Entrega fallida
El af¨¢n de apuntarse ¨¦xitos pol¨ªticos f¨¢ciles ha provocado el contraste entre las entusiastas manifestaciones hechas el viernes ¨²ltimo por el portavoz del Gobierno sobre la entrega a Italia del mafioso Giovanni Greco y la cruda realidad de su fuga, conocida poco despu¨¦s. La grandilocuencia gubernamental respecto a la cualificaci¨®n de Greco como "uno de los jefes m¨¢s importantes de la Mafia italiana", y la vinculaci¨®n de la supuesta entrega con el supuestamente trascendental acuerdo del Consejo de Ministros con el convenio firmado el 20 de julio entre los ministros de Justicia de Espa?a e Italia para la persecuci¨®n de las mafias, s¨®lo contribuyen a a?adir rid¨ªculo a la situaci¨®n.El fiasco es manifiesto, a no ser que el objetivo perseguido por el acuerdo de extradici¨®n de Giovanni Greco y de otros peligrosos mafiosos no sea su entrega a la justicia italiana que les reclama, sino el alejamiento de nuestro territorio en direcci¨®n desconocida. S¨®lo as¨ª se entender¨ªan las palabras del portavoz, P¨ªo Cabanillas, de que los mafiosos "no van a encontrar cobijo legal aqu¨ª". El propio fiscal jefe de Palermo, Piero Grasso, a pesar de la fuga de Greco, se declar¨® el lunes "muy satisfecho" por la decisi¨®n gubernamental espa?ola, sin importarle demasiado la huida del delincuente. Esa actitud italiana resulta coherente con la obstinaci¨®n en no cumplir las exigencias garantistas del Tribunal Constitucional espa?ol de que el condenado en ausencia "pueda impugnar la condena para salvaguardar sus derechos de defensa". Con esa condici¨®n, bastante sensata, Italia se asegurar¨ªa la entrega de delincuentes.
La responsabilidad de los poderes p¨²blicos, espa?oles e italianos, es la de detener, juzgar y condenar, en su caso, a los delincuentes, especialmente cuando est¨¢n acusados, como Greco, de dos asesinatos y otros numerosos delitos. La estrategia de alejar la patata caliente de unos personajes correosos y molestos es de todo punto inaceptable con la responsabilidad exigible a las autoridades, en cuyas manos se encuentran los instrumentos leg¨ªtimos de coerci¨®n, no para que los esgriman amenazadoramente, sino para que los usen.
Y en ning¨²n caso es de recibo la autocomplacencia de ambos pa¨ªses en la persecuci¨®n de un mafioso al que en realidad empujan hacia terceros pa¨ªses.
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