La insolencia del talento
Me contaron o le¨ª en alguna parte (y no s¨¦ si es cierto, pero lo parece y como tal lo tomo) que el novelista norteamericano John Irving, escritor de Las normas de la casa de la sidra, cuya conversi¨®n en pel¨ªcula vali¨® a Michael Caine hace unos meses uno de esos raros oscar que (como el que antes obtuvo con Hannah y sus hermanas) nadie discute, escribi¨® un libro motivado por las perplejidades profesionales a que le condujo su conversi¨®n en guionista, pero tambi¨¦n movido por la sorda, comprensible pero inconfesable, irritaci¨®n que le caus¨® la inmensa ganancia en concisi¨®n, hondura, gracia y precisi¨®n que el personaje del m¨¦dico abortista de su novela obtuvo de golpe al incorporarse al gesto de Michael Caine, que se adue?¨® de ¨¦l con tanta verdad y facilidad que, una vez incorporado a su rostro el rostro del personaje, ¨¦ste m¨¢s parece invenci¨®n suya que de quien lo invent¨®.Hay algo irritante en que un tan concienzudo escritor como John Irving se pase una d¨¦cada larga dando mimos, primero a la forma y luego al pulimento de ¨¦sta con lija de seda y de paciencia, a las arrugas de papel de un tan rico y complejo personaje para que m¨¢s tarde, un mal d¨ªa, cierto insolente actor ingl¨¦s le d¨¦ la vuelta como a una tortilla a medio hacer y multiplique la consistencia de su rev¨¦s con s¨®lo un par de toques de iron¨ªa y de carnalidad. No hay color en un cotejo entre el personaje deducido de la lenta lectura con lupa de la novela de John Irving y el reinventado en un golpe torrencial por la imaginaci¨®n gestual de Michael Caine. ?ste barri¨® del mapa de la inventiva, en un par de semanas de refrescante ducha de luz de focos, los diez o quince a?os de encaje de bolillos que pas¨® Irving durante su agotadora luna de miel con el tintero del que sac¨® Las normas de la casa de la sidra.
Otra irritaci¨®n de otro tipo, y no menos justificada, debe causarle, si no tiene sobredosis de humildad, al director ingl¨¦s John Irvin, casi un calco del nombre del novelista, que su esforzado trabajo en la pel¨ªcula Shiner -proyectada ayer en San Sebasti¨¢n- sea una oquedad s¨®lo sostenida por la sutil y sin embargo rocosa presencia de Caine, a quien le basta entrar en el campo de la c¨¢mara para convertir la pantalla en un territorio exclusivamente suyo. Ayer, el actor londinense reverdeci¨® rincones de sus hermosas incursiones en Alfie, El hombre que pudo reinar y Dulce libertad. Fue el prodigioso histri¨®n dominado de siempre, ahora (como otras muchas veces: conoce bien el embolado) metido dentro de una pel¨ªcula com¨²n y corriente que le viene estrecha a su enorme talla art¨ªstica pero de la que no obstante saca chispas de genio con el filo sesgado de su pedernal. Y la peque?a pel¨ªcula crece vertiginosamente cuando Caine, hacia el final, se crece.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.