Resurrecci¨®n conservadora
Al t¨¦rmino de la Convenci¨®n Nacional Republicana de Filadelfia, no se sabe muy bien si George Bush ha puesto vino nuevo en odres viejos o vino viejo en odres nuevos. Una curiosa contradicci¨®n entre tradicionalismo y renovaci¨®n ha recorrido los cuatro d¨ªas del costos¨ªsimo -m¨¢s de 10.000 millones de pesetas- c¨®nclave conservador. Esa combinaci¨®n parece ser el truco de los estrategas republicanos para intentar conseguir el 7 de noviembre lo que, en teor¨ªa, ser¨ªa un milagro: derrotar al vicepresidente (Al Gore) de un presidente popular (Bill Clinton) en plena era de paz y prosperidad.Viendo las encuestas, que le dan a Bush ventaja frente a Gore, los dem¨®cratas empiezan a comprender que Bush no es tan tonto como cre¨ªan o que quiz¨¢ cuenta con asesores muy buenos.
Bush parece que, como denuncian los dem¨®cratas, tiende un "puente hacia el siglo XX", o sea, hacia el pasado, con la presencia regia de sus padres, George y Barbara Bush, y la incorporaci¨®n a su candidatura del muy conservador Dick Cheney, que fue secretario de Defensa en la guerra del Golfo.
Pero en Filadelfia fue cosa digna de ver c¨®mo los delegados, mayoritariamente varones blancos acomodados, aplaud¨ªan las referencias a la necesidad de mejorar la condici¨®n de negros, hispanos y pobres. Hab¨ªan sido instruidos en dejar de lado los asuntos derechistas de los noventa -penalizaci¨®n del aborto, oposici¨®n a los homosexuales, desmantelamiento del Gobierno federal y su Estado de bienestar...- y enfervorizarse con el "conservadurismo compasivo" de Bush.
Era como si en Filadelfia se cerrara el cap¨ªtulo del sombr¨ªo extremismo que encarn¨® Newt Gingrich y se quisiera recuperar el esp¨ªritu optimista y sonriente que en los ochenta llev¨® a Ronald Reagan a la Casa Blanca.
La batalla de noviembre se librar¨¢ en el espacio del centro.
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