Mujer, cuesta arriba
El sistema de protecci¨®n no se ha adaptado suficientemente a la incorporaci¨®n masiva de la mujer al trabajo, seg¨²n la conclusi¨®n del Informe sobre protecci¨®n social de las mujeres aprobado la semana pasada por el Consejo Econ¨®mico y Social (CES). Un ejemplo reciente de esa situaci¨®n acaba de ser corregido por el Tribunal Constitucional al conceder el amparo a una profesional de la sanidad que trabajaba en r¨¦gimen de interinidad y a la que los tribunales hab¨ªan negado el derecho a excedencia legalmente previsto para el cuidado de hijos menores de 3 a?os.La incorporaci¨®n femenina al mercado del trabajo es un fen¨®meno imparable. Durante los ¨²ltimos 20 a?os, el n¨²mero de hombres empleados en la Uni¨®n Europea (86 millones) apenas ha variado, mientras que las mujeres han pasado de 46 a 61 millones. Espa?a ha experimentado tambi¨¦n este ascenso (hoy trabaja el 29% de la poblaci¨®n femenina), pero, ciertamente, avanzando cuesta arriba. Todav¨ªa hoy cien veces m¨¢s mujeres que hombres se dedican en exclusiva a las tareas dom¨¦sticas. Y aquellas que logran un empleo se encuentran con un horizonte azotado por la temporalidad y el paro, cuando no les lastra en su desarrollo profesional la falta de equidad en el reparto de las tareas del hogar: el 17,3% de las mujeres que tienen un empleo lo compagina con el trabajo en el hogar. Cuatro veces superior al porcentaje de hombres que hacen esa doble jornada (4,2%).
El desfase es evidente y, como constata el informe del CES, arranca en parte de un sistema de protecci¨®n social anticuado que a¨²n penaliza a la mujer y que convierte la responsabilidad familiar, pese a su consideraci¨®n de hecho natural, en una r¨¦mora para la integraci¨®n y el desarrollo laboral. Un factor que explica en parte la ca¨ªda de la natalidad.
Esta discriminaci¨®n indirecta, que sortea la igualdad establecida por ley, permite, por ejemplo, que una mujer que por maternidad ejercita su derecho a ausentarse de la actividad laboral vea c¨®mo quedan mermadas sus cotizaciones frente al hombre que se queda en el puesto de trabajo. La brecha tambi¨¦n se abre entre las propias mujeres: entre aquellas que disponen de un empleo y aquellas que nunca tuvieron posibilidad de trabajar. Estas ¨²ltimas sufren, en gran parte por causas ajenas a su voluntad, una clara desventaja en su relaci¨®n con la Seguridad Social y sus prestaciones.
Tampoco mejora la situaci¨®n en el caso de las familias monoparentales, unas 300.000, de las que el 87% corre a cargo de mujeres, en su mayor¨ªa menores de 45 a?os. A este colectivo el paro le afecta el doble que al de los hombres que encabezan este tipo de hogares. Es lo que se ha denominado la feminizaci¨®n de la pobreza, un fenom¨¦no que alcanza asimismo a las jubiladas y pensionistas que viven solas.
Ante estos ejemplos, destacados por el CES, la petici¨®n de un cambio en el sistema de protecci¨®n social es m¨¢s que la conclusi¨®n de un informe o la propuesta de unos sindicatos; se trata de acabar con una enraizada discriminaci¨®n que afecta a los sectores m¨¢s desprotegidos de la sociedad.
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