"?Y qu¨¦ hab¨¦is ganado, terroristas?"
El alcalde y los vecinos de Sallent lloran a sus muertos y se preguntan por qu¨¦ ETA les ataca
"Entre nuestras monta?as, hoy de luto, nos sentimos profundamente hermanados con el dolor de los dem¨®cratas vascos". Hab¨ªa, efectivamente, dolor y emoci¨®n en el texto que el alcalde de Sallent de G¨¢llego, el socialista Jos¨¦ Luis S¨¢nchez S¨¢ez, ley¨® al filo del las 20.00 horas ante una multitud silenciosamente compacta de m¨¢s de 5.000 personas. Hab¨ªan llegado de todos los pueblos del curso alto del r¨ªo G¨¢llego e incluso de la vecina Jacetania. Bajo la imponente mole de la pe?a Foratata, de 2.295 metros, a cuyo pie se encuentra Sallent, hasta los ni?os callaron cuando el alcalde comenz¨® a leer el comunicado que acababa de aprobar el consistorio. Solidaridad del valle de Tena con las familias de las v¨ªctimas y con los guardias que hab¨ªan sido sus compa?eros, y repulsa contra el terrorismo.Y sobre todo perplejidad: "?Por qu¨¦ aqu¨ª?", preguntaba el alcalde, en nombre de la multitud, a la banda terrorista. "?Y qu¨¦ hab¨¦is ganado, terroristas?", sigui¨®. "Amigos, esto apunta a nuestra democracia, vecinos, esto va contra la libertad, contra el pluralismo y la tolerancia. Amigos, vecinos, visitantes, esto va a favor del miedo". Resonaban los altavoces en la plaza. Pero el miedo, al menos entre los asistentes, no era ayer perceptible: "Los terroristas vinieron aqu¨ª, pero nuestro suelo no va a dejar de ser hospitalario", hab¨ªa proclamado el alcalde.
Jos¨¦ Antonio Labordeta, diputado de la Chunta Aragonesista y l¨ªder carism¨¢tico de la izquierda aragonesa, era uno de los ciudadanos airados: "Esto es demasiado. ETA se ha convertido en el enemigo p¨²blico n¨²mero uno de todos los espa?oles. Pero es tambi¨¦n un aviso para la gente de Euskadi. Tiene que saber que nos sentimos violentamente atacados por una parte de su sociedad y que s¨®lo con su ayuda podremos pararlos", dijo el cantautor.
Era un mensaje expl¨ªcito a los terroristas. Como expl¨ªcita fue la apelaci¨®n que hizo el alcalde: "No sois otra cosa que la personificaci¨®n de la m¨¢s descarnada soledad, la m¨¢s pr¨ªstina encarnaci¨®n del profundo aislamiento en que nada vuestra cobarde, ignorante, y da?ina alma". Un sordo y prolongado aplauso subray¨® el rechazo de esas palabras.
El alcalde se cuid¨® de hablar s¨®lo de terroristas, pero en las calles, antes de la concentraci¨®n, algunos no distingu¨ªan entre vascos y terroristas. Muchos observaban que a esa hora ya no quedaban vascos en el pueblo pese a que ¨¦stos forman parte del grueso de los visitantes. Efectivamente, no todos, pero algunos vascos que veraneaban en Sallent se hab¨ªan marchado. Un joven se despidi¨® de la propietaria del restaurante Sarri¨®: "Casi lloraba. No pod¨ªa evitarlo, me ha dado mucha pena porque es un chico que viene desde hace tiempo y no tiene nada que ver con esa barbaridad", recordaba la mujer.
Tambi¨¦n era perceptible en algunos corros un cierto sentimiento antivasco, que la prudencia manten¨ªa contenido. "Esto est¨¢ lleno de terroristas; los hemos visto. Algunos de los que han salido por televisi¨®n los hab¨ªamos visto antes por aqu¨ª," dec¨ªa una mujer.
"No hay ning¨²n misterio", conven¨ªa uno de los guardias que hab¨ªa venido a reforzar el dispositivo. "Ellos pasan por aqu¨ª cuando quieren porque, desde que no hay fronteras van y vienen por donde les da la gana". Las frases eran duras, como duras hab¨ªan sido tambi¨¦n las im¨¢genes que muchos de ellos hab¨ªan visto por la ma?ana, justo al despuntar del alba. De hecho casi todo el pueblo hab¨ªa podido ver de cerca el horror. La bomba hab¨ªa estallado en el centro urbano de Sallent y cuando los vecinos saltaron de la cama y salieron a la ventana, una densa humareda negra que se elevaba sobre las buhardillas y los tejados de pizarra, se?alaba inequ¨ªvocamente que aquello hab¨ªa sido cosa de ETA. Y que era peor que lo ocurrido hacia tres a?os.
"No he tenido ninguna duda de que era una bomba de ETA. Ha sonado igual que la otra vez pero much¨ªsimo m¨¢s fuerte", explicaba una mujer que vive a m¨¢s de 500 metros del lugar de la explosi¨®n y en cuyo balc¨®n cay¨® un trozo de la ballesta del coche. En pocos minutos m¨¢s de 20 vecinos se concentraban ya junto al desastre. Muchos llegaron a tiempo para ver como Javier Urierta, el cartero, sosten¨ªa el cuerpo mutilado y maltrecho del joven guardia. Muchos vieron tambi¨¦n como un bombero que veranea en Sallent organizaba la macabra tarea de recoger los miembros esparcidos de la agente.
Acudieron sin aliento vecinos y parientes de algunos de los guardias civiles del cuartel, que llevan varios a?os afincados en Sallent. "No ser¨¢ Juan, el de Azucena". "No ser¨¢ Varela", preguntaban angustiados. No eran ellos. Era Irene, la extrovertida y sol¨ªcita Irene que ya llevaba tres a?os en el pueblo y era una m¨¢s entre los vecinos. El chico llevaba tan poco tiempo que la mayor¨ªa no le conoc¨ªa. Pero todos lloraron al verle. "Era tan joven y estaba tan destrozado"...
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