Lo que fue y no volver¨¢
El Ayuntamiento de Vitoria tiene unos fondos fotogr¨¢ficos verdaderamente interesantes. No se trata de fotos sueltas; son archivos enteros, cedidos a la instituci¨®n para su conservaci¨®n y mantenimiento. Despu¨¦s de estudiar su contenido, y si resulta de inter¨¦s, se ordenan y clasifican. As¨ª se van preparando unas fotograf¨ªas que posteriormente se exhibir¨¢n ante el p¨²blico. Es una manera acertada de ir descubriendo el patrimonio cultural del municipio que en otros muchos casos queda para uso exclusivo de sus celosos guardianes.Ahora le ha tocado el turno a la colecci¨®n de Santiago Arina y Albizu (Vitoria, 1909). Sus fotograf¨ªas guardan la nostalgia del pasado, pero esbozan los nuevos tiempos que llegan. Abarca un periodo (1956-1978) en el que la capital alavesa cambia su car¨¢cter eminentemente agr¨ªcola por otro m¨¢s cosmopolita. Consecuencia de una industrializaci¨®n cada vez m¨¢s pujante, se produce un inevitable cambio social acompa?ado de una obligada explosi¨®n urban¨ªstica. As¨ª lo refleja el fot¨®grafo con su c¨¢mara. Toma documentos aferrados a un naturalismo, muchas veces ingenuo, que espanta la ficci¨®n y nos arrastra tiernamente hasta la realidad de aquellos escenarios.
Santiago Arina lleg¨® a la fotograf¨ªa de refil¨®n. Estudi¨® en colegios de su ciudad natal. Hizo el bachillerato en los Marianistas y lo revalid¨® en el Instituto Ramiro de Maeztu. En 1931, tiempos de Rep¨²blica, consigue una plaza de funcionario municipal. En 1954, inicia la recopilaci¨®n de im¨¢genes fotogr¨¢ficas relacionadas con Vitoria y as¨ª surge lo que fue hasta 1982 el Gabinete Fotogr¨¢fico Municipal, que se incorpora a partir de esa fecha al Archivo Municipal. Su deseo por captar im¨¢genes para la historia le conduce hasta Goyo Querejazu (Arque), quien le ense?a las primeras nociones t¨¦cnicas, que va completando de manera autodidacta y emp¨ªrica, con la acumulaci¨®n del saber nacido de su propia experiencia.
A partir de 1956, a su labor oficial de b¨²squeda y recopilaci¨®n de im¨¢genes de otros autores (Guinea, Sobrado, Yanguas) a?ade su propia actividad como fot¨®grafo. Manteniendo un criterio documental, intent¨® siempre guardar el testimonio de lo que fue, pero dejo de ser y, por supuesto, no volver¨¢ a repetirse.
Salvo excepciones, las fotos que realiz¨® se ajustan a criterios muy oficialistas, acorde con las normas establecidas, poco propensas a las innovaciones. Por encima del resto, las nuevas construcciones y el nacimiento de un nuevo urbanismo son los temas estrella. En algunos casos, el seguimiento de los edificios es sistem¨¢tico hasta verlos terminados. Entre las visitas oficiales se recogen la de Carmen Polo al Sal¨®n del Hogar y la del entonces pr¨ªncipe Juan Carlos, con cierto aire despistado, acompa?ado por el alcalde, Luis Ibarra, por la plaza de Espa?a. En esa amalgama de situaciones, no faltan desfiles militares ni el paseo de los pipis por las barracas. El clero y las procesiones marcan el apartado dedicado a los actos festivos. No cabe duda de que Vitoria es una ciudad en obras donde el clero y el Ej¨¦rcito juega un papel importante. Tambi¨¦n es notable la insistente visita a los mojones que delimitan la ciudad, una extra?a fijaci¨®n que hoy d¨ªa no encuentra clara explicaci¨®n. El autor se ha detenido tambi¨¦n en recordarnos con detalle ciertos modelos de autom¨®vil. No ha seguido el mismo criterio recuperando tipos y personajes populares de la ciudad, un tono humanista coincidente con lo que marcaba pauta en la Europa de la posguerra, un matiz que hubiera engrandecido a¨²n m¨¢s su trabajo.
Ahora un cat¨¢logo recoge parte importante de su amplia producci¨®n. Son 163 fotograf¨ªas ordenadas con criterio cronol¨®gico. Los asuntos son muy diversos. Dentro de un tratamiento convencional muy generalizado aparecen como despistados algunos amagos de inconsciente modernidad. As¨ª podr¨ªa entenderse la foto del chico montando en su bicicleta ante la casa que resta del derribo de los Marianistas o el excelente picado que dibuja una original geometr¨ªa en la zona de las Desamparadas.
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