Colombia en guerra, a la espera de Clinton
EE UU presta ayuda militar a un pa¨ªs asolado por la violencia del narcotr¨¢fico y la guerrilla
Lista para la extradici¨®n
Clinton y su s¨¦quito visitar¨¢n una Colombia polarizada, angustiada por las mil y una incertidumbres que genera la puesta en marcha del Plan Colombia, propuesto como lucha frontal contra el narcotr¨¢fico; en un pa¨ªs en medio de una guerra en la que no parece estar claro qui¨¦n, por qu¨¦ y contra qui¨¦n se dispara. La imagen de seis ni?os muertos a balazos por un "error humano" del Ej¨¦rcito; la de guerrilleros del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional, ELN, y del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n, EPL, ejecutados por otros guerrilleros, los de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC; la de campesinos degollados o desfigurados con ¨¢cido por los paramilitares; la de pueblos destrozados o ni?os secuestrados; son una muestra de la larga lista de hechos macabros de una confrontaci¨®n degradada e incomprensible.Por eso estos d¨ªas es m¨¢s tenso el pulso entre la guerra y la paz. Por un lado se afinan los mecanismos para la llamada Guerra del Sur -control militar para erradicar cultivos il¨ªcitos- con la que se espera recuperar, con asesores y equipos norteamericanos, una franja inmensa de selva sembrada de coca y donde mandan los farianos -como se llama a los miembros de las FARC- y los paramilitares. Muy cerca, en los 42.000 kil¨®metros cuadrados desmilitarizados para servir de escenario a un proceso de paz con las FARC, la guerrilla m¨¢s vieja del hemisferio, se mantiene viva la esperanza de lograr un cese de hostilidades. "Si la paz avanza, el componente militar del Plan Colombia se puede disminuir", dice el diputado conservador Roberto Camacho.
El analista pol¨ªtico Alfredo Rangel ve en el futuro una agudizaci¨®n del conflicto: "De un lado y de otro se llegar¨¢ al convencimiento de que el coste de la guerra es insostenible y se precipitar¨¢ a una soluci¨®n negociada". Para ¨¦l, el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas es una respuesta l¨ªcita del Estado que, sin apoyo nacional suficiente, encontr¨® el amigo internacional que le ayud¨®. "Lo que no est¨¢ claro es que persigan iguales prop¨®sitos: EE UU centra su ayuda en la lucha contra el narcotr¨¢fico; Colombia busca soluci¨®n al problema de la insurgencia".
Hay, pues, dos bandos: el que apuesta por que el equipamiento militar con helic¨®pteros, radares e inteligencia electr¨®nica doblegar¨¢ a las FARC, y el que ve consecuencias funestas con m¨¢s guerra, m¨¢s desplazamiento, m¨¢s violaci¨®n de derechos humanos por parte de sectores del Ej¨¦rcito que no han roto sus nexos con los paramilitares. Los m¨¢s afectados: los cultivadores de coca, ¨²ltimo eslab¨®n en la cadena del narcotr¨¢fico.
"Estamos ante el ascenso de los extremos", dice Rangel. Medio pa¨ªs vive hoy bajo las leyes de la guerrilla o de los paramilitares. Los paras han crecido en n¨²mero y poder en cinco a?os tanto como la guerrilla en dos o tres d¨¦cadas. Tienen cada vez m¨¢s apoyo de sectores de poder y cada vez son m¨¢s los colombianos que no se sonrojan al confesar sus afectos por unos grupos que, seg¨²n su criterio, les protegen del flagelo del secuestro y la extorsi¨®n impuestos a la brava por las guerrillas. Su m¨¢ximo comandante, Carlos Casta?o, se ufana de controlar enormes zonas del pa¨ªs y de poder bloquear, cuando quiera, carreteras vitales.
