La productividad en la econom¨ªa de Estados Unidos
Cuando se analizan las caracter¨ªsticas actuales de la econom¨ªa estadounidense, adem¨¢s de se?alar la larga duraci¨®n de la fase expansiva iniciada en 1992, se alude a los favorables resultados obtenidos en la gesti¨®n (superavitaria) del presupuesto federal, la baja inflaci¨®n, el fuerte incremento de las inversiones, el descenso del desempleo y el alza de las cotizaciones burs¨¢tiles; tambi¨¦n se insiste en el crecimiento logrado por la productividad de los recursos como consecuencia, en primera instancia, del fuerte desarrollo tecnol¨®gico que se viene registrando. Sin embargo, esta ¨²ltima cuesti¨®n parece menos evidente a tenor de lo que expresan los indicadores estad¨ªsticos; por ese motivo merece la pena apuntar algunas reflexiones que permiten conocer otros rasgos menos difundidos acerca de la realidad actual de la econom¨ªa norteamericana.Veamos, en primer t¨¦rmino, lo que muestran los datos referidos al periodo comprendido entre 1992 y 1999 sobre el crecimiento de la productividad del trabajo, medida como la relaci¨®n entre la producci¨®n y el n¨²mero de personas empleadas en el sector privado, advirtiendo que no existen diferencias significativas si en lugar del sector privado se considera al conjunto de la econom¨ªa y en lugar del n¨²mero de empleados se toma el n¨²mero total de horas trabajadas. Despu¨¦s de que en las d¨¦cadas de los setenta y ochenta el incremento de la productividad apenas alcanzara una tasa media del 1% anual, durante la ¨²ltima fase expansiva el crecimiento medio ha sido del 2,1% anual; ese incremento se complementa con otro de similar magnitud en la dotaci¨®n de trabajo (2% anual), dando lugar a que el producto interior bruto del sector privado haya obtenido una tasa media de crecimiento del 4,2% durante los ¨²ltimos ocho a?os. Por lo tanto, resulta evidente que se est¨¢ registrando una mejora en la eficiencia de los recursos laborales, que tambi¨¦n se confirma en el caso de la productividad del capital; adem¨¢s, dicho crecimiento es ostensiblemente m¨¢s elevado en determinadas ramas manufactureras, sobre todo en la producci¨®n de equipos el¨¦ctricos y electr¨®nicos, y en ciertas ramas del sector terciario, como el comercio mayorista.
Sin embargo, una vez que se constata la mencionada mejor¨ªa, lo que llama la atenci¨®n es que en plena fase expansiva, y en presencia de un fort¨ªsimo progreso t¨¦cnico, el incremento registrado resulta ciertamente moderado si se compara con el aumento alcanzado por la productividad en otras fases expansivas de la econom¨ªa americana. Sin remontarnos a tiempos m¨¢s lejanos, tal vez la ilustraci¨®n m¨¢s expresiva sea la que resulta de comparar la fase actual con la que tuvo lugar durante la primera mitad de los a?os sesenta (1961-66), que tambi¨¦n estuvo basada en un gran desarrollo tecnol¨®gico. En aquellos a?os, la tasa media de crecimiento del PIB del sector privado fue del 5,5% anual, con un aumento del 1,4% en el empleo y otro del 4,1% en la productividad del trabajo, es decir, casi el doble del logrado en los a?os noventa. No se trata de un caso aislado, sino que, de modo recurrente, cada fase expansiva de la econom¨ªa estadounidense ha estado asentada en un fuerte crecimiento de la productividad, sensiblemente m¨¢s elevado que el obtenido en la fase actual.
