El silencio de Juan Rulfo
Gracias a su viuda, Clara Aparicio, la bibliograf¨ªa de Juan Rulfo se ha incrementado con dos nuevos t¨ªtulos. Aire de las colinas acaba de aparecer aqu¨ª en Espa?a, y son las cartas que el gran escritor mexicano le escribiera cuando la est¨¢ enamorando. Los cuadernos de Juan Rulfo se public¨® en M¨¦xico hace dos a?os, y recogen sus apuntes literarios. Unas 180 p¨¢ginas componen el libro, y en ¨¦l figuran cuentos que no lleg¨® a publicar, esbozos de sus novelas Pedro P¨¢ramo y La cordillera (inconclusa o apenas dibujada). Al igual que ahora con las cartas, le fue arduo entonces a la se?ora Aparicio decidirse a dar a la imprenta aquellas notas de su marido, y de ah¨ª que exclamase en la breve introducci¨®n rulfiana que inicia la obra: "Al parecer, es algo terrible lo que estoy haciendo". Cre¨ªa que Rulfo no lo hubiese aprobado, pues en vida ¨¦l jam¨¢s pens¨® en hacerlo, esto es, dar publicidad a lo apuntado en sus cuadernos. Pero se justificaba o consolaba la esposa-albacea haci¨¦ndose esta reflexi¨®n: "Lo he pensado. Pero algo ocurre dentro de m¨ª cada vez que repaso las p¨¢ginas de estos cuadernos; cada palabra, cada frase, cargadas de vivencias y sentimientos, me hacen reflexionar sobre la necesidad de compartir estos relatos tan llenos de ¨¦l y que, sin duda, contienen nuevas pistas para la lectura de Pedro P¨¢ramo y El llano en llamas".Esta ¨²ltima consideraci¨®n, que las notas son como claves para una nueva lectura de las dos obras (maestras) de Rulfo, es de importancia capital. ?Por qu¨¦ rechaz¨® Rulfo su publicaci¨®n si, como afirm¨® el cr¨ªtico espa?ol Pedro Sorela, "todas [las p¨¢ginas] mantienen la alt¨ªsima calidad de los dos ¨²nicos libros publicados por el autor en vida"? La respuesta est¨¢ en la entra?a dram¨¢tica de estas anotaciones, ya que, otra vez en palabras de Sorela, "la muerte es quiz¨¢s el tema m¨¢s constante de estos pasajes desechados". Muerte que figura en el cuento llamado Cleotilde, donde un hombre mata a trancazos a su mujer porque no puede seguir soportando sus infidelidades; muerte que est¨¢ en el episodio titulado Mi padre, que es una versi¨®n del inicio de la novela Pedro P¨¢ramo. All¨ª se lee: "Mi padre muri¨® un amanecer oscuro, sin esplendor ninguno, entre tinieblas. Lo amortajaron como si hubiera sido cualquier hombre y lo enterraron bajo la tierra como se hace con todos los hombres". Tambi¨¦n muestran los Cuadernos el m¨¦todo de trabajo de Rulfo, y as¨ª nos enteramos de que la creaci¨®n iba siempre con ¨¦l, en ella estaba inmerso constantemente. "De pronto", dice, "a media calle, se me ocurr¨ªa una idea y la anotaba en papelitos verdes y azules. Al llegar a casa despu¨¦s de mi trabajo (...) pasaba mis apuntes al cuaderno".
Como se sabe, entre su muerte, ocurrida el 7 de enero de 1986, y la publicaci¨®n de su segundo y ¨²ltimo libro, Pedro P¨¢ramo, median 31 a?os. M¨¢s de tres d¨¦cadas sin que Juan Rulfo diera nada a la imprenta, ya no una novela, sino ni siquiera un cuento. Y, como vemos ahora por sus Cuadernos, ten¨ªa escrito alg¨²n que otro relato m¨¢s, como Cleotilde, como Guerrillas. Durante su estancia en Espa?a en 1983, cuando le fue concedido el Premio Pr¨ªncipe de Asturias, el escritor espa?ol Ram¨®n Hern¨¢ndez -que fue una suerte de inquisidor suyo- le pregunt¨® concretamente por qu¨¦ no escrib¨ªa m¨¢s. Rulfo acudi¨® a las coartadas a las que hab¨ªa venido apelando desde a?os atr¨¢s para sortear el espinoso asunto: que necesitaba tiempo, del que carec¨ªa, pues todo el suyo se lo llevaba el Instituto Nacional Indigenista, donde trabajaba un promedio de diez horas diarias. Otras veces mencionaba la "necesidad econ¨®mica", porque en M¨¦xico "es imposible vivir de la literatura". Como ¨¦l mismo se daba cuenta de que eran explicaciones poco convincentes, aventuraba otras m¨¢s ¨ªntimas: "Escribir me produce una angustia tremenda. El papel en blanco es una cosa terrible...". O intentaba negar que no escrib¨ªa del todo: "He trabajado en algunas historias cortas, no en ninguna novela, sino en cuentos que ya tengo terminados".
