Ciudades y mercado global: el dif¨ªcil equilibrio FRANCESC SANTACANA
La moda no es tan s¨®lo asunto propio de las formas de vestir o de determinadas costumbres: es tambi¨¦n una cuesti¨®n que parece afectar a la econom¨ªa. Los que ya tenemos unos cuantos a?os recordamos que en los a?os sesenta se llevaba la planificaci¨®n; en los setenta, la moda se centr¨® en las reestructuraciones y en los ochenta lo m¨¢s in pas¨® a las reindustrializaciones. Parece obvio que en la temporada actual la globalizaci¨®n ha ganado, de largo, los m¨¢ximos galardones de la alta costura econ¨®mica de 2000.Esta moda de la globalizaci¨®n se caracteriza por una escueta minifalda de un tejido denominado planificaci¨®n junto a unos vaporosos complementos de liberalismo en forma de generosas transparencias que parecen solamente insinuar, pero que realmente cubren, casi por entero, todo el cuerpo.
El problema de esta moda actual estriba en que, como casi siempre, sienta bien a unos determinados tipos pero, en cambio, a otros puede llegar a deformarlos hasta im¨¢genes dif¨ªcilmente aceptables para la comunidad normal de ciudadanos.
Las ciudades y sus territorios constituyen, en este sentido, un vivo ejemplo del peligro de deformaci¨®n por los excesos de estos tules de liberalizaci¨®n. Por ello, frente a esta moda, las ciudades tienen que responder con unos modelos m¨¢s ajustados a su manera de ser, a sus tradiciones y a sus propios objetivos.
Aquellas ciudades que no sean capaces de dise?ar sus propios modelos van a entrar a formar parte de la colectividad de vulgaridades sin ning¨²n tipo de personalidad propia y, en definitiva, sin ning¨²n espacio espec¨ªfico en el mundo actual. Y esta situaci¨®n no suele resultar agradable.
Tomemos el ejemplo de un territorio -se puede asimilar a una regi¨®n- que ha sabido vestirse adecuadamente: Irlanda, "el tigre celta". Un art¨ªculo de la revista Business Week (10 de julio de 2000) expresa con claridad la extraordinaria labor de sus sastres: a) compromiso del Gobierno para conseguir un sistema educativo world class -desde la secundaria a la profesional y universitaria-; b) un sistema eficaz para la atracci¨®n de inversiones extranjeras; c) un adecuado consenso social. L¨®gicamente, este dise?o tard¨® un cierto tiempo en calar en la sociedad (en tener resultados positivos), pero al cabo de un cierto tiempo la seducci¨®n fue tan fuerte que atrajo una parte importante de fondos estructurales europeos (llegaron a suponer el 6% de su PNB), lo cual hizo posible financiar notables infraestructuras de todo tipo. El resultado es conocido: hoy d¨ªa Irlanda se considera el territorio l¨ªder de la Uni¨®n Europea.
La lecci¨®n de los sastres irlandeses es interesante de retener: el mercado es, ciertamente, importante. Pero sin un gobierno creativo, una fuerte apuesta por la educaci¨®n y una decidida pol¨ªtica de infraestucturas el resultado hubiese sido muy diferente. Irlanda ha constituido, por tanto, un buen acuerdo entre la l¨®gica del mercado puro y su propia l¨®gica patrimonial.
En nuestro pa¨ªs parece que no andamos sobrados de sastres finos que sepan dise?ar y confeccionar modelos estrat¨¦gicos de futuro. La l¨®gica del mercado parece sobrepasar decididamente el filo de la balanza ante unas ciudades y territorios que no parecen disponer de buenos hilos para urdir su propio tejido compensador. La l¨®gica del mercado est¨¢ superando la l¨®gica del patrimonio ciudadano.
Aqu¨ª tambi¨¦n podemos citar un ejemplo: el de las medidas liberalizadoras del Gobierno hechas p¨²blicas el 23 de junio. Entre otras muchos asuntos que no se trata de comentar ahora, uno meparece especialmente grave e importante por sus repercusiones econ¨®micas y sociales. Se trata de unas breves enmiendas que se introducen en la Ley del Suelo de 1998 y que vienen a decir que todo el suelo que no es urbano se declara -con muy pocas excepciones- suelo urbanizable. De paso, se limitan, o anulan, las capacidades de los ayuntamientos para establecer prioridades o para administrar el proceso de urbanizaci¨®n.
Esta medida va dirigida -se dice- a moderar los precios de la vivienda. Quiz¨¢ s¨ª, o quiz¨¢ no. Pero siendo este objetivo loable, no parece que sea suficiente. En todo caso, ?ustedes recuerdan los resultados de los procesos de urbanizaci¨®n de los a?os sesenta? Pues esta es la gran cuesti¨®n: el traje que estamos confeccionando para nuestro territorio ser¨¢ el de aquella ¨¦poca, a todas luces d¨¦mod¨¦. Pasado de moda. ?D¨®nde est¨¢ el proyecto de planificaci¨®n territorial que permitir¨¢, de acuerdo con las estrategias de la ciudad, definir un territorio compacto y sostenible, que preserve los espacios libres y que nos conceda un estilo y una imagen diferenciados?
Este ejemplo es suficientemente ilustrativo del predominio de una moda actual que, sin duda, no nos cae bien. Pero podr¨ªamos seguir con muchos otros asuntos que no har¨ªan otra cosa que reflejar un s¨ªntoma preocupante: esperamos demasiado del mercado y luchamos poco para balancearlo con un modelo de ciudad propio que responda a nuestras necesidades y a nuestros proyectos de futuro. Como dec¨ªa el comentarista de Business Week, el mercado s¨®lo no lo hace todo. Con la ¨²nica visi¨®n del mercado, la globalizaci¨®n dejar¨¢ de ser una oportunidad para convertirse en una amenaza. Ciertamente, la moda retro no deber¨ªa ser nuestro estilo.
Francesc Santacana es coordinador general de la Asociaci¨®n para el Plan Estrat¨¦gico de Barcelona.
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