?Por qu¨¦ callar?
La publicaci¨®n de mis preguntas acerca de las fotograf¨ªas que, por parte de ETA, fueron tomadas a Fernando Buesa en el Parlamento vasco ha suscitado algunas respuestas que, en mi opini¨®n, merecen comentario. As¨ª, desde medios ligados a la lucha antiterrorista se se?ala que tales im¨¢genes fueron conocidas despu¨¦s del asesinato de mi hermano, pues su revelado se demor¨® unos dos meses, y se justifica esta tardanza en la acumulaci¨®n de trabajo ocasionada por la gran cantidad de documentaci¨®n incautada a la banda terrorista. Queda, por tanto, despejada una de aquellas cuestiones y se evidencia que el Ministerio del Interior no err¨® con respecto a su protecci¨®n, lo que no obsta para que, a la vista de la citada explicaci¨®n, se plantee una duda acerca de la suficiencia de los medios personales y materiales disponibles para sostener aquella lucha.Por otra parte, el presidente de la C¨¢mara legislativa vasca se extiende, en un art¨ªculo publicado por EL PA?S al d¨ªa siguiente de haberlo hecho con mis preguntas, en un relato pormenorizado de acontecimientos y noticias de prensa que precedieron al asesinato de Fernando y que, para el se?or Atutxa, "a?aden significado a este episodio"; es decir, al hecho de que ¨¦l se enterara por la prensa de la existencia de las fotos de mi hermano. Tal significado no es otro que el que abunda en el problema de la descoordinaci¨®n entre la Ertzaintza y los Cuerpos y las Fuerzas de Seguridad del Estado. Digo abunda porque, en lo esencial, el se?or Atutxa no hace sino reproducir el argumento que, a finales del mes de mayo, utiliz¨® el m¨¢ximo l¨ªder de su partido, Xabier Arzalluz, para lanzar un furibundo ataque al ministro del Interior. Es verdad que entre ambos dirigentes del PNV existen diferencias sustanciales, pues Juan Mar¨ªa Atutxa en ning¨²n momento recurre al zafio estilo de su compa?ero ni retuerce los hechos hasta hacerlos irreconocibles ni, sobre todo, pretende que, como derivaci¨®n de aquella falta de consonancia entre los cuerpos policiales, la responsabilidad del crimen en el que mi hermano perdi¨® su vida se traspase desde sus autores al se?or Mayor Oreja. Y m¨¢s bien interpreto que su texto refleja una sincera preocupaci¨®n por las consecuencias de la desavenencia policial -"tras aguantar durante unos a?os en silencio otros episodios", dice- y seguramente un gran aprecio por la figura de Fernando Buesa.
As¨ª, pues, una gran parte del texto en el que el se?or Atutxa contesta a mi carta est¨¢ destinada a evidenciar la descoordinaci¨®n entre las polic¨ªas vasca y estatal. Este problema ha sido recurrente y parece que desde el mes de junio ha encontrado alguna v¨ªa de soluci¨®n. Pero la cuesti¨®n, desde mi punto de vista, no se resuelve en una apreciaci¨®n general, sino m¨¢s bien en una muy concreta que concierne a la atribuci¨®n de la principal responsabilidad de la existencia de ese problema en el momento en que Fernando Buesa fue asesinado. La tesis del presidente parlamentario vasco -que en esto no se aparta un ¨¢pice del victimismo que caracteriza al discurso pol¨ªtico de su partido- se orienta en el sentido de conced¨¦rsela al Estado; sin embargo, yo prefiero aceptar la perspectiva que puso de relieve mi hermano cuatro d¨ªas antes de su muerte en un discurso pronunciado en el Parlamento vasco. De acuerdo con ella, la cooperaci¨®n policial se encontraba "bloqueada por el enfrentamiento pol¨ªtico entre el Gobierno Ibarretxe y el Gobierno Aznar" y, en ese marco, era el Ejecutivo formado por el PNV y EA el que no deseaba "perseguir con diligencia a los autores de las acciones violentas buscando la cooperaci¨®n eficaz de la Ertzaintza con las Fuerzas y los Cuerpos de Seguridad del Estado" (Cf. EL PA?S, 23 de febrero de 2000, p¨¢gina 17).
El art¨ªculo de Juan Mar¨ªa Atutxa alude tambi¨¦n a la primera de las preguntas que yo planteaba mostrando mi perplejidad por el hecho de que ninguna autoridad vasca haya tomado medidas para reforzar la seguridad de la sede parlamentaria ni, por supuesto, asumido la eventual responsabilidad de que ETA haya podido realizar tareas de informaci¨®n dentro de ella. Y lo hace se?alando la inevitabilidad de que un miembro legal de la banda armada se pasee por esa sede y pueda "seguir haci¨¦ndolo en cualquier otra instituci¨®n".
Este punto de vista me parece inaceptable, pues, aunque no quepa negar la dificultad que pudiera existir para detectar unas actividades delictivas como las se?aladas, no por ello debe eludirse la necesidad de abordar el problema. Los representantes de la voluntad popular no est¨¢n s¨®lo para gestionar el gobierno de las cosas, sino tambi¨¦n para cambiar ¨¦stas. Y cuando los problemas son relevantes no basta con aplicar el reglamento, incluso con diligencia, sino que hay que modificarlo.
Los Parlamentos tienen la funci¨®n de elaborar leyes destinadas a procurar la felicidad de los ciudadanos; y, en el caso que nos ocupa, esa felicidad exige, de manera impostergable, la mejora de su seguridad. Por eso me decepcionan las consideraciones del se?or Atutxa y me obligan de nuevo a rememorar otro pasaje del ¨²ltimo discurso de mi hermano: "El lehendakari y su Gobierno nos han defraudado... La minor¨ªa nacionalista que le apoya en este Parlamento ninguna voluntad tiene de enfrentarse de modo exigente con los grupos violentos". Si esto es as¨ª, ?por qu¨¦ callar?
Mikel Buesa es catedr¨¢tico de la Universidad Complutense.
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