Autonom¨ªa universitaria y democracia
Durante los ¨²ltimos a?os del franquismo la universidad espa?ola jug¨® un destacado papel en la lucha por la recuperaci¨®n de la democracia y las libertades pol¨ªticas. A falta de un espacio p¨²blico para el debate pol¨ªtico, hurtado por la Dictadura, los claustros universitarios se convirtieron, al igual que otro tipo de corporaciones e instituciones de la sociedad civil, en el veh¨ªculo y plataforma de actuaci¨®n de una sociedad pol¨ªtica secuestrada y amordazada por el r¨¦gimen.M¨¢s all¨¢ de la defensa de intereses estrechos y corporativos -que en todo caso fueron utilizados como instrumento para una movilizaci¨®n pol¨ªtica de mayor calado-, el compromiso de muchos universitarios de aquel entonces, docentes y discentes, signific¨® anteponer el inter¨¦s general de la recuperaci¨®n democr¨¢tica a objetivos m¨¢s particulares y personalmente rentables. La universidad fue "utilizada" pol¨ªticamente en aquellos tiempos, al margen de sus genuinas funciones, noblemente y de forma acorde con una misi¨®n exigida por circunstancias hist¨®ricas excepcionales.
La sociedad y la universidad espa?ola actuales tienen muy poco que ver con las de hace veinticinco a?os. La Constituci¨®n espa?ola y la LRU han configurado un modelo de autonom¨ªa universitaria que otorga a las instituciones acad¨¦micas p¨²blicas cotas de autogobierno jam¨¢s alcanzadas en nuestro pa¨ªs ni en los sistemas p¨²blicos universitarios de nuestro entorno europeo. Dicho modelo ha funcionado por lo general muy correctamente bas¨¢ndose en el mutuo respeto entre las competencias propias de la universidad y las de los distintos poderes p¨²blicos. A estos ¨²ltimos corresponde, sin la menor duda, la competencia en la definici¨®n territorial del espacio universitario y en el ejercicio del control y la distribuci¨®n de los recursos que hagan posible el mantenimiento equilibrado del sistema p¨²blico universitario. Lo podr¨¢n hacer mejor o peor, esa es su responsabilidad y de ella deber¨¢n rendir cuentas cada cuatro a?os ante el electorado.
Pero cuando unilateralmente algunos gestores universitarios -se trata de la excepci¨®n que no de la regla- caen en la tentaci¨®n de invadir atribuciones y de hostigar a dichos poderes p¨²blicos con la autosupuesta finalidad de conseguir logros sociales para la que no est¨¢n mandatados, se altera de forma muy poco prudente el equilibrio entre la universidad y las instituciones pol¨ªticas depositarias de la soberan¨ªa popular y se introducen elementos de confusi¨®n que apuntan a la confrontaci¨®n con dichas instituciones y a la insolidaridad con las restantes universidades en lo que se refiere a la justa y proporcional asignaci¨®n de los recursos p¨²blicos.
El espacio de actuaci¨®n de la universidad p¨²blica en una sociedad democr¨¢tica no es el espacio de lo pol¨ªtico. Si lo fue leg¨ªtimamente en otros tiempos como se ha apuntado m¨¢s arriba, no puede caerse ahora en el error de utilizar e instrumentalizar, en un perverso revival, el campus acad¨¦mico como terreno de la confrontaci¨®n pol¨ªtica: ni en defensa de supuestos ataques contra la autonom¨ªa universitaria, perfectamente protegida por nuestro ordenamiento jur¨ªdico, ni en defensa tampoco de ambiciones personales o de intereses clientelares.
La arrogancia corporativa de quienes sustentan su protagonismo sobre la influencia y el respeto en la consideraci¨®n social de que goza la universidad y lo utilizan para involucrarla en la contienda pol¨ªtica, no deber¨ªa arrastrar a algunos partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n a caer, rec¨ªprocamente, en dicho desprop¨®sito. La tentaci¨®n de "utilizar" pol¨ªticamente tales designios y actitudes con el objeto de erosionar al poder de turno no deber¨ªa prevalecer sobre la responsabilidad de dichos partidos en la defensa institucional de las competencias y atribuciones que a cada administraci¨®n otorga nuestro Estado de Derecho. Al fin y al cabo, las situaciones son siempre cambiantes, y la mejor y m¨¢s responsable forma de contribuir a las correctas relaciones entre universidad, sociedad y pol¨ªtica, tanto ahora como en el futuro, ser¨¢ que cada uno se mantenga dentro de dichas competencias y atribuciones sin forzar, de manera imprudente, la verdadera dimensi¨®n de la autonom¨ªa universitaria en nuestro Estado democr¨¢tico.
Salvador Forner Mu?oz es director general de Ense?anzas Universitarias de la Generalitat Valenciana.
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