Pujol no es Companys FRANCESC DE CARRERAS
Se cuenta que el presidente Llu¨ªs Companys, tras el fracaso de la sublevaci¨®n del 6 de octubre de 1934 contra el leg¨ªtimo Gobierno de la Rep¨²blica, exclam¨® a modo de justificaci¨®n: "Ahora ya no podr¨¢n decir que no soy nacionalista". El Gobierno catal¨¢n fue detenido y encarcelado, el Estatuto de Catalu?a suspendido hasta las elecciones de 1936, la Generalitat pas¨® a ser dirigida por comisarios del Gobierno central, el fallido golpe result¨® a la larga mortal para la fr¨¢gil salud de la Rep¨²blica... pero Companys estaba satisfecho: cre¨ªa haber demostrado a los que le criticaban su fidelidad al pa¨ªs y a la causa republicana.Hay muchos motivos para tener simpat¨ªa a Companys: episodios de su honesta vida de dem¨®crata fiel a sus ideas y, sobre todo, su dign¨ªsima actitud ante la muerte, ante su asesinato, producido a ra¨ªz de permanecer en Francia buscando a su hijo enfermo. Respeto y admiraci¨®n merecen estas actitudes morales. Pero cualquier conocedor de la ¨¦poca sabe que Companys fue un pol¨ªtico mediocre, atrabiliario, con escaso sentido de lo que es el arte de gobernar. La sublevaci¨®n del 6 de octubre fue un estrepitoso error de graves consecuencias, tanto a corto como a largo plazo, que pon¨ªa de manifiesto su inmadurez pol¨ªtica, como estratega y como t¨¢ctico, su escaso sentido de Estado.
Jordi Pujol es un pol¨ªtico muy distinto, con mucha mejor formaci¨®n y experiencia, con un gran sentido de la realidad, con ideas muy claras respecto a lo que es t¨¢ctica y lo que es estrategia, lo que son reglas de moral y lo que son reglas de pol¨ªtica. Todo ello lo ha demostrado sobradamente. Pujol no es, en absoluto, un Companys y lo demostr¨® la semana pasada en el seno de la ejecutiva de su partido y en el Parlament, al no subordinar sus impulsos sentimentales a finalidades a m¨¢s largo plazo y de mayor calado pol¨ªtico. Pero Pujol tiene un punto de contacto con Companys: su faceta populista y, en definitiva, demag¨®gica. Y en la actualidad est¨¢ pagando un alto peaje por los ef¨ªmeros -pero numerosos- momentos de gloria que en estos ¨²ltimos 20 a?os le ha otorgado la demagogia populista.
El eje central de la pol¨ªtica de Pujol es el nacionalismo. Cuando le piden que exprese cu¨¢l es su ideolog¨ªa pol¨ªtica evita la disyuntiva derechas / izquierdas diciendo con toda rotundidad: "Yo, b¨¢sicamente, soy un nacionalista". Y un nacionalista suele definirse siempre en relaci¨®n con los enemigos de la naci¨®n que dice representar, dividi¨¦ndolos en dos: los externos y los internos. En los a?os ochenta, sus enemigos fueron los socialistas, el PSOE y el PSC. Sobre ellos, sobre el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez y de Narc¨ªs Serra, ech¨® toda la culpa del affaire Banca Catalana, su gran fracaso en la empresa privada. En los noventa, cambi¨® de enemigo: el espa?olismo -el gran pecado- pas¨® a concentrarse en el PP y en su agente interno m¨¢s perverso: Vidal-Quadras.
Muchos creyeron y confiaron en Pujol durante los a?os ochenta y noventa: muchos de sus electores, la mayor¨ªa de sus militantes y buena parte de la direcci¨®n de su partido. Ya se sabe que uno es m¨¢s prisionero de sus palabras que de sus silencios y Pujol no dej¨® de hablar de sus enemigos para justificar sus distintas opciones pol¨ªticas. Recordemos las semanas anteriores a las elecciones de 1996, la primera p¨ªrrica victoria del PP: se pretend¨ªa trasmitir la idea de que si ganaba Aznar los cimientos de Catalu?a y de la democracia estaban en un muy serio peligro. Salv¨® despu¨¦s la cara por pedir y obtener la cabeza de Vidal-Quadras y por la filosof¨ªa -ya usada en los ¨²ltimos a?os de gobierno del PSOE- de servir a Catalu?a siendo decisivo en Madrid. Durante unos a?os pudo trampear la situaci¨®n: ser socio del PP en Madrid y firmar, junto al PNV y el BNG, la Declaraci¨®n de Barcelona.
Los resultados de las pasadas elecciones del 12 de marzo desmontaron todas las posibles estrategias de Pujol. Hasta entonces, a veces a trompicones, con desgastes excesivos en los ¨²ltimos tiempos, iba aguantando el tipo. Su gran carisma le salvaba -aunque en las ¨²ltimas auton¨®micas s¨®lo por los pelos- de la derrota. Pero los resultados de marzo pasado, junto a su situaci¨®n parlamentaria en Catalu?a, est¨¢n teniendo en estos momentos efectos letales. No s¨®lo no es decisivo en Madrid, sino que, por el contrario, el PP es decisivo para que Pujol sea presidente de la Generalitat en Catalu?a: ?demasiado pa'l body!
Pero, adem¨¢s, como a perro enfermo todo son pulgas, por si contradicciones le faltaran, a Pujol le han surgido dos elementos inesperados para ¨¦l. El PP, conocedor de su fuerza, est¨¢ jugando una pol¨ªtica extremadamente inteligente en Catalu?a: ocupa espacios de la sociedad catalana que antes ten¨ªa reservados Converg¨¨ncia (sectores de la prensa e importantes asociaciones empresariales), sustituye al grupo parlamentario de CiU en su tradicional pol¨ªtica de grupo de presi¨®n en Madrid y el Gobierno de Aznar delega en el PP catal¨¢n sus relaciones con Pujol. El giro es de 180 grados.
El segundo elemento inesperado es la situaci¨®n de su propio partido, el cual comienza a dividirse y a desconfiar de su l¨ªder m¨¢ximo. Porque Pujol, que como hemos dicho no es Companys, tiene a muchos peque?os Companys a su alrededor, entre ellos al secretario general de su partido y a un buen n¨²mero de miembros de su ejecutiva: prefieren demostrar que son nacionalistas a que son inteligentes.
Ello le sit¨²a, por primera vez, en una posici¨®n dif¨ªcil ante el pr¨®ximo congreso: Pujol parece el l¨ªder de Uni¨® Democr¨¤tica y la mayor¨ªa de la ejecutiva de Converg¨¨ncia parece la direcci¨®n de Esquerra Republicana. ?D¨®nde est¨¢ el espacio, el amplio espacio de hace unos pocos a?os, de la Converg¨¨ncia de Miquel Roca, el cual, diciendo que no est¨¢ en la pol¨ªtica, escribe unos art¨ªculos sensat¨ªsimos en La Vanguardia? ?Es posible que a Pujol ya no le quede m¨¢s margen de maniobra cre¨ªble y se est¨¦ precipitando a un abismo cierto, v¨ªctima de las contradicciones acumuladas en 20 a?os?
Pujol, sin embargo, no es Companys. Lo que no est¨¢ claro, dadas sus ¨²ltimas posiciones, es que Maragall tampoco lo sea. Aunque esto, es mejor dejarlo para otro d¨ªa.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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