Libertad por paz
Resulta dif¨ªcil de digerir, sobre todo para los familiares de las v¨ªctimas, ver en libertad a terroristas asesinos convictos. Y, sin embargo, sin las excarcelaciones de antiguos terroristas republicanos y protestantes norirlandeses, la paz no tendr¨ªa posibilidad de cuajar en el Ulster. La puesta en libertad de los presos de una y otra parte, que culmin¨® ayer con los 86 ¨²ltimos, ha sido un elemento determinante para la creaci¨®n de confianza en el proceso de paz y un m¨¦todo de presi¨®n sin igual sobre las organizaciones paramilitares para impulsarlo. El penal de Maze, cerca de Belfast, donde se encontraba la mayor parte de los presos del IRA y de grupos paramilitares protestantes, queda pr¨¢cticamente vac¨ªo. Tan s¨®lo permanecer¨¢ una veintena de reclusos de organizaciones que no han renunciado a la lucha armada. Maze ha sido todo un s¨ªmbolo de la represi¨®n brit¨¢nica, pero para el IRA ha sido algo m¨¢s. En esta c¨¢rcel murieron en huelga de hambre diez de sus activistas, comenzando por Bobby Sands en 1981, que mientras llevaba a cabo su protesta se present¨® a una elecci¨®n que gan¨®. Se marc¨® as¨ª un cambio de rumbo del conflicto impulsando al IRA, a trav¨¦s del Sinn Fein, hoy integrado en las nuevas instituciones, a participar m¨¢s activamente en la vida pol¨ªtica civil.
En estos dos a?os, 428 presos han salido a la calle de unas prisiones que en los peores momentos del conflicto llegaron a albergar unos tres millares de reclusos. En muchos casos los excarcelados son responsables de asesinatos m¨²ltiples. Sean Kelly, por ejemplo, mat¨® a nueve protestantes, entre ellos a una embarazada y a una joven de 17 a?os, en 1993. El unionista Michael Stone, que sali¨® a la calle el lunes, mat¨® a tres cat¨®licos en un ataque con ocasi¨®n del entierro de tres miembros del IRA, en marzo de 1988. Naturalmente, se trata de libertades condicionales. Sin embargo, no han podido acogerse a este medida los convictos por actos terroristas en la Rep¨²blica de Irlanda. Lo pactado vale s¨®lo para la parte brit¨¢nica. Todos reconocen el coste moral de estas excarcelaciones. No son el s¨ªmbolo de una reconciliaci¨®n, sino un instrumento para superar m¨¢s de tres d¨¦cadas de graves disturbios, con ramificaciones que se remontan a siglos.
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