La consigna y el aniversario
Viendo el pasado domingo en Televisi¨®n Espa?ola el No-Do en colores de Victoria Prego sobre los 25 a?os de la monarqu¨ªa juancarlista me afirm¨¦ en la idea de que la democracia espa?ola tiene todav¨ªa pocos quilates. Que la televisi¨®n p¨²blica se permita dedicar minutos y minutos a la mayor exaltaci¨®n de las actividades del Rey -sobre todo viajes, y m¨¢s viajes-, a su vida familiar ejemplar y a su papel de liberador -que, a juzgar por sus palabras, el Monarca ya tiene asumido sin rubor alguno-, sin entrar lo m¨¢s m¨ªnimo en los muchos recovecos de su biograf¨ªa indica que los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos siguen siendo entendidos como prolongaci¨®n del departamento de propaganda del Estado. Y el tramo final, con Aznar como decorado, lo confirma definitivamente.Ni una palabra sobre las querellas familiares, sobre la lucha por el poder y sus alianzas, sobre los compromisos contra¨ªdos, sobre las amistades peligrosas, sobre los c¨ªrculos de presi¨®n en torno a La Zarzuela. S¨®lo luces, ni una sola sombra. Cuando hay personajes que est¨¢n por encima del bien y del mal, protegidos por un tab¨², queda claro que la democracia tiene todav¨ªa que mejorar. La cultura de la sumisi¨®n y del caudillaje no se borra en dos d¨ªas. Y est¨¢ marcando todav¨ªa a la ciudadan¨ªa y a la propia clase pol¨ªtica.
Toda dictadura se aguanta sobre la inmovilizaci¨®n de la mayor¨ªa y el apoyo en unas hordas -civiles y militares- encargadas de atizar el miedo. El desprecio por la pol¨ªtica es una herencia t¨ªpica de la dictadura. La cultura de sumisi¨®n adquiere su m¨¢xima -y m¨¢s eficaz- expresi¨®n en la indiferencia. Las dictaduras convierten la pol¨ªtica en algo negativo: la ideolog¨ªa franquista hablaba de la pol¨ªtica como algo ajeno que estaba en el origen de los males de la guerra. La pol¨ªtica del franquismo, seg¨²n sus propagandistas, no era pol¨ªtica: era servicio. La pol¨ªtica divide, dec¨ªan, y nosotros unimos. De ah¨ª la famosa frase atribuida a Franco: "Yo no me meto en pol¨ªtica".
Pero lo preocupante es que esta misma visi¨®n negativa de la pol¨ªtica sigue vigente para algunos dirigentes actuales. Por ejemplo, cuando se habla de sacar algunos temas especialmente importantes -las pensiones, la inmigraci¨®n y el terrorismo- del debate pol¨ªtico. ?Qu¨¦ es la pol¨ªtica democr¨¢tica si no debate? ?Qu¨¦ significa esta desconfianza en la pol¨ªtica por parte de los pol¨ªticos? La culminaci¨®n de todo ello es la obsesi¨®n por el consenso, en la que la herencia cultural franquista hermana a pol¨ªticos y ciudadanos. La transici¨®n requer¨ªa, para arrancar, unas zonas de acuerdo porque la clave del ¨¦xito estaba en que las nuevas reglas del juego fueran compartidas. Por tanto, es l¨®gico que el consenso fuera bandera de ¨¦xito en unos momentos en que las incertidumbres pod¨ªan provocar zozobra en la ciudadan¨ªa. Pero el consenso de la transici¨®n tambi¨¦n ha sido el eufemismo que ha permitido camuflar -y legitimar- una realidad: que a la hora de pactar la transici¨®n unos cedieron m¨¢s que otros y la izquierda trag¨® m¨¢s que nadie. Siempre quedar¨¢ abierta la pregunta sobre si se pod¨ªa haber conseguido mucho m¨¢s. Y siempre quedar¨¢n tambi¨¦n las dudas sobre la verdadera dimensi¨®n de la amenaza militar, que, sin duda, fue un freno bien utilizado desde la c¨²spide para disimular que el franquismo estaba exhausto. Y por eso se acab¨®.
En la normalidad democr¨¢tica, seguir con la cultura del consenso me parece una forma de continuar desdibujando la pol¨ªtica. El consenso debe ser lo excepcional. Lo normal es la confrontaci¨®n de ideas y de propuestas, con el gobierno y la oposici¨®n en sus debidos papeles. Porque si hay una sola pol¨ªtica posible, la democracia queda reducida a su car¨¢cter funcional: el relevo incruento de los gobernantes. Y si este cambio ha de carecer de contenido, mejor optar por el sorteo. Es m¨¢s transparente. La obsesi¨®n por el consenso limita enormemente el campo de juego. Lo que se requerir¨ªa es una mayor diversidad de opciones para que la relaci¨®n de representaci¨®n se enriquezca, en una sociedad que tiende a la complejidad, y no el secuestro de la diversidad en un consenso cuyo ¨²nico valor es que hace la vida f¨¢cil a los que mandan.
O consenso o crispaci¨®n: no se sabe salir de este c¨ªrculo vicioso. Uno y otro son fruto de la cultura del "o est¨¢s conmigo, o est¨¢s contra m¨ª". O todos juntos en el consenso, o nos peleamos y nos encontramos en la calle. Entre la sumisi¨®n y el linchamiento parece no haber t¨¦rmino medio, la pol¨ªtica parece impregnarse de cultura futbol¨ªstica. Y es conocida la importancia que ¨¦sta tuvo en el franquismo. La arrogancia de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que entiende el consenso como estricta sumisi¨®n a su pol¨ªtica, forma parte de esta cultura, pero la obsesi¨®n consensuadora de los socialistas, tambi¨¦n.
A los 25 a?os de la muerte de Franco la derecha vuelve a gobernar, y lo hace democr¨¢ticamente. Sin duda, es la mejor prueba de que se ha avanzado. Sorprende, sin embargo, en este 20-N, ver la enorme incomodidad que Franco provoca a la derecha. Recordar las ra¨ªces, los or¨ªgenes, es un incordio cuando la amnesia colectiva ha permitido pasar p¨¢gina sin elaborar lo que pas¨®. Y entre lo que no se elabor¨® est¨¢ la propia actitud de la ciudadan¨ªa: primero, la derrota de unos y los desastres de la guerra, despu¨¦s la lucha por sobrevivir y, finalmente, el miedo a perder lo poco conseguido crearon un espacio disponible para que el aparato dictatorial anclara sobre la sociedad. Todos los pueblos se adaptan a sus carceleros. Pero los pueblos que no resuelven las cuentas con su pasado a menudo lo pagan. De momento, tenemos un r¨¦gimen democr¨¢tico lleno de tab¨²es y rodeado de indiferencia ciudadana.
El 25? aniversario de la muerte de Franco confirma la maleabilidad y el cinismo de la derecha. En este pa¨ªs hay un mont¨®n de ex comunistas y de ex etarras que han explicado sus experiencias, que han analizado sus errores y que han criticado sus disparates ideol¨®gicos. No hay un solo ex franquista que haya ejercido como tal. Y, por lo visto estos d¨ªas, apenas hay franquistas. O todos andan desmemoriados. La derecha no pierde el tiempo con exquisiteces morales e intelectuales. ?20-N? Viva el Rey. Esta ha sido la consigna para el aniversario.
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