Cr¨ªmenes y atropellos
Se me ocurre que, al menos, para algo si ser¨ªa ¨²til que se convocasen elecciones. As¨ª Mayor Oreja dejar¨ªa de ser ministro del Interior. Su cargo ser¨ªa ocupado por un ministro del Interior; es decir, por alguien dedicado solo a resolver los problemas de orden p¨²blico. Alguien que probablemente tendr¨ªa mas ¨¦xitos como ministro del Interior. ?xitos -a lo mejor lo que digo es algo heterodoxo- que siempre he cre¨ªdo que crecen cuanto mas desciende la violencia terrorista. Aunque no parece ser esta la doctrina del actual ministro, que cuanto m¨¢s crece la violencia y cuanto m¨¢s incapaz se muestra de atajarla, m¨¢s proclama que su l¨ªnea de actuaci¨®n es la m¨¢s correcta. Quiz¨¢s no sea tanto que tengamos un original ministro del Interior , como que de lo que ejerce es de prelehendakari, y ello supone que no se dedica a la tarea para la que le pagamos (con disgusto en mi caso, ciertamente). Es m¨¢s, cuanto mas ejerce de prelehendakari, m¨¢s crece esa violencia. Lo que por otro lado nos hace entrever un escenario terrible. Si siendo prelehendakari aumenta la violencia, si un d¨ªa es lendakari, la violencia crecer¨¢ de forma espectacular. Dios no lo quiera. Ni lo uno ni lo otro.Sin embargo, este fracaso como ministro del Interior no se trasluce en las encuestas, donde aparece como uno de los pol¨ªticos mejor valorados.
Reconozco que puede gustar su tono bondadoso, ese discurso en el que, sin aparente acritud, nos recuerda que todo lo que sucede era previsible, que todo obedece a un l¨®gica de la que ¨¦l -desde el primer d¨ªa- ya ten¨ªa la clave; como si nos reprendiese con cari?o por no hacerle caso y perder el tiempo en andar con amigos de dudosa catadura y dedicarnos a las malas lecturas. No se trata ahora de demostrar la obviedad de esta falsedad discursiva-argumental, de recordar que Mayor Oreja (en este caso como cualquier pol¨ªtico) adapta su discurso a la coyuntura, sino de considerar que tal imagen de padre previsor gusta. Y que sin embargo no parece suficiente para justificar tal entusiasmo popular. Dos causas m¨¢s. Una: a cierto personal lo que le gusta de Mayor Oreja es su perfil de lehendakari. Le ven un porte y un estilo de gran estadista vasco-espa?ol, por lo que no les importa tanto que como ministro del Interior sea un desastre( si es que se hab¨ªa dado cuenta que era un desastre). Otra: nunca un ministro del Interior ha tenido un enemigo -ETA- tan miserable y tan despreciado. Haga lo que haga el ministro, diga lo que diga, siempre ser¨¢ Aquel que simboliza el enfrentamiento contra el Mal absoluto. Siempre, pues, en la confrontaci¨®n, ser¨¢ el h¨¦roe. Esta figura del polic¨ªa-l¨ªder pol¨ªtico simboliza lo que el PP es cada vez m¨¢s; o lo que cada vez m¨¢s se parece a s¨ª mismo; o a lo se espera (lo que esperamos) que sea su mismidad. Cada vez m¨¢s prepotente, cada vez m¨¢s autoritario. Ejemplos sobran. El del la expulsi¨®n del PNV de la Internacional Dem¨®crata Cristiana que, dicho sea de paso, hace tiempo que dejo de guiarse por sus principios fundadores, por lo que el PNV deber¨ªa haberse ido ya antes. La otra es m¨¢s grave porque incluye el encarcelamiento de gentes -los de la Fundaci¨®n Zumalabe- que a todo el mundo (incluido Mayor) le consta que no tienen ninguna conexi¨®n org¨¢nico-intrumental con ETA. Por lo que est¨¢n encarcelados es por promover el protagonismo de los movimientos sociales y populares y por impulsar formas de lucha disidentes no violentas; eso es la desobediencia civil. Pero el PP ya ni siquiera puede soportar que alguien cuestione la omnipotencia del Estado que ¨¦l ocupa. Hay quien dice que denunciar estos atropellos del poder es dar alas de ETA; que lo ¨²nico que hay que hacer es denunciar sus cr¨ªmenes. Pues yo digo que no. Hay que denunciar sus cr¨ªmenes y denunciar las injusticias de otros. Si no lo hacemos -las dos cosas- peligra la democracia, que a lo mejor es lo que ETA quiere. ?O no?
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