Desfile de amarillos
El caos hace que Casero y Heras se vistiesen de l¨ªder sucesivamente
Quedan cinco kil¨®metros para la meta. Zintchenko tiene el triunfo en su mano. Ya ha subido lo peor, la Huesera. La etapa no se le va a escapar. Aunque Heras y C¨¢rdenas vienen al galope, les aventaja en un minuto y medio. Los dos corredores del Kelme sacan 1.10 a Casero. Ah¨ª se vive la emoci¨®n. El maillot de l¨ªder est¨¢ a punto de cambiar de manos. La cifra m¨¢gica es 1.15, el tiempo que separa a los dos protagonistas de la Vuelta en la general.El GPS (medidor de tiempo por sat¨¦lite) de la televisi¨®n hace equilibrios. Primero se pone del lado de Heras (1.17, l¨ªder virtual). Luego, vuelve hacia Casero (1.06). Siguen subiendo los Lagos, sigue la emoci¨®n. Cuatro kil¨®metros, tres, dos, uno y meta. Heras, Casero; Casero, Heras. ?Qui¨¦n es l¨ªder? Nadie lo sabe. Hay un empate. Ning¨²n c¨¢lculo vale salvo el de los jueces. ?Y qu¨¦ dicen los jueces? "Heras ha sacado 1.02 a Casero, es decir, Casero conserva el amarillo por trece segundos". ?C¨®mo? ?Trece segundos? Los jueces revisan sus cron¨®metros y dictaminan, por segunda vez: "No, perd¨®n. Casero es l¨ªder por un segundo". Eso es m¨¢s cre¨ªble. As¨ª que el protocolo se pone en marcha. Sube Zintchenko al podio, y despu¨¦s todos los dem¨¢s. Para el final se reserva al l¨ªder de la Vuelta. Sube Casero al cami¨®n, recibe las felicitaciones del secretario de Estado para el Deporte, le entregan los ramos, la botella de cava, le besuquean dos azafatas y le visten de amarillo.
Pero salta el esc¨¢ndalo: el l¨ªder no es Casero. Es Heras. Resulta que los jueces de la Uni¨®n Ciclista Internacional han contabilizado, seg¨²n marca el reglamento, los tiempos de los dos. Ven que empatan a segundos y, por tanto, recurren a las mil¨¦simas. Heras suma 900 y Casero, 1.230. Es decir, el corredor del Kelme es el nuevo l¨ªder.
"?Roberto, Roberto!". A Heras, que est¨¢ bajando hacia los coches del equipo para ir al hotel, lo detienen y le dicen que tiene que regresar arriba. Sube a la meta y al cami¨®n del podio, recibe las felicitaciones del secretario de Estado para el Deporte, le entregan los ramos, la botella de cava, le besuquean y le visten de amarillo.
S¨ª. Es la Vuelta a Espa?a. Una carrera diferente, propensa a que le ocurran estas vicisitudes. La organizaci¨®n se lava las manos. Dice que la responsabilidad ¨²nica corresponde a los jueces de la UCI. : "Esto es como un partido de f¨²tbol. Si el ¨¢rbitro dice que tienen que jugarse siete minutos m¨¢s, se juegan y nadie puede decir nada. Nosotros tampoco podemos decir nada", se lamentaba Enrique Franco, el director general de la Vuelta a un metro de su Mercedes.
"Nosotros, en Internet", precisaba su lugarteniente, V¨ªctor Cordero, "ya hemos puesto a Heras de l¨ªder en cuanto ha entrado en la meta. Tenemos la mejor tecnolog¨ªa de las tres grandes vueltas. Lo que pasa es que en la UCI no la usa". Los jueces hablaban de un error humano. Qui¨¦n sabe. El caso es que la imagen de la Vuelta a Espa?a retrocede. Carece de la estructura y de los medios que se facilitan en otras grandes carreras (el Tour, fundamentalmente) y, aunque en este caso no tenga una responsabilidad directa, cada a?o le surgen una multitud de problemas organizativos.
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