Traca, traca
A m¨ª siempre me asusta Marijaia, quiero decir que viene y me echa de este espacio que no por ser festivo deja de ser l¨²dico, a menos que haya que formular la pretendida gracia al rev¨¦s. El caso es que mientras la Semana Grande y la Aste Nagusia se solapen -con lo grande que es el a?o- me apear¨¦ con gusto para cederle el paso a tan emblem¨¢tica dama. Lamento que se me hayan despistado algunos actos. Con esto de la fiesta se le pone a uno la cabeza a p¨¢jaros o gaviotas y se embebe tanto del ambiente que lo degusta hasta en su virtualidad por lo que cree que llegar¨¢ virtualmente a todo y se queda en el puntocom, que suele ser ese tintero de la pantalla donde se quedan los montones de cosas.La multitud al parecer disfruta o por lo menos llena las calles, mientras los amantes de lo aut¨¦ntico las orinan. Los amantes de los toros van a los toros, los amantes de la m¨²sica pegan la oreja y el esqueleto, los amantes a secas se relamen los tatuajes y los piercing, los padres con ni?os van con los ni?os, los playeros playean, los gastr¨®nomos babean (cuando se introdujeron los pesqueros a motor, los buenos donostiarras dec¨ªan preferir el pescado de lancha al de vapor, alardeando tal vez de un gusto que ser¨ªa menos) as¨ª como los entusiastas de la ciudad vi¨¦ndola llena de padres, playeros, melones, mel¨®manos y franceses. Qu¨¦ fiestas, ene, qu¨¦ fiestas. No me extra?a que nuestro gran hermano el alcalde estalle de gozo y se lance a la bah¨ªa incomparable hecho un Flipper para eliminarse con Txuri y Urdi?, que son los un poco olvidados tiburones del Aquarium, adem¨¢s de los colores de este partido de f¨²tbol que es Donosti.
Y, como no pod¨ªa faltar, ha habido y habr¨¢ fuegos, que venga Marijaia no significa el fin de este peque?o mundo que no es el Botxo. Y no por que se trate del espect¨¢culo m¨¢s barato dada la relaci¨®n gasto-asistencia, como ha calculado un especialista en eventos, sino porque la gente tiene afici¨®n. De lo contrario no se explica que algunos cojan sitio con tres horas de adelanto degustando primero los cohetes en picnic, bueno, los cohetes o la tortilla. Ni que la mayor¨ªa acorte la sobremesa para contemplar esas color¨ªsticas desgarraduras del cielo, no en balde se viene quemando p¨®lvora aqu¨ª -de la inocua, se entiende- desde que en 1876 se quiso grande la semana de la Virgen.
Lo que ya est¨¢ menos documentado es el gusto por el inevitable helado con que se corona el espect¨¢culo. A un donostiarra se le dice helado y le ruedan por el paladar carcasas de crisantemo, candelas romanas, volcanes y cohetones. Aunque este a?o se han puesto de moda los helados con antifaz desde que un peri¨®dico local avis¨® que hab¨ªa mucho de la psicolog¨ªa de uno en la elecci¨®n de sabores y as¨ª el pl¨¢tano delatar¨ªa lo bien centrado que se est¨¢, al contrario que la vai-nilla, que denotar¨ªa amor por el riesgo, mientras que el mantecado denunciar¨ªa al perfeccionista y el chocolate al egoc¨¦ntrico, lo que no explica en ning¨²n modo que haya dificultades para abastecerse de este ¨²ltimo como algunos juran achacando el acaparamiento a Bilbao. All¨ª no hay m¨¢s chocolate sino m¨¢s gente y unas fiestas que... ?ser¨¢n tambi¨¦n un chiste?
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