En llamas
Redescubierta para la m¨¢s inmediata actualidad -y no es que me parezca malo el procedimiento- gracias a la intenci¨®n manifestada por Antonio Banderas de hacer partiendo de ella una pel¨ªcula, M¨¢laga en llamas (Ediciones Temas de Hoy. Madrid, 1998. Pr¨®logo de Rosa Reg¨¢s) es, sin embargo, m¨¢s, mucho m¨¢s que un libro de circunstancias cinematogr¨¢ficas.En casi sus 200 p¨¢ginas, pr¨®logo aparte, Gamel Woolsey, que fuera compa?era de Gerald Brenan, narra las peripecias de una pareja anglosajona -norteamericana y brit¨¢nico- formada por ella misma y el futuro hispanista durante los d¨ªas inmediatamente anteriores al estallido de la ¨²ltima guerra civil espa?ola y durante las jornadas inmediatamente posteriores a la sublevaci¨®n militar contra el poder legalmente establecido en la Espa?a de entonces; peripecias que tienen lugar en una localidad cercana a la ciudad de M¨¢laga y en esa misma ciudad -de ah¨ª el t¨ªtulo del libro, aunque en su primera edici¨®n inglesa la autora no lo llamase as¨ª-, una de las m¨¢s castigadas por la crueldad, sin distinci¨®n de bandos, que caracterizara a toda aquella guerra civil.
Cuestiones b¨¦licas a un lado, la autora de M¨¢laga en llamas procur¨® ofrecer a la sociedad anglosajona, destinataria original del texto, una visi¨®n antropol¨®gica de numerosas cuestiones, usos y costumbres de la sociedad espa?ola de esos a?os, en general, y de la andaluza y malague?a, ya en particular. Junto a tales observaciones antropol¨®gicas, aparecen en demasiadas ocasiones los personales juicios de valor que la Woolsey pose¨ªa sobre la manera de vivir de aquellos malague?os de 1936, considerados como nativos -seg¨²n la vieja tradici¨®n de los exploradores anglosajones- ante cuyos comportamientos cabe sorprenderse sin jam¨¢s comenzar, si quiera un tanto as¨ª, a involucrarse m¨¢s all¨¢ de lo valorativo.
Se trata, por tanto, de un texto cuyas observaciones -insisto en mi intenci¨®n de prescindir del asunto b¨¦lico- bien pudieran figurar entre los anales de cualquier asociaci¨®n de damas brit¨¢nicas para el desarrollo de la antropolog¨ªa social, esa supuesta ciencia tan anglosajona con la que se pretenden disfrazar de consideraciones cient¨ªficas lo que en realidad no son m¨¢s que asombros y sorpresas ante el comportamiento social de unas tribus que despiertan sentimientos parad¨®jicos en el no siempre tan flem¨¢tico observador, cuando no voyeur, anglosaj¨®n.
Si me preguntasen ustedes por la conveniencia o no de leer este libro, yo me atrever¨ªa a responderles afirmativamente, pero recomend¨¢ndoles que utilicen un m¨¦todo de lectura muy semejante al seguido por la autora para escribirlo; es decir, que se acerquen a estas p¨¢ginas con la capacidad de asombro, perplejidad, sarcasmo y distanciamiento a flor de piel, tal si fuesen ustedes mismos otros exploradores que, pertrechados con mosquitero y diccionario tra¨ªdos de la metr¨®polis, acabasen de pisar la tierra a¨²n virgen de una isla perdida en cualquier oc¨¦ano.
Por lo dem¨¢s, los admiradores de Gerald Brenan padecer¨¢n un considerable disgusto ante la sombra desva¨ªda del hispanista -por entonces a¨²n no era, desde luego, el Brenan de a?os posteriores- que deambula por estas p¨¢ginas que no llegan a ser novela, ni cr¨®nica hist¨®rica, ni memorias; que son, sin duda, algo m¨¢s que el pretexto para que Antonio Banderas pueda contarles cinematogr¨¢ficamente a sus convecinos norteamericanos el incendio acontecido entre los a?os 1936 y 1939 en el seno de una tribu casi antrop¨®faga llamada Espa?a.
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