Al llegar a este punto cabe mencionar el debate que se lleva a cabo en los medios acad¨¦micos y en las principales instituciones dedicadas a la elaboraci¨®n de datos estad¨ªsticos, poniendo en cuesti¨®n las variables que se utilizan para medir la productividad. Al igual que sucede con otros temas, como, por ejemplo, la hipot¨¦tica vigencia de una tasa natural de desempleo (la c¨¦lebre NAIRU), ese debate parece que se ha convertido en una especie de Guadiana, que aparece y desaparece de la discusi¨®n te¨®rica seg¨²n conveniencias temporales. En este caso, llevado a su m¨¢xima coherencia, el debate pondr¨ªa en solfa buena parte del sistema de contabilidad que se utiliza para medir las principales variables macroecon¨®micas. No obstante, como han puesto de manifiesto distintos autores, aunque se sometan a revisi¨®n algunos de esos indicadores, tampoco parece que se registren modificaciones relevantes y sigue quedando sobre el tapete la cuesti¨®n central: por qu¨¦ el crecimiento de la productividad del periodo actual es claramente inferior al registrado en otras fases expansivas. En s¨ª mismo, el tema tiene gran importancia y alcanza un relieve todav¨ªa mayor si se vincula con otros aspectos de la econom¨ªa americana como, por ejemplo, el m¨ªnimo incremento que experimentan las retribuciones de una gran mayor¨ªa de los asalariados y su relaci¨®n con la evoluci¨®n de los costes laborales unitarios, as¨ª como con los factores que determinan la distribuci¨®n de la renta entre los distintos segmentos de la poblaci¨®n. Por lo tanto, tiene sentido reflexionar sobre la casu¨ªstica que se esconde detr¨¢s del comportamiento de la productividad, recabando la atenci¨®n sobre tres cuestiones.
En primer lugar, orientemos la vista hacia lo que sucede con el empleo. Como se ha dicho, la econom¨ªa americana viene mostrando una notable capacidad para crear nuevos puestos de trabajo, a un ritmo de casi dos millones de empleos netos por a?o. La pr¨¢ctica totalidad de esos empleos se crea en el sector terciario y, dentro de ¨¦ste, las ramas que generan la mayor parte de las nuevas ocupaciones son las que la estad¨ªstica oficial denomina como "servicios" (60%) y el comercio minorista (20%). Esa rama de servicios, que comprende un numeroso grupo de actividades, concentra ya el 36% del total de la poblaci¨®n ocupada -m¨¢s del doble que toda la industria manufacturera-, tiene una presencia mayoritaria de mujeres (60%) y registra simult¨¢neamente un fuerte aumento de los empleos de alta y medio-alta cualificaci¨®n, a la vez que un incremento superior de empleos de baja cualificaci¨®n. Esa rama tiene un incremento del empleo casi similar al que tiene su producci¨®n, de modo que el crecimiento de la productividad es m¨ªnimo (0,4% anual), siendo tambi¨¦n la rama en la que se aprecia un reducido aumento del stock de capital y una vasta proliferaci¨®n de trabajos precarios, coexistiendo los mayores incrementos de salarios de una reducida gama de empleos con el estancamiento de los salarios de una parte mayoritaria del empleo. Algo similar ocurre en la rama de comercio minorista y, con diferencias l¨®gicas seg¨²n el tipo de actividades, en otras ramas del sector terciario, que en conjunto concentra a las tres cuartas de la poblaci¨®n ocupada.
En segundo lugar, miremos lo que sucede con la dotaci¨®n de capital. Se insiste con raz¨®n en el fuerte aumento que viene registrando la inversi¨®n fija no residencial, sobre todo la destinada a equipamientos (m¨¢s del 11% anual) y a¨²n m¨¢s la dirigida a equipos y software inform¨¢ticos. Sin embargo, no menos llamativo es el hecho de que el stock neto de capital en equipos se incrementa a un ritmo sensiblemente menor (3,7%), debido a que la tasa de amortizaci¨®n se ha elevado muy r¨¢pidamente. Por esa raz¨®n, el impacto del esfuerzo inversor sobre la acumulaci¨®n de capital f¨ªsico queda ostensiblemente mermado y el ICOR, coeficiente que relaciona el incremento del PIB y la inversi¨®n no resi-dencial, muestra un claro debilitamiento de la eficiencia relativa de la inversi¨®n.
