La globalizaci¨®n de las personas
Mientras el Congreso debate las reformas de la Ley de Extranjer¨ªa que en su momento elabor¨® el defenestrado ministro Pimentel, y se discute si incorporar a los aproximadamente 50.000 inmigrantes que han quedado fuera de la ¨²ltima regularizaci¨®n, las playas de Tarifa y Algeciras se transforman en pista de aterrizaje de cientos de irregulares ateridos, hambrientos, atemorizados y enga?ados. Nada menos que casi 500 desembarcaron el mi¨¦rcoles llenando los calabozos de la Guardia Civil y la Polic¨ªa para acabar amontonados en el polideportivo de Tarifa, ciertamente un espect¨¢culo con connotaciones horrorosas.Pues mientras discutimos qu¨¦ tipos de derechos les corresponden a unos u otros y si trazamos o no un nuevo tel¨®n de acero, no ya entre Espa?a y el Sur, sino entre los legales y los ilegales que ya residen entre nosotros, el flujo contin¨²a a un ritmo acrecentado. S¨®lo en lo que llevamos de a?o se han detenido a tantos como durante todo el a?o pasado en una progresi¨®n que es casi geom¨¦trica. Que, por supuesto, parar¨¢, pero nadie sabe cu¨¢ndo, y para entonces la fisonom¨ªa de nuestras ciudades habr¨¢ cambiado definitivamente.
Este fin de semana, y con la participaci¨®n de m¨¢s de 700 personas, ha tenido lugar en Madrid el II Congreso Espa?ol de Emigraci¨®n -el primero tuvo lugar hace ya tres a?os- acertadamente titulado Espa?a y las migraciones internacionales en el cambio de siglo. Pues en contra de una narcisista creencia muy extendida, que nos har¨ªa sujetos privilegiados de oleadas inmigratorias, este fen¨®meno tiene caracteres mundiales. Cuando se nos llena la boca con la palabra globalizaci¨®n y hacemos aspavientos de alegr¨ªa por el fin de las fronteras olvidamos que, tras la liberalizaci¨®n de los movimientos de capitales primero, de mercanc¨ªas despu¨¦s, y de comunicaciones por fin, asoman la cabeza los movimientos de personas. Al parecer, las mercanc¨ªas tienen libertad de circulaci¨®n, pero no las personas (?alquien dijo que Marx hab¨ªa muerto?), cuando sabemos que la emigraci¨®n es una fuente de extraordinarios beneficios para muchas sociedades. ?Por qu¨¦ no copiamos en esto tambi¨¦n, por ejemplo, a los Estados Unidos, cuyo flujo inmigratorio actual s¨®lo puede compararse con el que tuvo a finales de siglo?
Por lo dem¨¢s, dudo mucho que el problema sea un tema de leyes y no de pol¨ªticas. Es curiosa la situaci¨®n en este tema; mientras la comunidad de investigadores de todas las ciencias sociales est¨¢ cartografiando con precisi¨®n la realidad de la inmigraci¨®n en Espa?a, hasta el punto de que hay pocos problemas sociales mejor conocidos, la pol¨ªtica y los pol¨ªticos est¨¢n paralizados, no s¨®lo en la acci¨®n sino incluso en la decisi¨®n. Lo que una y otra vez falla no son los discursos sino las pol¨ªticas. Carecemos por completo -v¨¦ase Tarifa- de una pol¨ªtica de acogida. Carecemos de unas pol¨ªticas de integraci¨®n residencial para evitar la segregaci¨®n. Carecemos de pol¨ªticas de inserci¨®n laboral. Hay colegios de Madrid y Barcelona con m¨¢s de 30 minor¨ªas ling¨¹¨ªsticas pero no sabemos si la educaci¨®n debe ser multicultural o al menos multiling¨¹¨ªstica (como, por ejemplo, en Nueva York, con m¨¢s de 200 minor¨ªas). El reagrupamiento familiar est¨¢ aumentando la presencia femenina y la integraci¨®n de la madre es condici¨®n imprescindible de la familiar. Finalmente, empezamos a tener poblaci¨®n adolescente, sin duda la m¨¢s dif¨ªcil, pero tampoco tenemos pol¨ªticas hacia ella. Sospecho que no son leyes lo que necesitamos sino pol¨ªticas; y para ser ser abordadas no por el Estado sino por los municipios, el espacio donde se juega la convivencia.
Pues m¨¢s all¨¢ del regusto positivo o negativo que pueda producirnos el vocablo multiculturalismo, y mas all¨¢ de aburridas discusiones filos¨®ficas sobre el relativismo o los valores occidentales, el multiculturalismo es un hecho, una realidad que se juega cotidianamente en la coexistencia de personas con adscripciones culturales variadas conviviendo en andamios, invernaderos, supermercados, bares, plazas, discotecas o simples rellanos de la escalera. En Madrid hay un 3% de poblaci¨®n extranjera y el 10% en El Ejido, pero son el 16% en Par¨ªs, el 20% de Londres o el 56% de Nueva York. ?sta es la verdadera globalizaci¨®n.
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