Siervo o vicedi¨®s
El 18 de julio de 1870, 55 obispos, en su mayor¨ªa franceses y centroeuropeos, abandonaron el Concilio Vaticano I para no tener que votar ese d¨ªa la proclamaci¨®n del dogma de la infalibilidad, promovida contra viento y marea por el papa P¨ªo IX. Fue el ¨²ltimo d¨ªa del concilio y la tradici¨®n cuenta que, cuando los prelados estaban votando, estall¨® en Roma una gran tormenta de truenos y rel¨¢mpagos, que dur¨® dos horas y media. Asist¨ªan a la sesi¨®n 535 obispos.El dogma de la infalibilidad culmin¨® un edificio doctrinal que pon¨ªa al papado en guerra total contra el pensamiento libre, ya que no pod¨ªa declar¨¢rsela a quienes le hab¨ªan arrebatado la corona y sus cuantiosos bienes. El siervo de los siervos de Dios, el de las sandalias del pescador, se erig¨ªa en vicedi¨®s.
Casi un siglo despu¨¦s, el 7 de diciembre de 1965, el papa Pablo VI cerr¨® el Concilio Vaticano II, convocado tres a?os antes por Juan XXIII, con la proclamaci¨®n de la liberdad religiosa en un documento que habla sobre todo de la dignidad de las personas (¨¦se era su t¨ªtulo: Dignitatis humanae) y del "derecho [de la persona y de las comunidades] a la libertad social y civil en materia religiosa".
La propuesta papal, tambi¨¦n muy debatida, se aprob¨® con 70 votos en contra (muchos procedentes de los obispos espa?oles, sumergidos todav¨ªa en el nacionalcatolicismo reinante), y 1.300 votos a favor.
Frente a la teor¨ªa de P¨ªo IX de que "el error no tiene derechos" (a la autoridad papal le correspond¨ªa entonces impedir actuaciones en contra de la verdadera religi¨®n, y pod¨ªa llegar a castigos terribles), el Vaticano II consagr¨® por fin, para los cat¨®licos, un principio que ya estaba en la declaraci¨®n de los derechos humanos de los revolucionarios franceses: es la persona quien tiene derechos y deberes, no los principios o las ideas.
Lo que dicen ahora los te¨®logos de la revista Concilium es que los papas que promovieron dos actitudes tan dispares no pueden tener la misma valoraci¨®n moral en el orbe cat¨®lico. De hecho, si los fieles tuvieran hoy alguna influencia en la selecci¨®n de sus santos, como ocurr¨ªa antiguamente, es seguro que Juan XXIII, el atrevido y campechano papa Roncalli del Vaticano II, arrasar¨ªa en las encuestas, en contra, probablemente, de lo que ocurri¨® en su tiempo con P¨ªo IX, el del Vaticano I. Los dos se atrevieron a convocar un concilio, los ¨²nicos en 400 a?os, pero con objetivos contrarios. Los dos ser¨¢n beatos el pr¨®ximo d¨ªa 3 de septiembre por orden de Juan Pablo II.
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