?Est¨¢n estos tenebrosos grupos, culpables del mayor n¨²mero de violaciones de los derechos humanos, negociando con la DEA (agencia antidroga de EE UU)? Es uno de los interrogantes que se plantean muchos colombianos en v¨ªsperas de la visita de Clinton. Seg¨²n un informante de la DEA, la agencia estuvo "muy cerca" de un pacto que garantizaba armas a los paramilitares a cambio de su ayuda para la entrega de 200 narcotraficantes. La relaci¨®n narcos-paras ha sido siempre estrecha. Casta?o, en una reciente entrevista televisiva, en la que no se le cuestion¨® su actividad criminal, confes¨® que s¨ª recibi¨® "se?ales" para cooperar. Y reiter¨® su apoyo al Plan Colombia. Con su hablar acelerado, sus ojos desorbitados y su agitar de manos, cont¨® que en la reciente operaci¨®n Motil¨®n, cuando se fumigaron m¨¢s de 15.000 hect¨¢reas en una zona al norte del pa¨ªs, el trabajo se hizo tranquilamente en la regi¨®n controlada por ellos; en territorio de las FARC, las avionetas fumigadoras fueron atacadas a balazos. Casta?o ha reconocido que se financia en gran parte de la coca, pero dice que buscar¨¢ ahora otra fuente de ingresos.
Esta versi¨®n de un posible acuerdo, desmentida por Washington, resulta l¨®gica. "La DEA ha hecho pactos hasta con el diablo" , dijo un internacionalista que prefiere, como muchos en este polarizado pa¨ªs, permanecer en el anonimato.
Hace unos a?os, cuando se hac¨ªa referencia al enemigo "n¨²mero uno" del pa¨ªs, se se?alaba a Pablo Escobar, jefe del cartel de Medell¨ªn y padre del narcoterrorismo. Escobar muri¨® descalzo sobre un tejado, en medio del cruce de balas con la polic¨ªa, en diciembre de 1993. Los nuevos narcos -tras el desmantelamiento de los carteles de Cali y Medell¨ªn- no son personajes, est¨¢n agrupados en peque?as organizaciones -se habla de 80- y mantienen un bajo perfil. Invierten en el extranjero pero mantienen su inter¨¦s en adquirir tierras. Sus haciendas cubren al menos la mitad del ¨¢rea ¨®ptima para cultivo a lo largo y ancho del pa¨ªs. El negocio del narcotr¨¢fico es cada d¨ªa m¨¢s pr¨®spero: el a?o pasado salieron 550 toneladas de coca¨ªna. Seg¨²n la DEA, el porcentaje de droga colombiana en EE UU pas¨® del 55% en 1998 al 98% en 1999.
El sue?o de los funcionarios norteamericanos es tener en sus c¨¢rceles a los capos colombianos. Hay una lista de m¨¢s de 30 que esperan la extradici¨®n.?Existe un plan de sometimiento de narcotraficantes colombianos a la justicia estadounidense? ?ste es otro interrogante. El mismo informante que habl¨® del acuerdo paras-DEA asegura que varios capos dieron la bienvenida al a?o 2000 en un yate frente a Miami. ?C¨®mo reaccionar¨¢ la mafia ante el Plan Colombia? ?ste se plantea como meta "neutralizar el sistema financiero del narcotr¨¢fico". Los analistas no tienen una respuesta clara. "Son flexibles. Se van a adaptar. Contra ellos no se utilizar¨¢n los helic¨®pteros ni los equipos antinarc¨®ticos", se aventura uno de ellos.
Son muchos los males de este pa¨ªs de 40 millones de habitantes, con la mitad de ellos viviendo en la pobreza. Si se busca un gran generador de males, la gente com¨²n no duda en colocar entre los primeros a la mediocridad y a la corrupci¨®n de sus dirigentes. "La clase pol¨ªtica se dedica a hacer negocios con el Estado y vivir del erario p¨²blico", se lament¨® hace poco Hern¨¢n Echavarr¨ªa, un veterano l¨ªder empresarial.
S¨®lo ocho horas estar¨¢ Clinton en Cartagena. Para muchos colombianos, su visita marca el inicio de la intervenci¨®n norteamericana. El l¨ªmite de 500 asesores y 300 contratistas estadounidenses fijado en el Plan Colombia para trabajar y asesorar en el pa¨ªs se puede violar en caso de que "existan evidencias de una agresi¨®n", seg¨²n reza el texto. "Es la cla¨²sula del imperio", se?ala Rangel, y la califica de "indeseable e improbable". Piensa que las consecuencias de la Guerra del Sur son por ahora impredecibles. "Depende de la respuesta de las FARC: si van a provocar una guerra popular, veremos una guerra irregular nueva y cruenta". Los farianos han declarado "no grata" la visita de Clinton. "Viene en son de guerra, no de paz", dicen.
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