Sabotaje truncado
El cineasta brit¨¢nico Michael Apted rueda estos d¨ªas Enigma, una cinta que recoge los esfuerzos de sus compatriotas para descifrar los mensajes secretos alemanes durante la II Guerra Mundial. En otra contienda mucho m¨¢s reciente, la que enfrentara en 1982 a Londres y Buenos Aires por la soberan¨ªa de las islas Malvinas, un tercer pa¨ªs, Francia, jug¨® un inesperado papel. Seg¨²n el rotativo The Sunday Times, los servicios secretos galos interceptaron un comunicado remitido por cuatro esp¨ªas argentinos desde Espa?a cuando se dispon¨ªan a volar la fragata de la Armada inglesa Ariadne, fondeada en aguas de Gibraltar. Detenido en C¨¢diz por la polic¨ªa espa?ola, el cuarteto ocultaba en su coche un peque?o bote neum¨¢tico y minas ventosa con las que pensaba destruir la nave.La misi¨®n que nunca pudo cumplirse era algo m¨¢s que un sabotaje propio de un conflicto armado. Para el comando argentino arrastraba una tr¨¢gica carga simb¨®lica. S¨®lo unos d¨ªas antes del arresto, el submarino brit¨¢nico de propulsi¨®n nuclear Conqueror hab¨ªa torpedeado y hundido el crucero General Belgrano, con 1.042 hombres a bordo. Hubo cerca de 400 bajas. El buque era el segundo m¨¢s grande de la Armada de Argentina y hab¨ªa escapado al ataque japon¨¦s a la base estadounidense de Pearl Harbour en 1941. Su destrucci¨®n cuando navegaba fuera de las 200 millas sobre las que el Reino Unido manten¨ªa un bloqueo a¨¦reo y mar¨ªtimo aceler¨® el final de la guerra en el archipi¨¦lago del Atl¨¢ntico austral. Pero sobre todo arruin¨® la moral de los argentinos, que era el efecto buscado por el gobierno conservador de Margaret Thatcher para demostrar que pensaba salir victoriosa del contencioso.
Encargados en cierto modo de vengar a la patria, los esp¨ªas argentinos aterrizaron en Madrid el 8 de mayo de 1982. Seg¨²n los servicios secretos franceses, que han explicado ahora c¨®mo les descubrieron, portaban cuatro minas magn¨¦ticas introducidas en la embajada argentina en Madrid en la valija diplom¨¢tica del agregado militar.
Seguros de que tanto Espa?a como el Reino Unido ignoraban sus verdaderas intenciones, mandaron un mensaje cifrado a Buenos Aires. Interceptado por los servicios secretos franceses, el contenido del mismo fue puesto de inmediato en conocimiento de sus hom¨®logos brit¨¢nicos. Sin saber que hab¨ªan sido descubiertos, el comando se dispon¨ªa a llegar a Gibraltar cuando la polic¨ªa espa?ola lo detuvo en San Roque. Sus cuatro integrantes, de los que sigue ignor¨¢ndose la identidad, fueron deportados de inmediato. En el maletero de su coche ocultaban una lancha neum¨¢tica y las minas que pensaban sujetar a la fragata buceando durante la noche. De haber consumado sus planes, habr¨ªa volado por los aires mucho m¨¢s que la nave de guerra. Los almacenes de combustible y del Almirantazgo que abastec¨ªan a la fuerza de intervenci¨®n brit¨¢nica en las Malvinas emplazados en la base no hubieran resistido la fuerza de la explosi¨®n. y si en Gibraltar hab¨ªa armas nucleares, extremo nunca confirmado por Londres, el atentado hubiera repercutido igualmente en la poblaci¨®n espa?ola.
Para Madrid, el incidente supuso un roce diplom¨¢tico dif¨ªcil de olvidar. El entonces ministro de Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, envi¨® a Buenos Aires al subsecretario de su departamento para que transmitiera al general Leopoldo Galtieri su malestar, puesto que Espa?a apoyaba moralmente su reivindicaci¨®n sobre el archipi¨¦lago en los foros internacionales. Dieciocho a?os despu¨¦s, el plan sigue resultando demasiado cinematogr¨¢fico a la vez que peligroso como para que el ministerio brit¨¢nico de Defensa accediera ayer a confirmar siquiera que hubiera sucedido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.