Lo enfatizado por m¨ª se da de boca con lo que acerca de su creaci¨®n literaria se conoce, ya que es p¨²blico que, desde la d¨¦cada de los sesenta, Rulfo estaba trabajando en una novela llamada La cordillera. Precisamente, el 16 de abril de 1963, el diario Excelsior, de M¨¦xico, le hizo una entrevista que titul¨® "La cordillera, nuevo libro de Juan Rulfo". No se supo m¨¢s de esta novela, sino el nombre. Pero en 1977 el patriarca de las letras ecuatorianas, don Benjam¨ªn Carri¨®n, me cont¨® lo siguiente: estando en M¨¦xico se hab¨ªa lesionado una pierna, por lo que deb¨ªa andar en silla de ruedas. Juan Rulfo lo visitaba a menudo y lo llevaba al parque, donde se sentaban "a callarnos". Don Benjam¨ªn era muy locuaz, muy comunicativo, por lo que la mudez deb¨ªa provenir de Rulfo, de sus ensimismamientos o de su car¨¢cter introvertido. Pero en cierta fractura de aquellos "a callarnos" le confes¨® a Carri¨®n que no hab¨ªa seguido escribiendo La cordillera porque "hab¨ªa mucha sangre en ella". Lo poco que se ha filtrado de esta novela trunca -algunos pasajes de la cual aparecen en los Cuadernos- es que se desarrolla en Jalisco durante la rebeli¨®n de los "cristeros" (1925-1928). Juan Rulfo es precisamente de Jalisco y su padre fue uno de los "disc¨ªpulos de Cristo" que se alzaron contra el presidente Plutarco El¨ªas Calles cuando ¨¦ste confisc¨® las propiedades eclesi¨¢sticas y prohibi¨® a los curas participar en la pol¨ªtica. El padre de Rulfo muri¨® en la contienda.
Un cuento de ¨¦l, La noche que lo dejaron solo, aborda este sangriento episodio. El protagonista, un joven devoto, se dirige a las monta?as para unirse a los rebeldes en compa?¨ªa de dos t¨ªos suyos. Pero ¨¦stos son sorprendidos por los federales y ahorcados. S¨®lo el joven, por haberse quedado dormido, se salva. An¨ªmicamente, Feliciano muy bien podr¨ªa haber sido Rulfo, y el trauma que le ocasiona esta guerra civil absurda, fratricida, quiz¨¢s explique la resistencia de Rulfo a continuar escribiendo una novela en la que muchos aspectos tr¨¢gicos de las revoluciones de M¨¦xico tendr¨ªan que estar recogidos inevitablemente: la "mucha sangre" que le mencion¨® a Benjam¨ªn Carri¨®n.
La tragedia es una constante en la obra de Rulfo; est¨¢ presente casi en los veinte cuentos que componen El llano en llamas y en Pedro P¨¢ramo. Como si quisiera hacer patente esta caracter¨ªstica de su narrativa, ¨¦l mismo ha indicado que su novela es "un di¨¢logo de muertos": "La narraci¨®n la empieza a contar un muerto a otro muerto... El pueblo tambi¨¦n est¨¢ muerto". Ni siquiera la ecuanimidad, casi impasibilidad, del narrar rulfiano consigue amainar el impacto terrible de sus relatos. Tal vez, en contrario, este "distanciamiento" lo acent¨²a. Un repaso somero a las historias de Rulfo evidenciar¨ªa su insistencia en "personajes cuya existencia es un drama de desesperaci¨®n sin fin", como ha observado el cr¨ªtico Donald K. Gordon. Macario es un desquiciado que aplasta cucarachas y se acusa de haber ahorcado a alguien; al narrador de Talpa lo acosa el remordimiento del asesinato que cometi¨® en la persona de Tanilo; en Acu¨¦rdate, Urbano ha tenido relaciones sexuales con su prima y ha matado a su cu?ado Nachito; La cuesta de las comadres parte de esta confesi¨®n que le oy¨® Rulfo a un padre, dicha con orgullo: "Todos mis hijos son asesinos"; Don Justo Brambila posee a su sobrina en En la madrugada, y en Pedro P¨¢ramo, Susana Sanju¨¢n le suplica al cura que la case con su hermano. Incluso en el paisaje est¨¢ la tragedia: la aldea de Luvina en Nos han dado la tierra est¨¢ descrita como "aquel lugar donde s¨®lo se o¨ªa el viento" y Comala es un pueblo fantasmal. Lo terrible de todo esto es que brota de observaciones personales de Rulfo, tanto en lo que respecta a los ambientes como a los personajes de sus historias. Refiri¨¦ndose a las aldeas de su regi¨®n, ha confesado que "los sucesos m¨¢s horribles ocurren en esos lugares". A?adiendo este dato autobiogr¨¢fico: "Me cri¨¦ en San Gabriel y all¨ª las gentes me contaron muchas historias: de espantos, de guerras, de cr¨ªmenes".
Es una hip¨®tesis, pero tal vez por encima de la armoniosa estructura de sus narraciones, de la poes¨ªa de su lenguaje, en el cual el habla popular, esa "antigua voz de adobe, de ma¨ªz y de petate", adquiere jerarqu¨ªa est¨¦tica, de su sugestiva utilizaci¨®n del tiempo, de su maestr¨ªa en la pintura del paisaje, en suma, de su soberbia belleza art¨ªstica, El llano en llamas y Pedro P¨¢ramo fueron ejercicios suficientes en los que Rulfo prob¨® su capacidad para evocar la crueldad y el dolor, y no quiso repetirlo.
C¨¦sar Leante es escritor cubano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.