Va a nevar
Hace un fr¨ªo que pela y los navarricos, con ellos los forastericos, nos hemos tenido que poner camisetica, jerseicico, cazadorica, osico polar, lo que hubiera a mano. "A Pamplona hemos de ir con la bota y un calcet¨ªn", predica la canci¨®n. Pero el calcet¨ªn que sea de lana. El aire helado y las nubes negras presagiaban que va a nevar y no ser¨ªa extra?o pues los meteor¨®logos pronosticaron nieves en el Pirineo que est¨¢ ah¨ª al lado."Los toros con sol y moscas" es el otro dicho y evidentemente no se pod¨ªa cumplir. Claro que de eso no era responsable nadie. Si de repente ha venido el invierno a Navarra la culpa no es de Enrique Ponce. Adem¨¢s Enrique Ponce, que anda molesto de cervicales a consecuencia de una voltereta, no pudo acudir a Pamplona, donde estaba anunciado, y le sustituy¨® Finito de C¨®rdoba que se entretuvo en cortar una oreja.
Jandilla / Mu?oz, Finito, Morante
Toros de Jandilla, discretos de presencia y bien armados aunque varios sospechosos de pitones; cumplieron con los caballos; manejables, y 2? y 6? de excepcional nobleza.Emilio Mu?oz: bajonazo escandaloso (bronca); metisaca infamante por cerca del codillo y rueda de peones (bronca y lanzamiento de objetos). Finito de C¨®rdoba: estocada ladeada (oreja); pinchazo y bajonazo descarado (silencio). Morante de la Puebla: pinchazo -aviso-, media ech¨¢ndose descaradamente fuera, rueda de peones y descabello (silencio); estocada ladeada (oreja). Emilio Mu?oz fue despedido con lluvia de almohadillas y de improperios. Plaza de Pamplona, 11 de julio. 7? corrida de feria. Lleno.
Finito de C¨®rdoba est¨¢ que se sale: un d¨ªa indulta un toro, 48 horas m¨¢s tarde le corta la oreja a otro, y se queda tan ancho. Lo del indulto fue en Barcelona el domingo y es de suponer que lo har¨ªa con mejores trazas art¨ªsticas que en Pamplona donde, una vez premiada, la faena, ya estaba cayendo en el olvido.
"?Usted recuerda la faena de Finito de C¨®rdoba?", preguntaba un perplejo aficionado mientras Finito de C¨®rdoba daba la vuelta al ruedo mostrando orgulloso el trofeo.
Hab¨ªa que hacer un esfuerzo... S¨ª, dio unos naturales desva¨ªdos..., dos tandas de derechazos rectificando terrenos, volvi¨® a los naturales en la modalidad del unipase... Francamente no era mucho para merecer la oreja, mas se constata que mat¨® a la primera y este hecho singular motiv¨® al p¨²blico pamplon¨¦s para pedir la oreja y al presidente para concederla.
Oreja obtuvo tambi¨¦n Morante de la Puebla. Los toreros, al menos los dos mencionados, estaban que lo tiraban. O acaso el que lo tiraba era el p¨²blico pamplon¨¦s. Todo en toreo se mide seg¨²n las circunstancias. Y as¨ª el juicio que merece un torero var¨ªa mucho si le ha precedido su colega Emilio Mu?oz.
Los derechazos de un torero, si antes ha intervenido Emilio Mu?oz, no se ven con los mismos ojos. Emilio Mu?oz, por ejemplo, peg¨® sendos sainetes, y cuando comparecieron despu¨¦s sus compa?eros de terna, parec¨ªan Lagartijo y Frascuelo convertidos en pareja de hecho.
Finito de C¨®rdoba mulete¨® con relajada apostura al maravilloso toro segundo del que obtuvo la oreja. Y, en cambio, al quinto lo traste¨® corret¨®n y crispado, sin aguantarle las embestidas porque el animal ser¨ªa noble pero lo manifestaba mediante la casta propia de los toros bravos y ya se sabe que la casta brava a los toreros modernos les da estr¨¦s.
A Morante de la Puebla le correspondi¨® en primer lugar un toro asimismo noble que le desbord¨® mientras tuvo fuerza para embestir, y cuando empez¨® a tardear tap¨® su falta de recursos lidiadores. Este es un torero -Morante- de dif¨ªcil catalogaci¨®n. Porque tras mostrarse absolutamente incapaz de realizar un toreo de mediano fuste, sale su nuevo toro y le enjareta unos ayudados por alto y por bajo, unos pases de la firma, unas trincherillas de enjundiosa t¨¦cnica y luminosa sevillan¨ªa.
La faena que sigui¨®, casi toda por la derecha, careci¨® de hondura aunque no le faltara gusto en la interpretaci¨®n de algunos derechazos. Baj¨® mucho en la ¨²nica tanda de naturales que instrument¨® corriendo. Volvi¨® a brotar la chispa de la gracia sevillana en las trincheras y los cambios de mano; y cobr¨® finalmente una estocada que fue suficiente para justificar la oreja, segunda de la tarde y tercera de la feria.
Y ese pudo ser un brillante broche de la corrida si no fuera porque parte del p¨²blico pasaba ya de pegapases y de corrida, y sali¨® corriendo a tomarse un cafelito y guarecerse del viento helado que tra¨ªa del Pirineo el negro atardecer. Y porque otra parte, aguardaba a Emilio Mu?oz para tomarse venganza por su intolerable inhibici¨®n, por sus desastrados trasteos, por las cuchilladas infames que propin¨® a los inocentes toros. Y cuando se iba le lanzaron almohadillas, y le llenaron de improperios, y si no le tiraron al pil¨®n fue porque en Pamplona no hay pil¨®n.
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