Gordos
De mi lejana ni?ez he rescatado estos d¨ªas un recuerdo que ustedes creer¨¢n que es puro cuento. Incluso podr¨ªa parecer el material intrauterino de una f¨¢bula de Garc¨ªa M¨¢rquez. Pero no, que es verdad, y estoy seguro de que muchos sevillanos lo recordar¨¢n tambi¨¦n. Hab¨ªa en la feria de Sevilla, all¨¢ por los a?os cincuenta, una atracci¨®n absolutamente incre¨ªble. Mucho m¨¢s que todas las que he visto o de las que he o¨ªdo hablar despu¨¦s. Se trataba de una barraca, m¨¢s bien inmunda, donde todos los a?os se anunciaba el mismo espect¨¢culo: Los hermanos Canario, se llamaba -no s¨¦ si por apellido o gentilicio, en cuyo caso deber¨ªa ser en plural-. Todo el asunto, por el que la gente pagaba a?os tras a?o, consist¨ªa en presenciar, sobre un escenario, el desfile gradual de una familia de gordos. Tal como suena. Primero sal¨ªa el menos gordo, que era un ni?o como de 10 o 12 a?os, comi¨¦ndose un bocadillo m¨¢s grande que ¨¦l. Despu¨¦s una hermanita, algo mayor y m¨¢s gruesa, haciendo semejante y proporcionado alarde alimenticio. Luego otros hermanos de m¨¢s edad y, as¨ª, en escala, hasta que sal¨ªan el padre y la madre, que eran ya dos aut¨¦nticos toneles, zamp¨¢ndose una enorme olla de cocido o de lo que fuera. Eso era todo, sin m¨¢s argumento ni m¨¢s nada, lo que ocurr¨ªa a la vista del p¨²blico. Un p¨²blico, ni que decir tiene, que asist¨ªa cruelmente encantado a aquella pasarela de grasas, con un jolgorio tambi¨¦n in crescendo que sol¨ªa terminar en explosi¨®n de risa hist¨¦rica contagiosa. Ni la m¨¢s m¨ªnima consideraci¨®n hacia las personas que all¨¢ arriba daban cuenta de su descomunal condumio, con el que se ganaban la vida. El ¨²nico caso conocido en que se le ha dado la vuelta a la maldici¨®n b¨ªblica. No faltaban, para mayor escarnio, gui?os y codazos de complicidad anunciatoria entre los asistentes: "Pues ver¨¢s cuando salga la Manolita...". De aquel espect¨¢culo infame -por el que sin duda aprend¨ª de la humanidad mucho m¨¢s que en 100 libros- recuerdo sobre todo el aire triste y circunstancial de los hermanos Canario. Ellos nunca se re¨ªan. Solamente com¨ªan.No s¨¦ a qu¨¦ se debe que este verano se haya puesto de moda el asunto de los gordos, perd¨®n, de los obesos. Pero me resulta de lo m¨¢s sospechoso, sobre todo porque en algunos programas de radio y televisi¨®n ha alcanzado el aire de una cierta apolog¨ªa de la obesidad. En este mismo peri¨®dico, se public¨® el domingo pasado una cr¨®nica que da cuenta de la inminente rebeli¨®n de los gordos -perd¨®n-, en el Estado de California, muy representativo de un pa¨ªs donde proliferan los obesos de todas las razas hasta extremos preocupantes, y que es al mismo tiempo el reino de la comida basura, muy bien engrasada y muy barata. Y ya se sabe que cuando los californianos se ponen en pie de guerra, desde aquello del 68 y despu¨¦s lo del orgullo gay, es que la cosa va en serio. Mucho me temo que todo esto sea una campa?a promocional de las multinacionales de la comida r¨¢pida y que, de seguir por este camino, acabaremos asistiendo a una inmensa barraca donde desfilen los canijos, a la vista de una humanidad complacida en su opulencia carnal. Al fin y al cabo, los hombres primitivos ya adoraban a las mujeres obesas, perd¨®n, gordas.
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