Consecuentemente, el coeficiente capital-trabajo experimenta un limitado aumento, que se torna exiguo en las ramas terciarias que generan la mayor parte del empleo, mientras que el coeficiente capital-producto registra un lento decrecimiento. Es as¨ª que, como el incremento de la productividad del trabajo equivale a la diferencia entre las variaciones de ambos coeficientes, si el primero aumenta con lentitud y el segundo disminuye pausadamente, el resultado es un moderado crecimiento de la productividad.
En tercer lugar, cabe reparar en la situaci¨®n del sector industrial. Por un lado, se aprecia que durante la ¨²ltima fase se viene generando un fuerte crecimiento de la producci¨®n manufacturera (5% anual), que, con un leve aumento del empleo, es fundamentalmente imputable al incremento de la productividad del trabajo. Pero, de otro lado, se observa una exagerada asimetr¨ªa en el comportamiento de las distintas ramas manufactureras, pues mientras algunas registran incrementos espectaculares (mec¨¢nica, equipos el¨¦ctricos), muchas otras tienen aumentos modestos, dise?ando un panorama extremadamente polarizado, que tambi¨¦n se revela cuando se constata la creciente proyecci¨®n exportadora y las ganancias de competitividad que logran algunas l¨ªneas productivas, a la vez que tiene lugar un impresionante aluvi¨®n de importaciones de bienes de consumo, insumos y bienes de equipo. Aunque intervienen otros factores, como el comercio intra-firma que realizan tanto las corporaciones transnacionales americanas como las firmas extranjeras instaladas en EE UU, no cabe duda de que se sigue produciendo una gran p¨¦rdida de posiciones comerciales en buena parte del tejido industrial estadounidense. Debido a ello, actualmente las importaciones de manufacturas equivalen casi a la mitad del consumo aparente de bienes manufactureros del mercado norteamericano. As¨ª pues, merced al entrecruzamiento de factores relacionados con las caracter¨ªsticas del nuevo patr¨®n tecnol¨®gico y con los cambios habidos en la especializaci¨®n a escala internacional, la estructura industrial de EE UU presenta una notoria polarizaci¨®n que limita la difusi¨®n tecnol¨®gica entre las diferentes ramas y empresas.
Evidentemente, los tres aspectos apuntados no agotan la discusi¨®n en torno a la problem¨¢tica que plantea el comportamiento de la productividad y, adem¨¢s, requieren matices y ampliaciones que escapan a la concisi¨®n exigida por este breve art¨ªculo. No obstante, considero que se trata de tres cuestiones que aportan elementos relevantes para el debate y que permiten entender otras caracter¨ªsticas igualmente importantes de la econom¨ªa de Estados Unidos. En este sentido, para concluir, me limitar¨¦ a se?alar tres asuntos que est¨¢n relacionados. Uno es que el crecimiento moderado de la productividad supone una restricci¨®n para el incremento de los salarios de una amplia mayor¨ªa de trabajadores, pero a la vez el debilitamiento de ¨¦stos en sus estratos medios y bajos implica un est¨ªmulo para la contrataci¨®n de empleo de baja cualificaci¨®n, lo que de nuevo redunda negativamente sobre la productividad del conjunto de la econom¨ªa. El segundo consiste en que el moderado incremento de la productividad acent¨²a la p¨¦rdida de competitividad exterior de muchas empresas e intensifica el volumen de importaciones, ahondando as¨ª la mencionada polarizaci¨®n industrial. El tercero se refiere a que, merced a esa evoluci¨®n de la productividad y de los salarios, la elevada propensi¨®n al consumo de la poblaci¨®n estadounidense s¨®lo puede sostenerse con un creciente grado de endeudamiento de la mayor¨ªa de las familias y un creciente d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente que se financia mediante colosales sumas de capital productivo y financiero provenientes de otros pa¨ªses.
Enrique Palazuelos es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Complutense.
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