T¨ªmidos y audaces.
Ha hecho bien la OCDE al animar al Gobierno a liberalizar aquellos sectores donde la competencia brilla todav¨ªa por su ausencia. Y es que, pese a la propaganda, el ¨²ltimo paquete de medidas ha demostrado que el Ejecutivo no se atreve a introducir competencia en los sectores claves de la econom¨ªa espa?ola. No se ve por aqu¨ª la energ¨ªa que tuvo el Gobierno ingl¨¦s al dividir su sector el¨¦ctrico en diecis¨¦is empresas o la resoluci¨®n del alem¨¢n al liberalizar de un plumazo la elecci¨®n del suministrador. Sigue sin atreverse a imitar la ley brit¨¢nica de liberalizaci¨®n del gas y va por detr¨¢s de los italianos en la liberalizaci¨®n del bucle local. Es verdad que el Gobierno se atrevi¨® con el monopolio de algunos peque?os, y hay que apoyarle, pero no se enfrent¨® con los grandes sectores, con los que act¨²a con miedo o condescendencia.Pero esta timidez en la pol¨ªtica microecon¨®mica, esta pusilanimidad, se transforma en osad¨ªa, en una audacia no superada por ninguno de sus antecesores, a la hora de dirigir la pol¨ªtica macroecon¨®mica. El 3,4% de crecimiento de los precios al consumo hasta el mes de junio nos recuerda que Espa?a est¨¢ aplicando una combinaci¨®n de pol¨ªtica fiscal y monetaria que es la m¨¢s expansiva de todas las aplicadas durante los ¨²ltimos veinte a?os. Ning¨²n gobierno, desde que lleg¨® la democracia, ha presidido una combinaci¨®n de pol¨ªticas fiscal y monetaria tan expansiva.
Es verdad que la mitad de la pol¨ªtica macro -la monetaria depende de otros, pero la que contin¨²a en manos del Gobierno, la fiscal-, no se ha utilizado restrictivamente, sino expansivamente, aunque se diga lo contrario. Si no se hubiera desviado al alza el gasto p¨²blico sobre lo presupuestado, habr¨ªamos alcanzado el super¨¢vit hace dos a?os, como le sucede a Finlandia, un pa¨ªs que est¨¢ creciendo tanto como nosotros pero cuyo super¨¢vit presupuestario est¨¢ ya por encima del 2% del PIB.
No caben dudas al juzgar negativamente la timidez del Gobierno a la hora de liberalizar y al exigirle que tenga el coraje de introducir competencia efectiva en los sectores b¨¢sicos y no siga tratando de vender medidas que son in¨²tiles, por insuficientes. En esto no se equivoca nunca el economista. La competencia es mejor que el monopolio, la liberalizaci¨®n mejor que mantener a los consumidores en la esclavitud de no poder elegir compa?¨ªa suministradora, la rivalidad mejor que el oligopolio. Sin embargo, el juicio sobre la pol¨ªtica macroecon¨®mica nunca puede ser rotundo. As¨ª como la introducci¨®n de competencia depende del Gobierno y sus efectos son siempre positivos, la evoluci¨®n macroecon¨®mica no depende exclusivamente de la pol¨ªtica del Gobierno sino de otros muchos factores externos e internos y por ello los resultados finales dependen de c¨®mo se comporten esos factores.
De momento, los excesos en la pol¨ªtica de demanda s¨®lo han perjudicado a trabajadores y funcionarios cuyos salarios reales han empezado a caer, pero justamente gracias a esa moderaci¨®n salarial, buena parte de la demanda se ha transformado en crecimiento del PIB y del empleo. Adem¨¢s, hasta hace un a?o los efectos sobre los precios apenas se notaron gracias a la ca¨ªda en los precios de las materias primas.
Luego, la previsible p¨¦rdida de la competitividad exterior no lleg¨® a materializarse porque vino en nuestra ayuda la depreciaci¨®n de la moneda ¨²nica europea. La fortuna acompa?a a los osados y si el petr¨®leo volviera a caer y el euro siguiera deprimido y, lo que es m¨¢s importante, se mantuviera la moderaci¨®n salarial, los efectos negativos del recalentamiento de la econom¨ªa espa?ola no se notar¨ªan, al menos en el corto plazo. Pero bastar¨ªa con que el milagro de la moderaci¨®n salarial no continuase, para que aparecieran inmediatamente las consecuencias de una pol¨ªtica que ha jugado con el fuego de los desequilibrios.
No hay duda de que la timidez con los monopolios perjudica a la econom¨ªa, por lo que hay que seguir reclamando al Gobierno que adopte las medidas que sigue sin atreverse a tomar. Pero reconozcamos que todav¨ªa no sabemos como acabar¨¢ su audaz aventura macroecon¨®mica que, entre otras cosas, ha lanzado el crecimiento del cr¨¦dito por encima del 20%. Depender¨¢ mucho de lo que pase con la moderaci¨®n salarial. Y con la fortuna.
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