?Es necesario morir para ayudar?
Con el asesinato de Samson Aregahegn, Carlos C¨¢ceres y Pero Simudza en Timor Occidental, y de Mensah Kpognon en Guinea, son ya m¨¢s de 200 los civiles que, trabajando bajo bandera de la ONU han sido asesinados en los ¨²ltimos ocho a?os. A estos datos escalofriantes hay que a?adir 228 secuestrados mientras ejerc¨ªan labores humanitarias y unas 300 v¨ªctimas de intimidaci¨®n y violencia.Samson, Carlos y Pero trabajaban para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Atambua, Timor Occidental. El 6 de septiembre, un grupo de unos treinta milicianos armados atac¨® las oficinas del ACNUR. Algunos trabajadores fueron escondidos por vecinos. Carlos, Pero y Samson fueron asesinados a machetazos, sus cuerpos rociados con gasolina y quemados.
Mensah trabajaba en Macenta, un pueblo guineano en la frontera con Liberia, donde el ACNUR asiste a refugiados liberianos y sierraleoneses. El 17 de septiembre fue asesinado en un ataque perpetrado por un grupo armado en el que murieron otras personas que viv¨ªan en el mismo barrio. Otra trabajadora del ACNUR, Sapue Laurence Djeya, fue secuestrada y a¨²n no tenemos noticias sobre su paradero.
Guinea y Timor no son los ¨²nicos lugares donde el trabajo humanitario se paga con la vida, ni ACNUR la ¨²nica agencia que ha sufrido bajas. Hace meses, miembros del Unicef y del Programa Mundial de Alimentos fueron brutalmente asesinados en Burundi. ?Qui¨¦n no recuerda el asesinato de los cooperantes espa?oles de la ONG M¨¦dicos del Mundo en Ruanda, y de los trabajadores del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja en Chechenia, o el derribo de dos aviones de la ONU en Angola? Somalia, Afganist¨¢n, el C¨¢ucaso son lugares donde los humanitarios han perdido sus vidas asistiendo a las v¨ªctimas de conflictos y persecuciones. La lista es mucho m¨¢s larga.
Desde que el ACNUR abri¨® sus oficinas en Timor Occidental, hace poco m¨¢s de un a?o, se hab¨ªan registrado m¨¢s de 120 incidentes contra sus trabajadores. Las actuaciones del ACNUR son estrictamente humanitarias. Su seguridad depende de las autoridades del pa¨ªs en el que trabaja. Indonesia es responsable de la seguridad del personal de la ONU en Timor Occidental. Es dif¨ªcil aceptar que el presidente Wahid no haya querido entrevistarse con la alta comisionada, Sadako Ogata, aunque los dos se encontraban en Nueva York, en la Cumbre del Milenio, cuando la Oficina del ACNUR en Atumbua fue atacado. Indonesia tampoco ha aceptado la investigaci¨®n propuesta por el Consejo de Seguridad.
Si bien la responsabilidad principal sobre la seguridad de los trabajadores humanitarios recae sobre el Gobierno del territorio donde se encuentran, no es menos cierto que los Estados han de asumir un papel m¨¢s activo para asegurar que se puedan desarrollar las labores de asistencia. Ayer, el personal del ACNUR en 120 pa¨ªses entreg¨® una declaraci¨®n a los Gobiernos de los Estados de la ONU pidi¨¦ndoles que tomen medidas para proteger al personal humanitario. Una de ellas es firmar y ratificar el Estatuto de Roma para el Tribunal Penal Internacional que contiene disposiciones que tipifican como crimen de guerra los ataques contra el personal humanitario o de misiones de paz de la ONU.
Sin embargo, ACNUR tambi¨¦n debe revisar sus procedimientos de seguridad en los lugares de alto riesgo. Nosotros, los colegas de las v¨ªctimas, nos preguntamos ?c¨®mo ha sido posible?, ?por qu¨¦ no fueron evacuados a tiempo? La alta comisionada ha anunciado que se realizar¨¢ una investigaci¨®n para conocer la respuesta a estas preguntas.
Igualmente tr¨¢gico, tras la evacuaci¨®n del personal del ACNUR y de las ONG, es el futuro de los 125.000 refugiados (entre ellos, mujeres, ni?os y ancianos) en Timor Occidental, dejados a su suerte en manos de las milicias responsables de las matanzas en Timor Oriental el a?o pasado.
El terrible dilema entre abandonar una operaci¨®n de ayuda humanitaria por el riesgo y dejar a su suerte a miles de v¨ªctimas se ha consumado una vez m¨¢s en Timor, pero con un precio demasiado alto. Nuestra obligaci¨®n ahora es mantener vivo el esp¨ªritu por el cual Pero, Samson, Carlos y Mensah han muerto, el ideal de que toda persona tiene derecho a la dignidad y al respeto, y que quiz¨¢s la historia pueda ser m¨¢s ¨¦tica. La obligaci¨®n de la comunidad internacional, y en particular del Consejo de Seguridad de la ONU, es la de asegurar que esto no se repita.
Luigi Cabrini es representante del ACNUR en Espa?a.
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