La pol¨¦mica arranca de lejos
La ¨²ltima reestructuraci¨®n de la c¨²pula mon¨¢stica advino con m¨²sica de fondo: las declaraciones a favor de los homosexuales con las que el abad em¨¦rito Cassi¨¤ Just sorprendi¨® a la opini¨®n p¨²blica. El pasado mayo conced¨ªa a Catalunya R¨¤dio una entrevista que satisfizo a los m¨¢s liberales, contrari¨® a los m¨¢s conservadores e hizo cuestionarse a los m¨¢s perspicaces por qu¨¦ esas declaraciones se hicieron entonces, tantos a?os despu¨¦s de dejar el b¨¢culo."Los homosexuales son personas como otras", afirm¨®, valiente. "Uno puede tener diferentes visiones, pero los documentos que salen frecuentemente dan la impresi¨®n de que no se les quiera o que sean de segunda categor¨ªa. Tened todas las teor¨ªas morales y ¨¦ticas que quer¨¢is, pero tened en cuenta, en primer lugar, que son personas". A la pregunta de si los casar¨ªa, Just respondi¨®: "Eso no lo s¨¦, no lo veo tan claro, porque no veo que deba ser ¨¦sta la situaci¨®n, pero tampoco la juzgo". Las declaraciones de Just inquietaron a la jerarqu¨ªa cat¨®lica, tan presta a lanzar a la hoguera toda alternativa a la familia tradicional. Y la Conferencia Episcopal le censur¨®.
Pero el contenido no sorprendi¨® en Montserrat. De la preocupaci¨®n de algunos miembros de la comunidad por la situaci¨®n de los gays en la Iglesia es exponente y pionero el monje Just Llorens, que hoy reside en el santuario solson¨¦s de El Miracle, dependiente de Montserrat. Llorens escribi¨® una tesina de licenciatura que lleva por t¨ªtulo Posibilidades de acci¨®n pastoral en ambiente homosexual, redactada durante una estancia de dos a?os en el Instituto Lumen Vitae de Lovaina (B¨¦lgica).
"En 1972, Cassi¨¤ me envi¨® a Lovaina y experiment¨¦ un gran cambio", explica Llorens a EL PA?S. "Ir a B¨¦lgica hizo que personalmente me destapara como una botella de champa?a; entrevist¨¦ a una treintena de homosexuales -muchos de ellos me los sugiri¨® el propio Cassi¨¤-, y la verdad es que su situaci¨®n debe inspirarnos misericordia. A la vuelta estuve reflexionando tres d¨ªas, pero llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que la vida mon¨¢stica y la fe en Jesucristo eran para m¨ª irrenunciables", dice.
Sobre el celibato en la vida monacal, el religioso pone como ejemplo la an¨¦cdota de un joven fraile con el abad Aureli Escarr¨¦, que ocup¨® el cargo entre 1941 y 1966:
"Cuando pasa un grupo de chicas a mi lado no siento nada, padre; en cambio, me embobo cuando lo hace un grupo de chicos, excursionistas robustos, con sus mochilas a la espalda...", le dijo el novicio al abad, y Escarr¨¦ le respondi¨®:
"Hijo, ?qu¨¦ m¨¢s te da combatir tus instintos por un lado que por otro? Sean los que sean, unos u otros, deber¨¢s combatirlos".
Just Llorens concluye que la comunidad benedictina ha sido siempre muy educada, respetuosa y comprensiva con quien tiene conflictos de esta ¨ªndole, tanto dentro como fuera del monasterio.
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