Pesadilla de aire acondicionado XAVIER MORET
Henry Miller, el m¨¢s franc¨¦s de los autores norteamericanos, emprendi¨® en 1939 un viaje en autom¨®vil por Estados Unidos. Tras pasar 10 a?os a lo grande en su querida Europa -siempre nos quedar¨¢n sus Tr¨®picos, adem¨¢s de la excelente descripci¨®n de Grecia que es El coloso de Marusi-, el hombre no estaba lo que se dice muy bien predispuesto hacia su pa¨ªs de origen. Basta con leer el libro del viaje para darse cuenta de que en Estados Unidos Henry Miller s¨®lo ve problemas y malos rollos. En el mismo pr¨®logo, advierte Miller: "La idea de escribir este libro me vino estando en Par¨ªs. El ¨²nico problema era que, para escribirlo, ten¨ªa que viajar a Am¨¦rica". Empezamos bien. No es de extra?ar que, unas p¨¢ginas despu¨¦s, Miller describa Nueva York como "el lugar m¨¢s horrible de la Tierra". De todos modos, Henry Miller se meti¨® en un coche, se dio una vuelta por Am¨¦rica y public¨® la narraci¨®n del viaje en un libro que titul¨® The Air-Conditioned Nightmare. Ah¨ª es nada: el hombre tuvo la suficiente lucidez para juntar el t¨¦rmino "pesadilla" con "aire acondicionado", que es algo en lo que podemos estar de acuerdo una buena parte de los mortales que nos vemos forzados a pasar el mes de agosto en la ciudad. Vayamos por partes: el aire acondicionado es, en principio, un gran invento. Y si no, que se lo pregunten a los pobres que tienen que pasar el verano bajo un calor sofocante en una casa sin refrigerar, fi¨¢ndolo todo al abanico y a una cerveza helada. Ahora bien, los hay que se pasan. Por ejemplo, no me parece muy normal que para ir al cine tengas que coger un jersey, o si me apuran hasta un abrigo. Los cines de antes avisaban como gran novedad que ten¨ªan "Refrigeraci¨®n Carrier", y eso era ciertamente una garant¨ªa. Ahora, sin embargo, cualquier cine que se precie ha instalado, m¨¢s que refrigeraci¨®n, un sistema que parece destinado a congelar a los espectadores para enviarlos directamente a un futuro como el de 2001, una odisea del espacio o, peor a¨²n, a una de esas infames aventuras de Austin Powers. A ese paso, acabaremos todos yendo al cine con bufanda y gorro sovi¨¦tico. Y no es eso. En las oficinas sucede algo parecido. En principio, est¨¢ muy bien que haya refrigeraci¨®n, ya que te hace sentir como un privilegiado que vive en un para¨ªso muy fresquito mientras los "desgraciados" que hacen vacaciones en agosto se asan en la playa. Pero, siempre hay un pero, por desgracia suele haber en las oficinas un term¨®metro para graduar la temperatura. Y ah¨ª tenemos el foco del conflicto. Siempre est¨¢ el friolero que opta por subir la temperatura para trasladarse a un tr¨®pico mental; o el sudoroso que prefiere bajarla a cinco grados para vivir en un igl¨². El resultado es que nunca refrigera al gusto de todos y que siempre hay alguien que se queja. Adem¨¢s, quien m¨¢s quien menos llega un d¨ªa a casa doblado porque le ha dado un aire. O con la garganta hecha polvo, o con una rid¨ªcula gripe de verano. Es entonces cuando llega el gran momento del m¨¦dico:-Esto es culpa del aire acondicionado.
-?Y qu¨¦ tengo que hacer?
-Evitarlo.
-Pero es que en mi trabajo...
En fin, lo dicho: una pesadilla. En el coche tenemos otro caso cl¨ªnico. A los que tienen aire acondicionado se les conoce en seguida porque van provocando en los sem¨¢foros. Mientras casi todos van con las ventanas bajadas y sudando a chorros, ellos mantienen la ventana cerrada y cara de felicidad. Pero ya les dar¨¢ un aire, ya...
Y si no, al tiempo. Porque con tanta refrigeraci¨®n llega un momento que te quedas con tort¨ªcolis o con un hombro que no funciona. O con la garganta hecha polvo. O con gripe. Y ya estamos de nuevo con el mismo problema. Por otra parte, el problema de vivir inmerso en una burbuja de aire acondicionado (en casa, en la oficina, en el coche o en el cine) es que, tarde o temprano, siempre hay un momento terrible en el que hay que afrontar el aire de verdad, ese aire h¨²medo y bochornoso de la Barcelona de agosto. Y ah¨ª, en el contraste, es donde caen todos. Es entonces cuando me acuerdo m¨¢s que nunca del amigo Henry Miller y pienso que ten¨ªa toda la raz¨®n del mundo cuando escribi¨® aquello de El aire acondicionado, esa pesadilla. O El aire acondicionado y la madre que lo pari¨®. O algo as¨ª.
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