Rey felizmente derogado FRANCESC DE CARRERAS
El monarca que hace 25 a?os fue proclamado rey ante las Cortes franquistas no es el actual rey felizmente reinante, sino que es un rey felizmente derogado por la Constituci¨®n. Este es el grave error constitucional del solemne acto que se celebr¨® ayer en el Palacio de las Cortes.Efectivamente, el rey -entonces y ahora- es un ¨®rgano del Estado. Todo ¨®rgano tiene como titular a una o a varias personas f¨ªsicas: desde los m¨¢s altos cargos a los m¨¢s modestos funcionarios. Ante un acto como el de ayer, hay que preguntarse: ?estamos conmemorando la proclamaci¨®n de una persona como rey de un Estado no democr¨¢tico o de un rey legitimado por una constituci¨®n democr¨¢tica? Lo seguro es que de lo segundo no hace todav¨ªa 25 a?os.
El rey proclamado hace 25 a?os lo era de acuerdo con las Leyes Fundamentales entonces vigentes y nada ten¨ªa que ver con el actual. Veamos. Seg¨²n el art¨ªculo 6 de la Ley Org¨¢nica del Estado, aprobada en 1967, el rey "personifica la soberan¨ªa nacional" y, entre otras competencias, "ejerce el supremo poder pol¨ªtico y administrativo", participa del poder legislativo que comparte con una Cortes no democr¨¢ticas, "ostenta la Jefatura Nacional del Movimiento" y, seg¨²n el art¨ªculo 13 de la misma Ley Org¨¢nica, dirige "la gobernaci¨®n del Reino por medio del Consejo de Ministros". Ciertamente, era un rey situado en un confuso entramado legal, necesitado del refrendo del Gobierno para la validez de sus actos y sometido a un complicad¨ªsimo sistema de consultas y controles que pretend¨ªan dejarlo todo atado y bien atado. Pero el contexto en el que actuaba ni era democr¨¢tico ni en ¨¦l estaban garantizados los m¨ªnimos derechos fundamentales, sino todo lo contrario.
Por tanto, aquel rey no ten¨ªa ninguna semejanza con el de hoy, el cual es, simplemente, titular del ¨®rgano constitucional Corona, forma actual de la jefatura del Estado, y no ejerce ning¨²n poder jur¨ªdico: ni ejecutivo, ni legislativo, ni judicial. Todo ello en un contexto de democracia, de separaci¨®n de poderes y de respeto a los derechos fundamentales.
Al decir esto no trato de restar m¨¦ritos a don Juan Carlos de Borb¨®n. A partir de asumir la condici¨®n de rey de acuerdo con la legalidad franquista, es bien sabido que comenz¨® a urdir una estrategia pol¨ªtica y jur¨ªdica que, en breve tiempo y sin graves enfrentamientos, condujo a elaborar una Constituci¨®n democr¨¢tica. Creo que la transici¨®n pol¨ªtica espa?ola fue un indudable ¨¦xito y si bien don Juan Carlos no fue en modo alguno la causa de que todo ello acabara en una democracia, sin duda fue una de las piezas clave para alcanzarla.
Pero lo que ayer cumpl¨ªa a?os era el primer paso de un incierto y complicado camino con muchos finales posibles. Probablemente ya en aquel momento el objetivo del Rey era llegar a una monarqu¨ªa parlamentaria que fuera homologable con las otras monarqu¨ªas europeas. Era, sin duda, lo ¨²nico inteligente. Pero el exacto alcance de este objetivo no lo sab¨ªa nadie, ni siquiera el mismo Rey. En este primer paso el Rey no hac¨ªa otra cosa que cumplir con una legalidad entonces vigente que era antag¨®nica con la democracia y ello no debe ser objeto, en nuestros tiempos, de ninguna solemne conmemoraci¨®n.
Por el contrario, desde la legalidad democr¨¢tica actual, conmemorar tal acto tiende a confundir lo que es sustancial en nuestra actual forma de gobierno -la democracia parlamentaria- con lo que es accidental, producto de un determinado proceso hist¨®rico, como es que la jefatura del Estado sea mon¨¢rquica, es decir, que se transmita por herencia familiar. El acto de ayer hace una muy mala pedagog¨ªa de lo que es una monarqu¨ªa parlamentaria; es decir, de la posibilidad de hacer compatibles monarqu¨ªa y democracia.
No debemos olvidar que las monarqu¨ªas, aun las parlamentarias, son algo arcaico en el mundo de hoy, muy dif¨ªcilmente justificable desde un punto de vista racional. A lo m¨¢s, se mantienen por no romper una tradici¨®n o por la funci¨®n hist¨®rica que en un momento determinado han desempe?ado. Desde este ¨²ltimo punto de vista, el Monarca espa?ol debe estar tranquilo: su posici¨®n constitucional se justifica plenamente por su papel en la transici¨®n pol¨ªtica, en el d¨ªficil momento del intento de golpe de Estado del 23-F y tambi¨¦n por la capacidad que ha demostrado de mantenerse durante m¨¢s de 20 a?os en el estricto papel que le asigna la Constituci¨®n.
Hasta ahora, el Rey, en el ejercicio de sus funciones, no hab¨ªa tenido un solo fallo. El primer tropiezo importante es la simbolog¨ªa que transmite el acto de ayer: dar la imagen de que debe su condici¨®n de rey al hecho de ser el sucesor de Franco y no a la legitimidad que le otorga una Constituci¨®n democr¨¢tica. Se confundi¨® a la persona con el ¨®rgano: hace 25 a?os no fue proclamado rey el actual monarca. El rey actual lo es desde el 29 de diciembre de 1978. El rey anterior fue derogado expresamente por la disposici¨®n derogatoria primera de la Constituci¨®n que aquel d¨ªa entr¨® en vigor. Es en la Constituci¨®n y s¨®lo en la Constituci¨®n que encuentra el rey actual su legitimidad. Si no fuera as¨ª, nuestro Estado no ser¨ªa democr¨¢tico.
Se trata de un grav¨ªsimo error que, sin duda, har¨¢ felices a los sectores de opini¨®n contrarios a la Monarqu¨ªa. La responsabilidad pol¨ªtica de tal error recae, obviamente, en quien refrenda: en el presidente del Gobierno.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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