Final literario de una poes¨ªa social
Todos estos pliegos que voy comentando reflejan algo sabido: la acci¨®n de la censura. En 1767 se prohibi¨® "imprimir romances de ciegos y coplas de ajusticiados, de cuya edici¨®n resultan impresiones perjudiciales en el p¨²blico, adem¨¢s de ser una lectura vana y de ninguna utilidad a la p¨²blica instrucci¨®n". La reprobaci¨®n fue m¨¢s lejos y alcanz¨®, en las plumas de Tom¨¢s Iriarte y Mel¨¦ndez Vald¨¦s, a toda suerte de romances vulgares. Valle-Incl¨¢n los indultar¨ªa: "El romance de ciego, hiperb¨®lico, truculento y sanguinario, es una forma popular". El peso de las interdicciones cay¨® sobre la colecci¨®n malague?a y apenas si asoman historias de cr¨ªmenes aunque haya otras no menos truculentas. Al pueblo se le quer¨ªa educar con buenos ejemplos, pero a Fernando VII se le ocurr¨ªan cosas que convert¨ªan en arrope las m¨¢s insignes truculencias. Por eso el pueblo se iba educando por otros caminos que le ense?aban los ciegos con sus lazarillos, los impresores: literatura de disparates, muchas veces s¨ª, pero con el mantenimiento, todo lo empobrecido que se quiera, de una tradici¨®n espa?ola. Cuando Valle-Incl¨¢n escribe Los cuernos de Don Friolera ha transmutado en oro todas aquellas vulgaridades que recib¨ªa; con la broma y el sarcasmo, el esperpento acababa lo que no pudo atajar el buen deseo de las pelucas dieciochescas.
La voz de Valle-Incl¨¢n no suena sola. En contrapartida, Fernando Villal¨®n dignificar¨ªa el g¨¦nero del cordel. El siglo XIX se va adentrando con sus muchos problemas. Pero aqu¨ª est¨¢ el eco repetido de todos aquellos romances que desde?aban los hombres de la Ilustraci¨®n. D¨¢ndose la mano con los bandoleros del siglo XVIII, los Ni?os de ?cija y, como una apoteosis del abanico barato y pa?uelo de percal, La plaza de piedra de Ronda, con su espada, su maestrante, sus bandidos y sus manolas, todos en una beat¨ªfica solidaridad: "Plaza de piedra de Ronda, / la de los toreros machos: / pide tu balconer¨ªa / una Carmen cada palco; / un Romero cada todo, / un Maestrante a caballo / y dos bandidos que pidan / la llave con sus retacos".
Es el 850. El romanticismo ha echado el resto y la estampa del pliego de cordel se ha ennoblecido con otras literaturas. Ayer mismo, en el bandolerismo a¨²n se quer¨ªa ver el gesto de rebeld¨ªa contra una sociedad injusta, la generosidad de unos hombres arriscados, la guapeza de quien se jugaba la vida contra la organizaci¨®n del Estado. Literatura la de Fernando Villal¨®n que idealiza y poetiza los mismos temas que, a su manera, idealizaban y poetizaban los versificadores de finales del siglo XVIII. Que en los d¨ªas del conde de Miraflores de los ?ngeles se llamar¨ªan Pernales, Flores Arocha o Pasos Largos.
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