El espectro de Vietnam
Como en el caso de Vietnam, hace casi 40 a?os, Estados Unidos ha emprendido la fantasmag¨®rica empresa de destruir la Colombia rural con el supuesto objetivo de salvarla.En los a?os sesenta, la misi¨®n se llamaba Busca y destrucci¨®n. Hoy se trata del Plan Colombia.
La mayor¨ªa de los norteamericanos ignoran que el Plan Colombia amenaza con arrastrar a Estados Unidos a la guerra civil m¨¢s prolongada y brutal de todo el hemisferio occidental, una guerra que se libra de forma intermitente desde hace 160 a?os. Nadie se lo ha explicado, del mismo modo que nadie les explic¨® Vietnam al principio.
En otro espantoso recordatorio de Vietnam, la Administraci¨®n estadounidense ha convencido a Colombia para que desarrolle un poderoso herbicida biol¨®gico contra los campos de cultivo de los que proceden la coca y la hero¨ªna. Se trata de un hongo denominado fusarium oxysporum, derivado de la planta de la coca. La idea de Washington consiste en diseminarlo por cientos de miles de hect¨¢reas dedicadas al cultivo de amapolas. Nadie parece conocer las repercusiones sobre los seres humanos de este hongo, que suscita recuerdos del agente naranja de Vietnam, un defoliante responsable de la muerte y mutilaci¨®n tanto de vietnamitas como de norteamericanos.
El Plan Colombia es resultado de la prolongada frustraci¨®n de la Administraci¨®n norteamericana por su incapacidad de cortar de ra¨ªz el enorme tr¨¢fico de coca¨ªna y hero¨ªna procedente de Colombia, a pesar de haber gastado miles de millones de d¨®lares a lo largo de los a?os en la destrucci¨®n de droga y en la presunta colaboraci¨®n con las autoridades colombianas. El principal autor del plan es el zar de las drogas de la Casa Blanca, el general Barry M. McCaffrey, antiguo jefe del Comando Sur de Estados Unidos. El Congreso aprob¨® la inversi¨®n de 1.300 millones de d¨®lares (unos 239.000 millones de pesetas) para ponerlo en marcha.
Por lo que se sabe, el plan exige la eliminaci¨®n de las guerrillas que vigilan los campos, sea cual sea su orientaci¨®n, con el fin de que una serie de aviones de peque?o tama?o puedan fumigar sin problemas el hongo sobre las plantaciones de amapolas. Dicha tarea la llevar¨¢n a cabo batallones colombianos -entrena-dos en la lucha contra los rebeldes por Estados Unidos-, que ser¨¢n transportados hasta los campos en helic¨®pteros norteamericanos. No se ha dicho nada de qu¨¦ ocurrir¨ªa si uno de los aparatos estadounidenses fuera derribado y su tripulaci¨®n muerta o herida.
Un factor que complica las cosas es que en Colombia existen, en la actualidad, media docena de conflictos o guerras de guerrillas, por lo que a McCaffrey le resultar¨ªa dif¨ªcil decidir a qui¨¦n y d¨®nde atacar.
No hace falta mucha imaginaci¨®n para llegar a la conclusi¨®n de que el Plan Colombia, como la mayor¨ªa de los colombianos bien informados saben, es sencillamente impracticable. En Brasilia, a principios de agosto, la secretaria de Estado, Madeleine K. Albright, que pretend¨ªa vender el plan a Latinoam¨¦rica, recibi¨® la respuesta de que Brasil no est¨¢ dispuesto a participar. Casi todos los dem¨¢s Gobiernos latinoamericanos comparten ese sentimiento, lo cual deja a Washington aislado en su prop¨®sito.
Tal vez la mayor amenaza y la peor tragedia a la que se enfrenta Estados Unidos en su aventura colombiana es que el plan ha sido desarrollado por hombres y mujeres que saben muy poco de la historia, la cultura y la pol¨ªtica de Colombia. Tambi¨¦n eso recuerda a Vietnam, donde el presidente John F. Kennedy involucr¨® a Estados Unidos sin consultar al pu?ado de funcionarios que verdaderamente sab¨ªan algo de Hanoi, Dien Bien Phu, Ho Chi Minh y el Vietcong.
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