Multi-Maruja
Semana de doble j¨²bilo: una vez m¨¢s, Baltasar Porcel No ha ganado el Nobel y, en cambio, Maruja se lleva el Planeta. Luego Dios existe.Pero hay m¨¢s. Mar¨ªa Dolores Torres, Maruja en el siglo, deber¨¢ ser considerada bendita entre todas las mujeres porque viene a aportar una tregua de grandeza a esa letrina en que han quedado sumidas las letras ind¨ªgenas, donde pudiera parecer que todo el monte es "sabor a or¨¦gano", y adem¨¢s del malo. En esta ¨¦poca en que los ordenadores se nos rebelan imponi¨¦ndonos novelas no deseadas -y mucho menos por la literatura-, en ese instante en que una imagen cursi y a menudo kitsch vale m¨¢s que mil palabras de sabio, en este Getseman¨ª de la inteligencia, es un placer que un premio vaya a alegrar la madurez de una de esas autoras que dominan el ordenador, como antes la Olivetti y, como siempre, a la vida. O, como me dijo anoche Virginia Woolf en un escape de onanismo m¨ªo: "It couldn't go to more deserving hands".
Ser¨¢, no lo duden, un premio muy popular, porque Maruja es muy querida, aunque no parece un premio que la oficialidad andante desee respaldar. Las alegres chicas del Opus no ir¨¢n con flores a Mar¨ªa a celebrar el evento. Lo tiene crudo la editorial si espera que lo presente el duque de Lugo como cuando celebra una cachupinada el marqu¨¦s de Iria Flavia, se?or Casta?o en el siglo. Y dudo de que entre los telegramas de felicitaci¨®n se encuentre el de Pujol Imperator (cuando yo gan¨¦ el Planeta, no me mand¨® ni una mala butifarra. Por eso voy por la vida con la cara alta).
Es un premio que no nace para esta grey, sino para los colegas de Maruja -en muchas redacciones habr¨¢ satisfacci¨®n-, y sobre todo para la pl¨¦yade de lectores an¨®nimos que han reconocido en ella lo mejor de s¨ª mismos. Hablo, pues, de la Maruja que aporta al Planeta la esquizofrenia apasionante del escritor moderno; una carrera sudada paso a paso, un aprendizaje continuo, un Cafarna¨²n donde el pedazo l¨ªrico se mezcla con la precipitada entrevista a una folcl¨®rica o el reportaje de guerra o el desgarro por los que sufren y, siempre, el delirio de la confesi¨®n ¨ªntima. Es una literatura de mala baba acumulada en la indignaci¨®n ante la estupidez de la vida, en la obligaci¨®n de aprender sobre la marcha, en la soledad indescriptible de las largas noches crey¨¦ndose incomunicado para descubrir, de repente, que a lo largo de los a?os has ido estableciendo la m¨¢s hermosa comunicaci¨®n que puede serle concedida a un ser humano. La ¨ªntima, casi sagrada comunicaci¨®n que s¨®lo la letra nos daba a quienes tuvimos que hacernos entrar la letra con sangre. Porque de la Maruja m¨²ltiple, la de los libros y la de EL PA?S, la de Por Favor, la de Fotogramas, la de Cambio 16, lo sabemos todo, pero la Maruja que retrata la novela del Planeta es tributaria de aquella Mar¨ªa Dolores que sali¨® a comerse la vida y la cultura todo a un tiempo; de la quincea?era que busc¨®, en la cultura que su ambiente le negaba, un lugar en el mundo. El m¨¢s alto, si se me permite esa reiteraci¨®n, acaso anticuada.
El premio de Maruja Torres reivindica a mi generaci¨®n: los que aprendimos que un sello numerado con el Siete por Ingmar Bergman era preferible a los sellos que hoy reproducen a Antonio Banderas, Alejandrito Sanz y Julio Iglesias, como iconos de la nueva cultura. Es posible que gracias a Maruja y a tantos m¨¢s podamos seguir confiando en que la gilipollez, la impostura, el lifting continuo, no sigan siendo bienes de inter¨¦s nacional, como dicen los pr¨®ceres que lo es el f¨²tbol. Y como sea que ¨¦sta es la mediocre, apestosa Espa?a del fin del milenio, ?qu¨¦ mejor Planeta que el que lo cierra casi con una agresi¨®n?
Babelia
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