JOS? HIERRO REIVINDICA LA SOBRIEDAD EN LA POES?A
Es un veterano en La Magdalena. Viene desde que su padre, telegrafista, eligi¨® la plaza de Santander porque de all¨ª era su mujer. El poeta naci¨® en Madrid ("algo de otro mundo, porque en Madrid no ha nacido nadie"), pero desde los dos a?os se mantiene fiel a sus citas con esta ciudad c¨¢ntabra, donde nacieron tres de sus cuatro hijos.Siempre ha tenido aqu¨ª un "pisito" y en los ¨²ltimos a?os alquila uno con ascensor porque tiene menos fuelle y no anda muy bien de la "pulmoner¨ªa". A sus 78 a?os sus bronquios necesitan la ayuda del ox¨ªgeno y ha dejado de fumar. Pero no por prescripci¨®n m¨¦dica (siempre la ha tenido encima), sino porque ha perdido las ganas. "Pero f¨ªjese, he o¨ªdo en la radio, porque yo soy un consumidor de radio, que lo primero que ha preguntado Carrillo en el hospital ha sido cu¨¢ndo pod¨ªa fumarse un cigarrillo".
Puntual y, como siempre, ir¨®nico, Hierro acud¨ªa ayer, tras tomarse en el bar una copita de an¨ªs con agua, al taller de creaci¨®n literaria -Un l¨²cido andar a ciegas- que imparte esta semana en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo. Le esperaban 72 alumnos devotos, todos los que caben en la sala de Caballerizas. "Quiero advertir que la literatura no se ense?a, aqu¨ª nadie va a aprender nada, aqu¨ª se viene a dudar. Imag¨ªnense un curso para ligar, ?hay que echarle narices!", exclama el autor de Cuaderno de Nueva York, al tiempo que arranca las primeras risas de la audiencia.
Le escuchan desde estudiantes de filolog¨ªa que llevan en la mano su libro Quinta del 42 hasta un marino mercante jubilado de 70 a?os. Todos han pagado 17.000 pesetas por tres d¨ªas con el poeta, que repasa la poes¨ªa espa?ola de la primera mitad del siglo. Un tronco que arranca a finales del XIX con Rub¨¦n Dar¨ªo, cuando el modernismo rompe con el "realismo barato de Campoamor y devuelve a la palabra su prestigio"; con otro modernista "converso", Antonio Machado; "la oposici¨®n": Unamuno; Juan Ram¨®n Jim¨¦nez; la Generaci¨®n del 27. "Y nosotros, los alevines, que escrib¨ªamos en los a?os cuarenta porque lo necesit¨¢bamos, por la dura experiencia de despu¨¦s de la guerra".
Un alumno le espeta que sus poemas son dif¨ªciles, que si puede leer uno y analizarlo. "Es una ordinariez que uno hable de lo suyo", considera. Y define su poes¨ªa como "muy sobria", elaborada con la menor cantidad posible de adjetivos prescindibles: "Lo que no a?ade, mata".
Una met¨¢fora le ayuda a explicar su particular proceso de elaboraci¨®n po¨¦tica: "Es como ir a una ciudad. Lo primero que hago es ir al mercado y si es mar¨ªtimo contemplo los pescados. Si veo un pez que me gusta me lo llevo. No tengo hambre y lo meto en el congelador; pero un d¨ªa cuando tengo hambre lo saco. Eso es la inspiraci¨®n: la siento porque tengo hambre y quiero comer y tengo un producto congelado que he sacado de la vida. Despu¨¦s viene la forma, a trav¨¦s de un ritmo que ya has intuido antes, porque tanto la forma como el fondo se perciben desde el principio".
El poeta recita entonces un verso de su primera obra, Tierra sin nosotros, mientras una librera de Cuenca saca discretamente su grabadora.
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