Leer
Estoy leyendo un libro mal encuadernado en el que las ¨²ltimas palabras de cada l¨ªnea se pierden en las profundidades del lomo, de manera que para acceder a ellas hay que desviscerar el volumen. Al principio, pens¨¦ en devolverlo, pero me he aficionado a hurgar en ¨¦l como en las interioridades de un centollo. Las palabras rescatadas a los entresijos saben mejor que las que est¨¢n a simple vista. Parece mentira que hayan inventado un libro electr¨®nico, que por lo visto imita la textura del papel, y no hayan descubierto un libro que se pueda chupar, como la cabeza de una gamba, para extraerle la masa encef¨¢lica. De momento, si encuentra usted un volumen mal encuadernado, ll¨¦veselo a casa, arr¨¢nquele los sesos sin escr¨²pulos y no dude en met¨¦rselos en la boca.A veces, para acordarnos de que las palabras tienen sabor, conviene poner dificultades entre ellas y nosotros. O leer en un idioma extranjero. Un d¨ªa, volando en una l¨ªnea a¨¦rea alemana, me puse a hojear la revista de a bordo y lo entend¨ª todo hasta que ca¨ª en la cuenta de que no sab¨ªa alem¨¢n. Ahora que tanta gente se va a estudiar ingl¨¦s a Londres, hay que reivindicar el don de lenguas, que consiste justamente en disfrutar de los idiomas con la boca. Si te relajas y no piensas tanto en el significado de las frases como en su sabor, lo comprendes todo sin necesidad de estudiar. Cuando las palabras sean un bien escaso, como el caviar, recuperaremos el asombro de trag¨¢rnoslas y de volverlas a la boca, como los rumiantes, para masticarlas por segunda vez. El problema es que comemos palabras a todas horas, todos los d¨ªas del a?o.
Los monjes de clausura, que s¨®lo pueden hablar a determinadas horas, usan el alfabeto con avaricia. Cuando los vocablos son caros, se utilizan con m¨¢s gusto, porque se a?ora su sabor. Ese ni?o que balbucea sus primeras palabras asombra a toda la familia, porque en ¨¦l el vocabulario es todav¨ªa una rareza. Quiz¨¢ usted no haya tenido ning¨²n ni?o, pero si tiene la suerte de tropezar con un libro mal cosido, cuyas palabras sea preciso extraer de sus v¨ªsceras con la perversidad con que arrebatamos las huevas al salm¨®n, tal vez adquiera o recupere el placer de leer este verano.
Enhorabuena.
Art¨ªculo publicado por Juan Jos¨¦ Mill¨¢s en EL PA?S el pasado 14 de julio.
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