Cuando se atasc¨® el ca?¨®n
Poco antes de asomarse a la dulce Alcarria, entre los t¨¦rminos de Ocentejo y Armallones, el Tajo discurre abismado por un fiero desfiladero al que dicen el Hundido de Armallones, aunque la mayor¨ªa de los que as¨ª le dicen no tienen ni repajolera idea de lo que dicen. En no pocos libros y gu¨ªas se afirma que parte del ca?¨®n se desplom¨® en el siglo XVI a causa del famoso terremoto que asol¨® Lisboa, obligando al r¨ªo a desviarse de su curso. Pero cr¨¦annos: ni el Tajo pudo nunca seguir otro cauce, flanqueado como est¨¢ por paredes de 200 metros de altura, ni nada pudo hundirse en el siglo XVI a ra¨ªz del se¨ªsmo lisboeta, ya que ¨¦ste no sucedi¨® hasta 1755.Toda la verdad del caso figura en la relaci¨®n que el pueblo de Ocentejo envi¨® a Felipe II en 1578, en la cual se cuenta c¨®mo unos a?os atr¨¢s, durante un h¨®rrido temporal, hab¨ªase derrumbado un alto roquedal de la vertiginosa hoz y formado una presa natural en el Tajo, cuyas aguas refluyeron m¨¢s de cinco kil¨®metros arriba. Literalmente: "Acaesci¨® en el r¨ªo Tajo en el t¨¦rmino de esta villa, que con ser el dicho rio mui caudaloso y yendo en grand crescida, se hundi¨® grand parte de un cerro do dizen la Tormellera de hacia el t¨¦rmino de Armallones, y ataj¨® el dicho r¨ªo y bolbi¨® la repuya azaga una legua".
All¨ª se narra tambi¨¦n c¨®mo "quinze o veinte" carreteros que llevaban ya varios d¨ªas aguardando poco m¨¢s abajo con sus bueyes y sus cargas de lana a que remitiese la crecida, aprovecharon el s¨²bito corte para pasar el Tajo a pie enjuto, cual los jud¨ªos por el mar Rojo. Y c¨®mo algunos vecinos cog¨ªan a manos llenas las truchas que boqueaban estupefactas en los charcos residuales de aquel repentino estiaje. Y c¨®mo las m¨¢s de las gentes, temiendo una gran avenida si la presa ced¨ªa de sopet¨®n, permanecieron subidas en los m¨¢s altos cerros hasta que el r¨ªo, removiendo algunos de los pe?ascos que lo estorbaban, volvi¨® gradualmente a su ser.
En busca de los restos de aquel prodigioso hundimiento, nos llegamos a Ocentejo, pueblo de nombre asaz expresivo (hoz en Tajo), con 42 vecinos censados, atalaya medieval, olmo seco monumental, vi?edos de uva moravia, mucho nogal y un mar de pinos que se explaya hasta la orilla del Tajo. Junto a la ¨²ltima casa, a la izquierda de la carretera que lleva a Valtablado, nace un camino de tierra que seguimos entre huertos y acequias rumorosas. A los diez minutos, en la primera y ¨²nica bifurcaci¨®n, tiramos a la izquierda; y a la media hora, tras suave sube y baja por el pinar, nos asomamos al ca?¨®n del Tajo en el punto exacto donde se produjo el derrumbe.
Cuatro siglos y medio despu¨¦s de aquello, pe?as como casas siguen zancadilleando al r¨ªo, que ora ruge en rabiones, ora se apacigua en hondos remansos de agua pura: "Clara por la ma?ana, opaca por la tarde, color de mar al oscurecer; verde botella, verde gris, verde amarilla, seg¨²n los arenales, los guijarros o el lodo del cauce, la sombra de los ¨¢rboles o de las pe?as, la calma o la furia del viento enca?onado" (Jos¨¦ Luis Sampedro, El r¨ªo que nos lleva). Truchas y nutrias; sauces y ¨¢lamos; pinos laricios y carrascos; encinas y quejigos; aromas de tomillo, boj y romero; riscos de rubia caliza y, en el angosto cielo, docenas de buitres leonados... Lo raro es que no se hunda m¨¢s el Hundido, bajo tal cantidad de belleza.
Nuestro camino, que corre siempre r¨ªo arriba al pie de fabulosos acantilados, se acaba como a una hora y media del inicio, depar¨¢ndonos entonces una ¨²ltima sorpresa: las salinas de la Inesperada. Un pozo cegado, un edificio en ruinas y las balsas empedradas donde se evaporaban las aguas saladas -por dulce que nos parezca el alto Tajo, en sus m¨¢rgenes abundan los yacimientos de sal gema- son cuanto queda de lo que fue una de las m¨¢s pr¨®speras industrias de la comarca. Pero, en los a?os cincuenta, se acab¨® la autarqu¨ªa, mejoraron las comunicaciones, creci¨® la competencia... y se hundi¨®.
Alamedas y buitreras
- D¨®nde. Ocentejo (Guadalajara) dista 150 kil¨®metros de Madrid. Se va por la N-II hasta tomar, cerca del kil¨®metro 120, el desv¨ªo se?alizado a Torresavi?¨¢n, para luego seguir hacia Fuensavi?¨¢n, Laranueva, Renales, Ab¨¢nades, Sacecorbo y Ocentejo. Otra posibilidad -m¨¢s corta- es ir por Cifuentes, pero la carretera que lleva desde aqu¨ª hasta Sacecorbo (CM-2021) est¨¢ actualmente en obras. - Cu¨¢ndo. La ruta es de tres horas -11 kil¨®metros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de cien metros y una dificultad muy baja, que en oto?o ofrece el espect¨¢culo de los ¨¢lamos fulgurando como llamas sobre el verdor inmutable de los pinares.
- Qui¨¦n. Luis L¨®pez V¨¢zquez es el autor de 40 excursiones diferentes alrededor de Madrid (Ediciones La Librer¨ªa), gu¨ªa en la que se describen ¨¦sta y otras excursiones por el alto Tajo. Tambi¨¦n se incluye este mismo itinerario en el libro 101 ecorrutas de fin de semana: Castilla y Madrid (Planeta), de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez.
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hoja 23-20 (Zaorejas) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o la equivalente (513) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional. Al ser zona ¨®ptima para observar buitres, as¨ª como alimoches, cern¨ªcalos y halcones, conviene llevar prism¨¢ticos.
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