Prisioneros entre Washington y La Habana
Miles de cubanos quieren salir, pero no pueden; o pueden, pero nadie les quiere
A Elena P¨¦rez Ruiz es el Gobierno estadounidense quien le niega el visado para viajar a San Francisco a visitar a su hijo, Jos¨¦, enfermo de SIDA. Jorge Alexandre, en cambio, tiene el permiso de Washington para emigrar definitivamente a Estados Unidos, pero Cuba le niega la salida desde hace tres a?os por haberse refugiado en una embajada. A diferencia de lo sucedido con Eli¨¢n Gonz¨¢lez, sus casos no son conocidos, y esto no tiene nada de extra?o: son decenas de miles los cubanos que se encuentran en su misma situaci¨®n.Las historias de Jorge y de Elena no son especiales. En ellas no hay naufragios, ni madres ahogadas en el mar, ni otros elementos dram¨¢ticos que las conviertan en noticia. Se trata de historias comunes y corrientes, simples historias de familias cubanas rotas y quiz¨¢s eso sea lo m¨¢s terrible aunque no lo es menos la cantidad de tiempo que ha transcurrido desde que este drama empez¨®.
Desde el mismo a?o de 1959 las tensiones entre los Gobiernos de EE UU y de Fidel Castro convirtieron la emigraci¨®n cubana en un arma pol¨ªtica; y desde ese momento los cubanos fueron v¨ªctimas y prisioneros de ese enfrentamiento que los superaba. "Desde hace 40 a?os los cubanos somos pelotas de pinmp¨®n que ambos pa¨ªses se arrojan o aplastan en dependencia de estrategias coyunturales", dice un soci¨®logo.
La historia habla por s¨ª sola: Estados Unidos promovi¨® la salida de profesionales e instaur¨® una pol¨ªtica de puertas abiertas a todos los que hu¨ªan de la isla; Cuba cerro sus fronteras y consider¨® gusanos a todos los emigrantes. Washington recibi¨® como h¨¦roes a los balseros y hasta a los secuestradores de aviones y barcos; Cuba alent¨® ¨¦xodos masivos como el del Mariel (1980) o la crisis de las balsas. EE UU acord¨® repatriar a los cubanos interceptados en alta mar, pero sigui¨® permitiendo la entrada a los que llegasen a sus costas. Cuba elimin¨® algunas trabas para viajar, pero restringi¨® la salida de m¨¦dicos y otros profesionales.
?ltimamente EE UU redujo la concesi¨®n de visados de visita temporal, como el de Elena. Y Cuba sigui¨® condenando a largas esperas para marcharse a los familiares de los desertores o a cubanos como Jorge. "Est¨¢ bien, cada uno tiene sus razones pol¨ªticas y acusa a la otra parte, pero en medio estamos nosotros. Y no tenemos voz ni posibilidad de defendernos", afirma Jorge Alexandre. Su historia es desconocida y no es tan tr¨¢gica como la de Eli¨¢n, pero es real como la de miles de cubanos.
"La primera vez que quise irme de Cuba", dice Jorge, "ten¨ªa 16 a?os. Fue en 1980, cuando el Mariel, y se puede decir que desde entonces s¨®lo he vivido para eso". En 1994 se refugi¨® en la residencia del embajador belga en La Habana junto a otras cien personas, pero ninguno logr¨® salir del pa¨ªs. "A?os despu¨¦s tuve la suerte de que me toc¨® la loter¨ªa . Hice los tr¨¢mites para emigrar legalmente y obtuve el visado de Estados Unidos, pero desde hace tres a?os Cuba no me da el permiso de salida como castigo por haber entrado a una embajada".
El a?o pasado Jorge se lanz¨® al mar con toda su familia en un peque?o barco; a las 24 horas fue interceptado por un guardacostas estadounidense y d¨ªas despu¨¦s fue deportado, en virtud al acuerdo migratorio que firmaron Cuba y EE UU en 1995 tras la crisis de las balsas. "Si hubiera llegado a la costa, lo hubieran dejado entrar", dice un funcionario cubano, poniendo el caso como ejemplo del cinismo de la pol¨ªtica estadounidense. El mismo funcionario, sin embargo, no puede responder a la pregunta que se hace Alexandre: "? Qui¨¦n tiene derecho a condenarme indefinidamente a estar en un lugar en el que no quiero estar por razones de alta pol¨ªtica?"
El Gobierno cubano afirma que esta medida es necesaria, pues, dice, es el ¨²nico modo de desestimular la toma de embajadas para salir del pa¨ªs. De igual modo, EE UU justifica las restricciones para que los cubanos viajen de visita a EE UU a ver a su familia con un argumento l¨®gico: muchos piden asilo y se quedan en Miami. Sin embargo, a Elena esta raz¨®n no le vale: tiene 55 a?os y cuatro hijos en Cuba que dependen de ella. "S¨®lo quiero ver a mi hijo, estar con el unos meses y despu¨¦s volver a casa". Jos¨¦ tiene SIDA. Se fue de Cuba en 1980 por el puerto de Mariel y desde entonces no se ven.
Para EE UU, es el sistema totalitario y la falta de futuro lo que hace que los cubanos quieran abandonar su pa¨ªs. Para Cuba, es la ambig¨¹edad de las leyes estadounidenses y las penurias econ¨®micas provocadas por el embargo las que estimulan la emigraci¨®n.
Ajena a estas acusaciones mutuas, hace dos meses, despu¨¦s de varios d¨ªas de cola, Elena entr¨® a la Secci¨®n de Intereses de Estados Unidos en la Habana para solicitar el visado. "Me entrevist¨® un hombre, creo que era c¨®nsul. ?l estaba sentado; yo de pie, detr¨¢s de una ventanilla". La entrevista dur¨® dos minutos, hasta que el dijo: "Lo siento, es usted un posible emigrante".
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