El giro catalanista
Empecemos por lo menos pol¨¦mico: el llamado "giro catalanista" del PP no es fruto de una crisis moral largamente larvada. Se trata de una decisi¨®n tomada en fr¨ªo, con el cuchillo de cortar tartas electorales en una mano y una agenda contable en la otra. ?Bueno o malo? La pregunta no se puede contestar sin entrar en precisiones sobre qu¨¦ se entiende como bueno y qu¨¦ como malo. De manera que me dedicar¨¦ a la tarea, m¨¢s divertida y tambi¨¦n m¨¢s arriesgada, de hacer fenomenolog¨ªa pol¨ªtica. Esbozar¨¦, quiero decir, un retrato virtual de qu¨¦ pasa por la cabeza y el coraz¨®n del PP en lo que se refiere a la cuesti¨®n catalana.El PP, por supuesto, no es nacionalista. Al dirigente medio del PP, el nacionalista se le antoja una criatura vagamente alarmante que opera estimulada por dos impulsos distintos: el de ganar posiciones en el tablero espa?ol y el de tomar la tangente y marcharse a otro tablero. Los dos impulsos han sido conciliables en el corto plazo. En la pr¨¢ctica, los nacionalistas han ganado posiciones dentro del tablero porque exist¨ªa siempre el temor de que se les subiera la sangre a la cabeza y dieran un manotazo que tumbara a los peones, los alfiles y dem¨¢s piezas de juego. Este equilibrio inestable, sin embargo, se ha roto. De un lado, el margen de las concesiones posibles ha ido menguando con el tiempo. Del otro, es probable que muchos electores nacionalistas hayan empezado a tener la sensaci¨®n de que la cuentas est¨¢n menos claras que al principio. Se ha alcanzado el borde del tablero, y de ah¨ª en adelante se abre una aventura a la que tal vez resulte preferible no arriesgarse. Esta situaci¨®n in¨¦dita, junto al agotamiento del ciclo Pujol, propicia una oportunidad pol¨ªtica ¨²nica: la de convertir al rival en aliado. Se ofrece catalanismo como suced¨¢neo de un nacionalismo disfuncional. Fin de la primera parte de la historia.
La segunda parte, a¨²n prospectiva, se inicia con el ingreso a escena del sociologismo. En este caso, la piedra de toque del sociologismo es la Ley del Catal¨¢n. La Ley del Catal¨¢n fue votada negativamente por el PP. La constitucionalidad de la ley es dudosa, hasta el extremo de que no son pocos los catedr¨¢ticos de Derecho Constitucional seg¨²n los cuales el texto penaliza, le¨ªdo con rigor, el uso del castellano en las conversaciones privadas. Ahora bien, el PP va a tragarse la Ley del Catal¨¢n. ?C¨®mo darse este atrac¨®n sin hacerse indistinguibles de los nacionalistas?
El sentimiento de fondo es que la realidad social neutralizar¨¢ las patolog¨ªas legales. Pujol no ha aplicado en toda su severidad la ley. Si se ganan las elecciones, o se reduce el espacio del nacionalismo militante, la ley se aplicar¨¢ a¨²n menos. Y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria. Menos idealismo y m¨¢s logros contantes y sonantes.
Quienes perseveramos en pensar que Espa?a es un bien p¨²blico, no podemos recibir este mensaje sin reservas. Imaginemos que el invento prospera y que los nacionalismos perif¨¦ricos se enfr¨ªan hasta igualarse en temperatura con el moderad¨ªsimo nacionalismo espa?ol. El balance ser¨ªa bueno, y el ¨¦xito habr¨ªa dado la raz¨®n pol¨ªtica a los que persiguen el ¨¦xito por encima de todo. Supongamos, por contra, que el votante no se deja convencer. Ser¨¢ dif¨ªcil volver al punto de partida y acogerse imperturbables a las creencias viejas. Advertir de estos peligros no es fanatismo. Equivale, m¨¢s bien, a enumerar alternativas.
?Y Vidal-Quadras? Vidal-Quadras ha suscitado la c¨®lera comprensible de los nacionalistas y, a la vez, una irritaci¨®n irreprimible en los c¨ªrculos de poder populares. ?Por qu¨¦? Porque ha estorbado su estrategia apelando a los principios. Con independencia de que Vidal-Quadras se?ale o no el camino m¨¢s corto entre dos puntos, merece nuestro respeto. Recordemos dos obviedades. Vidal-Quadras es, ante todo, un defensor de los derechos individuales. Los que sostienen que es un espa?olista trasnochado, no dicen la verdad. En segundo lugar, Vidal-Quadras se meti¨® en la pol¨ªtica movido por una emoci¨®n esencialmente civil: el enojo que le produc¨ªa el clima asfixiante de consenso que en torno a s¨ª hab¨ªa suscitado un partido inveterado en el poder. Esto va a misa. Evitemos los responsos.
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