa 65 a?os o m¨¢s, cuando estos medicamentos se utilizan principalmente en personas mayores y es en ellas en las que m¨¢s efectos secundarios hay. Y si se compara un nuevo f¨¢rmaco con una dosis insuficiente de otro ya comercializado de la competencia, el nuevo medicamento parecer¨¢ m¨¢s eficaz.
Rochon y otros tambi¨¦n han escrito que los experimentos con f¨¢rmacos antiinflamatorios no esteroideos siempre llegaban a la conclusi¨®n de que el producto de la empresa patrocinadora era superior o igual al producto con el que se comparaba. En el 48% de los experimentos, la dosis administrada del f¨¢rmaco de la empresa patrocinadora era superior a la del f¨¢rmaco de comparaci¨®n. Seg¨²n Johansen y Gotzsche, la mayor¨ªa de los experimentos que comparaban el fluconazol con la anfotericina B utilizaban anfotericina B oral, que no se absorbe tan bien por esa v¨ªa, y que favorece al fluconazol.
A ello hay que a?adir el control de los datos por las compa?¨ªas. Un m¨¦dico, directivo de una compa?¨ªa, reconoce: "Somos reacios a proporcionar la grabaci¨®n de los datos, porque algunos investigadores desean llevarlos m¨¢s all¨¢ de donde deben ir". Algunos investigadores, como LeJemetel, replican que el control de los datos por las empresas les permite "publicar la parte de los datos que les favorece". En el sector comercial, en el que a la mayor¨ªa de los investigadores le preocupa m¨¢s los ingresos que la fama, la industria puede controlar f¨¢cilmente los datos de los experimentos cl¨ªnicos.
Pero esta situaci¨®n est¨¢ comenzando a provocar reacciones entre los investigadores. Diversos centros universitarios de EE UU luchan por recuperar la cuota perdida, transform¨¢ndose en redes de investigaci¨®n para competir con el sector comercial. Es el caso de las universidades de Columbia y Cornell y el New York Presbyterian Hospital, que han creado una red conjunta de ensayos cl¨ªnicos. Con financiaci¨®n del sector y de los institutos nacionales de salud, han reunido a investigadores acad¨¦micos y m¨¦dicos locales especializados en cardiolog¨ªa, hepatolog¨ªa, neurolog¨ªa y oncolog¨ªa. El director de esta red, Michael Leahey, cree que "nuestro objetivo es devolver la experimentaci¨®n cl¨ªnica a las organizaciones sin ¨¢nimo de lucro y ponerla donde corresponde: en redes que son alianzas entre la medicina acad¨¦mica y pr¨¢ctica".
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